Estilo

BIOGRAFÍA

DIANE VON FÜRSTENBER­G

- fotos AFP producción & textos Claudia Gómez

Es una de las mujeres más poderosas del fashion system. Su fortuna asciende a 300 millones de dólares y su icónico wrap dress es pilar de su imperio de moda. Forma parte de la lista Forbes de las 100 Personas Más Visionaria­s y se siente orgullosa de vestir a princesas y reinas con la misma gracia y elegancia que a una mujer común.

Diane Simone Michelle Halfin nació en Bruselas en 1946 en el seno de una familia judía acomodada. Su padre Leon Halfin era ruso y contrajo matrimonio con Liliane Nahmias, judía de origen griego, quien justo18 meses antes de dar luz a su primogénit­a abandonó el tristement­e célebre campo de concentrac­ión de Auschwitz.

“Desde niña mi madre me dijo palabras que han marcado mi camino. El miedo no es una opción, era una de sus frases favoritas”, recuerda Diane. De niña estudió en internados en España e Inglaterra y en 1965 se fue a Suiza a estudiar economía en la Universida­d de Ginebra donde conoció a Egon von Fürstenber­g, hijo mayor de un príncipe alemán y la heredera de la fortuna automovilí­stica Fiat. En 1969 se casaron y ella se convirtió oficialmen­te en la princesa Diane von Fürstenber­g. Paralelame­nte emprendió su carrera como diseñadora de moda, primero en París como aprendiz de Albert Koski y después en Italia con el manufactur­ero textil Angelo Ferretti. Un año después la pareja se trasladó a New York donde nacieron sus dos hijos, el príncipe Alexander y la princesa Tatiana. La pareja ofrecía fiestas opulentas, a las que acudían desde Salvador Dalí hasta los duques de Windsor. De espíritu libre, a Diane se le podía ver bailando en el mítico Studio 54 junto a Andy Warhol, uno de sus grandes amigos. Diane y Egon eran fotografia­dos continuame­nte y el New York Times los describió como “el matrimonio que lo tiene todo”. Pero el sueño de amor y el título de princesa se esfumaron

pronto. En 1973 la pareja se divorció en buenos términos, al punto que Diane conservarí­a el apellido de su ex esposo. Una vez separada tuvo affairs con los actores Richard Gere y Warren Beatty y con el escritor italiano Alain Elkann. Tendrían que pasar casi tres décadas para que decidiera casarse de nuevo, en 2001, con el magnate de las comunicaci­ones Barry Diller, con quien se le vinculaba sentimenta­lmente desde los años 70. Luego de la separación, Diane decidió concentrar­se en su trabajo y en la creación de su marca homónima, que pronto fue impulsada por la legendaria editora de moda Diana Vreeland, quien le ayudó a presentar su primera colección. En 1974 lanza un vestido camisero anudado a la cintura. Algo práctico y ligero que fue bautizado como wrap dress. Fue un éxito rotundo desde el primer momento. Todas las mujeres de Nueva York tenían uno. “Era un producto muy aterrizado, un wrap dress era realmente un uniforme, un simple vestido de algodón que todo el mundo usaba y amaba”, ha dicho la diseñadora. Un año después se producían 15 mil vestidos a la semana, y en 1976 ya se habían vendido más de cinco millones de wrap dresses. Un éxito arrollador para la joven diseñadora que pronto complement­ó su propuesta con una línea de cosméticos y fragancias bajo la firma DvF. Pero luego del triunfo abrumador llegó el fracaso. Diane no pudo controlar el crecimient­o de la marca, enfrentó problemas con las licencias y pronto su falta de experienci­a pasó factura y la llevó a vender la empresa a finales de los años 70. Se mudó a París y ahí creó su propia compañía editorial en la que publicó varios libros de decoración de interiores y colaboró para importante­s publicacio­nes internacio­nales de moda. En 1997, recargada y dispuesta a no cometer los errores del pasado, vuelve a New York y compra su compañía de nuevo. El regreso es triunfal. Casi una década después, en 2006, es nombrada presidenta del Council of Fashion Designers of America, CFDA, cargo que aún preside. Su marca pret a porter, que ahora tiene como director creativo a Nathan Jenden, creció firme y ahora está presente en 55 países con más de 1500 puntos de distribuci­ón y 85 boutiques donde ofrece bolsos, gafas, una línea para el hogar y desde luego, su icónico wrap dress. La intención de Diane von Fürstenber­g de empoderar a la mujer e impulsarla a lograr grandes metas, es transmitid­o no solo a través de sus creaciones, sino por medio de sus múltiples actividade­s filantrópi­cas y tutoría empresaria­l. La diseñadora es parte de Vital Voices, organizaci­ón sin fines de lucro que apoya a mujeres emprendedo­ras, y por sus aportes y voluntaria­do hace unos meses recibió el premio Swarovski “Positive Change” de parte del CFDA. Sin lamentarse de las equivocaci­ones del pasado, Diane se autoprocla­ma como una feliz esposa, madre y orgullosa abuela de cuatro nietos. A final de cuentas, ha vivido a su propio ritmo, convirtién­dose en role model de las presentes y futuras generacion­es de diseñadore­s.

 ??  ?? En 1974, DVF creó el famoso wrap dress, un legendario vestido manga larga, cuerpo entallado y falda cruzada atada a la cintura que causó furor en esa época y que sigue siendo un must-have del armario femenino. El diseño se convirtió en símbolo de poder e independen­cia para la mujer en los 70, un fenómeno cultural y una tendencia que ha perdurado por más de tres décadas.
En 1974, DVF creó el famoso wrap dress, un legendario vestido manga larga, cuerpo entallado y falda cruzada atada a la cintura que causó furor en esa época y que sigue siendo un must-have del armario femenino. El diseño se convirtió en símbolo de poder e independen­cia para la mujer en los 70, un fenómeno cultural y una tendencia que ha perdurado por más de tres décadas.
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