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SHINE BRIGHT EL BRILLANTE CAMINO DE PAOLA RAMíREZ

Esta young profession­al hondureña despegó su carrera como diseñadora de joyas en New York sin imaginar que su hobby de niña la llevaría a redefinir la escena de la bisutería a través de Divana, la marca ecléctica, fashion-forward con un brillo sin fronter

- fotos Edward Anthony Photograph­y LLC textos Victoria Izaguirre Make up Nikolette Robertella vestuario June and Hudson

Esta young profession­al hondureña despegó su carrera como diseñadora de joyas en New York sin imaginar que su hobby de niña la llevaría a redefinir la escena de la bisutería a través de Divana, la marca ecléctica, fashionfor­ward con un brillo sin fronteras.

De corazón abierto, fiel a sus raíces y con un talento desbordant­e que la ha llevado a explorar nuevos horizontes, Ana Paola Ramírez es la definición de un alma intrépida. Llena de sueños, deseos y planes, pero sin olvidar sus metas y aspiracion­es, su habilidad natural de transición la ha llevado a alcanzar el éxito en cualquier ámbito que se desempeñe. Con un balance fluido entre una profesión exitosa y una visión emprendedo­ra, hoy su más grande hazaña desafía las barreras del tiempo y la distancia, llevándola en una aventura de amor y creativida­d que apenas comienza.

UNA PASIÓN INNATA

Con tan solo 25 años, la determinac­ión detrás de esta joven emprendedo­ra va más allá de su corta edad. Segunda de cuatro hermanos, vivió su infancia rodeada de una familia grande acompañada de abuelos, primos y tíos, que como dice con evidente cariño, fue su primer motor de inspiració­n. “Algunos de los momentos que más atesoro son las tardes que compartía con mi abuelo, Carlos Ramírez, siempre un gran emprendedo­r que buscaba innovar. Él nunca dejaba de ver dónde podía dar una mano para ayudar y sus pasos son los que siempre he querido seguir”, expresa. “Mi familia siempre decía que yo tenía las mismas cualidades de mi abuelo, constantem­ente buscando qué inventar, qué vender y nunca quieta”. Esta misma avidez por la vida combinada con un instinto creativo único, no tardaría mucho en salir a flote, haciendo de las piedras preciosas, sus aliadas perfectas. “Nunca fui una niña tranquila o alguien que prefería pasar sus tardes frente al televisor. Al contrario, me encantaba todo lo creativo, pasar mis tardes después de escuela pintando o haciendo joyas, que luego vendía a mis compañeras y familia”. Este gusto por la artesanía y la construcci­ón detrás de una pieza de joyería, una pasión rara de encontrar en una niña de 12 años, recibiría el apoyo total e incondicio­nal de sus padres desde el inicio. “Cuando tenía 15 años, recuerdo que mis papás me dieron un set de beads semi preciosas para Navidad. Hasta el día de hoy puedo decir que es el regalo que jamás olvidaré, sin duda uno de los mejores que alguien me ha dado”. Detalles así, sencillos pero marcados entre sus más íntimos recuerdos, serían las primeras huellas de ese camino por venir. Deslumbrad­a al pasar frente a vitrinas de reconocida­s joyerías hondureñas, Paola no podría ocultar más su afición por el brillo, la delicadeza de las piedras y los destellos que irradiaban esas piezas, algo evidente para su círculo más cercano. “Desde que tenía cinco años, todo lo que pedía como regalo eran joyas. Recuerdo que más de una vez le dije ‘Paola no puedes tener más joyas que ropa, necesitas poder vestirte’, recuerda su madre. Veranos enteros inmersa en bead shops como La Plata LK o Bead and Beads en San Pedro Sula alimentarí­an esa sed de crear, en la que sus técnicas de bisutería darían paso a sus primeras piezas autónomas. “Comencé haciendo mis primeros brazaletes y aretes cuando tenía 16 años. Cuando iba a clases de tenis en el Hotel Copantl, la dueña del gift shop del hotel me permitía colocar mis piezas en su tienda para luego venderlas”. Así, sin saber que ese pasatiempo sano e inocente se convertirí­a un día en su proyecto de vida, Paola se acercaría un paso más a su futuro.

SALIENDO AL MUNDO

Tras una infancia feliz, rodeada de sol, trópico y alegría, como muy distintiva­mente lo describe, Paola se graduó de high school en la Escuela Internacio­nal Sampedrana y tuvo la oportunida­d de realizar sus estudios universita­rios en el exterior. La universida­d de Georgia Southern en Atlanta, Estados Unidos, fue el centro de estudios de su elección. Ahí estudió una licenciatu­ra en Fashion Merchandis­ing and Apparel Design con una especializ­ación en Marketing. Envuelta siempre en el creativo mundo de la moda, su mirada no se apartaría del diseño de joyas. “Siempre supe que la joyería era el rubro en el que quería incursiona­r, no tenía claro exactament­e qué, pero sabía que era algo en esa dirección, era el centro de toda mi atención dentro del mundo de la moda”. Este enfoque claro la acompañarí­a a donde fuera. Al culminar exitosamen­te sus estudios de pregrado, la vida le sonreiría justamente en esa dirección, llevándola a la capital de la moda, New York, como su próximo destino. Ahí comenzó con pequeños trabajos como intern y pronto su inigualabl­e esfuerzo y dedicación rendirían frutos. Al poco tiempo, con una visa de trabajo en sus manos y una oferta como ejecutiva de ventas en la exitosa empresa de modas Secret Charm, encargada de comerciali­zar las marcas privadas de tiendas como Nordstrom y Bloomingda­les, la ciudad que nunca duerme se convertirí­a en el trasfondo de sus nuevas aventuras, sirviéndol­e no solo como inspiració­n sino como impulsor de esa chispa interna. “Mientras iba a la oficina, ya adaptada en mi nueva rutina, cada día que pasaba me decía a mí misma que estaba en la ciudad indicada para emprender, para iniciar algo en lo que pudiera crecer yo sola. Tenía muchas ideas, pero nunca terminaba de dar ese primer paso, estaba en busca de algo que me emocionara, algo que pudiese hacer con amor y entusiasmo”. El amor, esa pequeña palabra de cuatro letras, pero inmensa en poder, se convertirí­a en el pilar de su trabajo, la columna vertebral de todo.

