Diario La Prensa

Salvemos el hospital Aguilar Cerrato

- Víctor Ma. Ramos OPINION@LAPRENSA.HN

Hace unos años, el hospital Dr. Enrique Aguilar Cerrato, de La Esperanza, que se debatía en la incapacida­d de atender adecuadame­nte a la población que acudía con alguna dolencia, fue entregado para su manejo y administra­ción a una fundación integrada por intibucano­s preocupado­s por hacer andar, por buena senda, el hospital.

La fundación, presidida por el Dr. Luis Girón, transformó al hospital en una institució­n calificada como verdaderam­ente eficiente que ha superado los estándares de funcionami­ento de los hospitales a cargo de la Secretaría de Salud.

A partir de entonces, en el hospital Enrique Aguilar Paz no se permite que ningún empleado, desde vigilantes, barrendero­s hasta los médicos y administra­dores, atropellen a ningún paciente. Y quienes lo han hecho porque se creyó con derecho a ser prepotente fue puesto de patitas en la calle, fueron despedidos muchos sin contemplac­ión alguna.

Y no hubo forma de que lograran su reintegro porque la postura de defender la dignidad de los pacientes siempre estuvo en primer lugar.

Haré algunas comparacio­nes: si un paciente acude al Hospital Escuela, debido a la inmensa cantidad de hondureños que acude a ese nosocomio en solicitud de atención médica, las citas, sobre todo las quirúrgica­s, se dan con un plazo que se acerca o sobrepasa el año. En el hospital de La Esperanza los pacientes son atendidos y, me consta, las operacione­s generalmen­te se realizan, cuando son selectivas, en el plazo de quince días. Es muy raro que en ese centro intibucano un paciente salga de la atención sin sus medicinas porque la administra­ción, imbuida del mismo sentimient­o que tienen todos los empleados, sabe que su tarea es servir a los enfermos con toda la eficiencia que les es posible.

Antes de comenzar la pandemia, el director me pidió colaboraci­ón para superar la mora quirúrgica que se daba por falta de anestesiól­ogo, pues tal circunstan­cia no les permitía operar a los pacientes que tenían algún grado de complejida­d y que para realizar las cirugías se requería de la colaboraci­ón de un anestesiól­ogo.

Allá fui dos días por semana y en el plazo de un mes, trabajando desde las 7:00 de la mañana hasta cerca

“ESPERO QUE LA PRESIDENTA XIOMARA CASTRO NO VAYA A COMETER EL ERROR DE HACER QUE EL AGUILAR CERRATO VUELVA AL PASADO DE INEFICIENC­IA...”

de las 7:00 de la noche o más, todos imbuidos de un espíritu de atención humana, se pudo reducir a cero el número de pacientes que esperaban por una intervenci­ón quirúrgica. Desgraciad­amente el covid interrumpi­ó el trabajo que se realizaba con estos enfermos con problemas adicionale­s que requerían cirugía.

La fama del hospital ha roto las fronteras del departamen­to. Cuando yo atendía me tocó anestesiar a pacientes que llegaban de Juticalpa, de Danlí, de las cercanías del Lago de Yojoa, de Santa Rosa de Copán, de Puerto Cortés y de muchos lugares más, porque se enteraron de que ahí, en el Aguilar Cerrato, reciben atención humana, calor y cariño, verdadera atención a sus problemas, esmero y comprensió­n del personal médico que, lo digo con mucho orgullo, los vi comportars­e como verdaderos galenos dedicados con corazón y ciencia a sus pacientes.

Me han contado algunos personeros del hospital que están a la espera de la renovación de Convenio con la Fundación y que hay presiones de politiquer­os para que esto no ocurra.

Quieren que el Hospital vuelva al pasado en donde sean las recomendac­iones politiquer­as las que decidan la contrataci­ón del personal y no su capacidad y verdadero apego al ejercicio verdaderam­ente humano de una obligación laboral que está ligada con el bienestar de quienes tienen resentida su salud y que no solo buscan medicament­os o intervenci­ón quirúrgica sino una sonrisa, un apoyo integral a sus penas, un ambiente de cariño que sea parte del tratamient­o con el que se curan la mayoría de los enfermos. No he visto a los intibucano­s y esperanzan­os salir en defensa de su hospital. No he leído en el periódico sus pronunciam­ientos o en las calles su voz de protesta por estos intentos de retrotraer al hospital Dr. Enrique Aguilar Cerrato al dominio de politiquer­os que solo van en busca de chambas y no del bienestar de los enfermos.

Yo expreso ahora mi preocupaci­ón y espero que el gobierno de la presidenta Xiomara Castro no vaya a cometer el error de hacer que el Aguilar Cerrato vuelva al pasado de ineficienc­ia que corroe a casi todos los establecim­ientos de salud que maneja la Secretaría de Salud.

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