MARÍA FÉLIX
Se convirtió en la actriz más importante de la historia del cine mexicano, el mismo que la hizo diosa y leyenda. Despreció a muchos, decía tener un corazón de hombre, imposible de gobernar, inalcanzable, indomable. Fue musa inspiradora.
María Bonita, La Doña o simplemente La Félix, fue una de las figuras más importantes en la llamada Época de Oro del cine mexicano. Indomable y con una belleza particular, participó casi en 50 películas en las que fue labrando su fama de voluntariosa, dura y temperamental. María de los Ángeles Félix Güereña nació el 8 de abril de 1914 en Álamos, Sonora. Hija de Bernardo Félix, un militar y político, y Josefina Güereña de ascendencia vasca. Tuvo once hermanos, no eran ricos pero vivían dignamente. De niña fue rebelde y salvaje, le gustaba andar a caballo y prefería jugar con sus hermanos que con sus hermanas. “Aborrecía las muñecas y todos los juegos de mujercitas, pero me gustaba trepar a los árboles, correr, echar volados. Con mis hermanas me aburría porque eran muy serias, muy modositas, completamente distintas a mí”. Su belleza era diferente a las de sus hermanas, rubias con ojos azulados y verdes, pero a medida transcurría el tiempo María se fue convirtiendo en una mujer hermosa que fue coronada reina de la belleza estudiantil en Guadalajara, ciudad donde vivía. Heredó el carácter dominante e indomable de su padre, un hombre que no mostraba sus emociones. Acababa de cumplir 17 años cuando aceptó en matrimonio a Enrique Álvarez Alatorre, un vendedor de Max Factor con quien procreó en 1934 a su único hijo, Enrique Álvarez Félix, quien también se convertiría en actor. Se divorciaron y ella se mudó a la ciudad de México con el niño para empezar una nueva vida. En una de las visitas el padre de su hijo se lo llevó de regreso a Guadalajara, negándose a devolvérselo. María Félix juró que pronto se volvería más influyente que él y se lo quitaría. Con una belleza y una personalidad que difícilmente pasaba desapercibida, pronto recibió propuestas de trabajar en cine y en 1942 rodó El peñón de las ánimas al lado de Jorge Negrete. Pero la fama llegaría un año después con su protagónico en Doña Bárbara, la película que marcaría su vida para siempre, lanzándola al estrellato. El 24
de diciembre de 1945 se casó por segunda vez con Agustín Lara, a quien admiró desde niña. El día de su boda él le regaló dos canciones: María Bonita y
Humo en los ojos. Meses después, Agustín le ayudó a secuestrar a su hijo Enrique y se lo llevó a vivir con ellos. “Agustín era muy sexy. Tenía la voz más excitante del mundo. Toda la gente lo veía feo, pero en la intimidad le ganaba a cualquiera’’, decía la actriz. Pero tenía el defecto de casi todos, era celoso y en uno de esos arranques, en un set, Lara llamó a María y cuando ésta volteó, lo vio sacar una pistola. Ella se agachó y la bala pasó rozándole la nuca, la separación fue inmediata en 1947. A esas alturas ya María Félix era considerada una diva. Siempre viajaba con todos sus asistentes: peinadora, maquillista, secretaria, costurera y su inseparable modisto Armando Valdés Peza. En 1953 contrajo nupcias con quien fuera su enemigo por muchos años y que caería rendido a sus pies, Jorge Negrete. Por desgracia, Negrete falleció once meses después, mientras ella grababa en Europa La Bella Otero.
En el funeral apareció de pantalones y causó enorme escándalo, el cual la llevó a poner tierra de por medio y se refugió en Europa. En Francia se reencontró con el banquero francés Alexander Berger, con quien se casó en diciembre de 1956. Permanecieron juntos 18 años. Bajo la influencia de Berger, María refinó su personalidad, acentuando su elegancia y sofisticación. Con él intentó nuevamente convertirse en madre, pero un accidente durante la grabación de Flor de Mayo en 1957 provocó que perdiera el hijo que esperaba. Se volvió coleccionista de arte, tenía una cuadra de más de 80 caballos y amaba las joyas. Basta con recordar como en 1968 entró a la boutique de Cartier en París, con un cocodrilo bebé, su mascota, pidiéndoles que lo replicaran en una pieza única y sorprendente. Así de excéntrica y demandante era. Berger falleció en 1974 como consecuencia de un cáncer pulmonar, meses después la actriz sucumbió en una depresión y adicción a los fármacos y el alcohol que curó en una clínica en Rochester. Luego se dedicó a su nueva pasión: los caballos. Su última pareja fue el pintor ruso-francés Antoine Tzapoff, 20 años menor que ella, con quien compartió los últimos años de su vida. Como si lo hubiera planeado, María Félix murió en la ciudad de México el 8 abril del 2002, el mismo día que cumplía sus 88 años. La diva pasó a ser un mito, una leyenda.