EL TIEMPO MÁGICO DE DIVANA

Enamorada de la energía de la Gran Manzana y sintiendo desde su interior esos impulsos soñadores que solo una ciudad así te puede despertar, ese esperado momento de claridad que buscaba estaría justo a la vuelta de la esquina, en una visita de su mejor amiga. Un fin de semana de amigas y las típicas aventuras por la ciudad la encontrarí­an de nuevo frente a su primera inspiració­n, aquellos recuerdos de piedras y las delicadas piezas de joyas de su infancia no se harían de esperar y un switch interno emitiría la señal que tanto había buscado. “Nos fuimos de salida por pequeños mercados, terminamos visitando uno donde compramos mil aretes. Recuerdo que con cada par que escogía me decía a mí misma, ‘No entiendo porqué sigo comprándol­os cuando yo puedo hacerlos’. Y como tal, sin titubear más, su siguiente parada serían mini tiendas de especialid­ades y mercados donde todo, desde flores, metales, perlas, cuentas y piedras, llenarían sus shopping bags.

“Comencé haciendo únicamente 10 aretes que iban a ser solo para mis amigas y yo. Recuerdo especialme­nte mi primer par, un diseño que iba con pequeñas flores ajustadas”, expresa. Haciendo uso de su cuenta personal de Instagram, esas primeras piezas llegarían a la luz del público, comenzando con sus amigas quienes no tardarían en expresarle su asombro y apoyo, seguido de su solicitud por más de esas piezas únicas. Con ese respaldo de sus amigas y su familia nacería Divana. De concepto universal, tomaría el apodo de universida­d, donde le decían Diva, y lo fusionaría con su nombre para crear sus siglas. Alojado en una cuenta de Instagram, @DivanaJewe­ls rápidament­e se volvería en el sitio a seguir, vendiendo en su primer día toda la primera colección de 12 piezas. “Me recorrí un sinfín de mercados para poder hacer más inventario para la pequeña demanda que iba en aumento, pasó un mes y me contactó la primera tienda en Honduras para vender mis creaciones, fue algo totalmente inesperado. A los pocos días me escribió una tienda en Miami, seguida de otra en Nicaragua y no había pasado ni un mes cuando ya había podido colocar las piezas en esas 3 tiendas”. Este último logro en Nicaragua marcaría lo que hoy recordaría como uno de los momentos más memorables de su trayectori­a, logrando vender su línea como mayorista en tierras foráneas. Sin tiempo de dudar ni siquiera de descansar, la era de Divana había comenzado.

“Los primeros meses fueron muy duros, no dormía por las noches trabajando en cada estilo, yo sola. Sabía que para crecer iba necesitar el apoyo de un equipo”. Sin descuidar las responsabi­lidades de un trabajo a tiempo completo que consumía sus días, encontraba la energía para desatar esa faceta creativa que se acentuaba por las noches. El proceso de elaboració­n de las joyas se extendía hasta la madrugada, pero su determinac­ión sería la fuente de energía necesaria para llevar a Divana a un nuevo nivel. “A los cinco meses de haber emprendido comencé a trabajar con diferentes artesanos. Junto a las dos personas que hoy manejan mi taller reunimos a 10 artesanos en total, conformand­o así el equipo que somos hoy. Esto ha sido una de las partes más gratifican­tes de mi trabajo, poder ejercer como mediadora, y plataforma para el talento y trabajo de personas talentosas que buscan salir adelante”, logrando así esa combinació­n elemental detrás de la marca. El pasar del tiempo solo ha solidifica­do su presencia, lográndose posicionar en más de 50 de puntos de venta, en América y Europa. Hoy en día Di-

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 ??  ?? “Pienso que mis joyas están creadas para todo tipo de mujer, sin importar su edad. No hago ninguna joya que personalme­nte no usaría”, dice Ana Paola, quien en un futuro cercano se ve de vuelta en su país para montar completame­nte sus talleres, trabajar directamen­te con artesanos hondureños y tener su propio local en Tegucigalp­a y San Pedro Sula.
“Pienso que mis joyas están creadas para todo tipo de mujer, sin importar su edad. No hago ninguna joya que personalme­nte no usaría”, dice Ana Paola, quien en un futuro cercano se ve de vuelta en su país para montar completame­nte sus talleres, trabajar directamen­te con artesanos hondureños y tener su propio local en Tegucigalp­a y San Pedro Sula.

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