Estilo

EL NIÑO FELIZ DE LA MODA

La pandemia dejó a la industria de la moda huérfana del ingenio y la magia de Alber Elbaz, quien se fue antes de tiempo, dejando su huella indeleble y el recuerdo de su rostro sonriente y generosida­d. El fashion system extrañará su carisma irrepetibl­e.

- ALBER ELBAZ

Despiadada y cruel, la pandemia apagó también la sonrisa de Alber Elbaz. El 24 de abril pasado, según informó el Times de Israel, el diseñador de moda murió a los 59 años a causa de la variante sudafrican­a del Covid-19, a pesar de estar completame­nte vacunado contra el virus. El fashion world recibió atónito la noticia. “Con sorpresa y enorme tristeza me enteré del súbito fallecimie­nto de Alber”, indicó en un comunicado el presidente del grupo de lujo Richemont, Johann Rupert, con el que Elbaz colaboraba actualment­e. “Era una de las figuras más brillantes y queridas de la industria. Siempre me cautivó su inteligenc­ia, sensibilid­ad, generosida­d y creativida­d desenfrena­da. Era un hombre de excepciona­l calidez y talento, y su singular visión, sentido de la belleza y la empatía dejan una huella imborrable”, agregó Rupert en una breve pero acertada descripció­n del diseñador, el más sonriente, simpático e ingenioso que haya recorrido una pasarela los últimos años. Murió mientras desarrolla­ba su último proyecto, AZ Factory, su innovadora start-up patrocinad­a por el grupo Richemont que debutó en enero pasado, trayéndolo de vuelta a la industria luego de cinco años de ausencia. Entonces no imaginaba que el espíritu democrátic­o de esa colección de prendas de nueve tallas diferentes, de la XXS a la XXXXL, “que las mujeres pueden llevar en una reunión por

Zoom, ir a clases de yoga o a cenar”, sería su último legado. Elbaz nació en 1961 en Casablanca, Marruecos, en el seno de una humilde familia judía. Cuando tenía diez años se mudó a Tel Aviv, Israel. Después de su servicio en las

Fuerzas de Defensa de Israel, a finales de los 70, estudió ingeniería y diseño en el Shenkar College of Engineerin­g and Design en Ramat Gan, cerca de Tel Aviv. En 1984 comenzó a trabajar en un pequeño taller de confección a la medida y a los 25 años partió a New York, donde sería fichado por el diseñador estadounid­ense Geoffrey

Beene como asistente de diseño. Su talento trascendió fronteras y en 1996 empacó rumbo a París, justo a la maison Yves Saint Laurent, para dedicarse a la línea Rive

Gauche de prêt-à-porter femenino. Fue una trayecto

ria corta. Apenas había presentado tres coleccione­s antes de ser despedido. Pero algo más grande le esperaba. En 2001 fue nombrado director creativo de la histórica maison Lanvin, firma que revivió y revolucion­ó y donde consolidó su estilo y su visión de la moda femenina. Una moda funcional que acompaña a su cuerpo y lo pone en valor, “las mujeres son más independie­ntes, se atreven más… Un vestido tiene que acompañarl­as. Con él, tienen ganas de moverse, de vivir”, decía en una entrevista al semanario francés L’Express en 2008. El mismo año que Alber entró a Lanvin, la empresaria taiwanesa ShawLan Wang vio la oportunida­d de recuperar el potencial que la marca tuvo a principios del siglo pasado, invirtiend­o en ella para que se convirtier­a en una firma objeto de deseo. Elbaz logró que así fuera a pesar de las dudas iniciales, “cuando entré a la maison tenía fobia. Me levantaba asustado el día después del desfile para leer las reseñas, me subía la fiebre, lo pasaba fatal”, relataba. En 2015 salió abrupta e inesperada­mente de la firma que dirigió gloriosame­nte durante 14 años y que convirtió en el epítome de la sofisticac­ión, además de un gran éxito de ventas. Su falta de entendimie­nto con Shaw-Lan Wang terminó con un Elbaz desencanta­do en la calle y la marca sumida en la irrelevanc­ia. Y es que tras su salida, la casa francesa fue en caída libre, sin Alber, ya nada era igual. Después de cinco años de viajes e introspecc­iones, redescubri­ó su genialidad a través de AZ Factory, una marca de moda disruptiva que fusiona diseño inteligent­e y entretenim­iento educativo. Cuando Richemont le propuso que “hiciera algo feliz”, Elbaz se dedicó en cuerpo y alma a crear un nuevo concepto. Así nació una colección con vestidos negros escotados rematados con collares con logotipos de cristal y pendientes largos, sudaderas, mallas y pijamas de seda con impresos de personajes de dibujos animados, o imágenes de estrellas de cine abrazándos­e y besándose creadas por cinco artistas que conoció en Instagram. La presentó en París a finales de enero pasado en la Semana de la Alta Costura SS2021, el éxito fue rotundo y el regreso efímero. La muerte le sorprendió antes de tiempo y con muchos proyectos pendiente. Aún no se sabe si AZ continuará funcionand­o, lo cierto es que el legado y aporte a la moda de Alber Elbaz permanecer­án para siempre.

 ??  ?? “Yo me propuse hacer ese vestido soñado, capaz de reconducir la silueta. Hasta que comprendí que eso no era lo relevante. ¿Cómo hemos llegado a pensar que un cuerpo es correcto y otro no? Admitámoslo de una vez, no hay nada correcto o equivocado en ser como quieras ser. Y sólo los estúpidos no cambian de parecer”, declaró
Elbaz en una entrevista mientras preparaba el esperado lanzamient­o de su proyecto AZ Factory
“Yo me propuse hacer ese vestido soñado, capaz de reconducir la silueta. Hasta que comprendí que eso no era lo relevante. ¿Cómo hemos llegado a pensar que un cuerpo es correcto y otro no? Admitámoslo de una vez, no hay nada correcto o equivocado en ser como quieras ser. Y sólo los estúpidos no cambian de parecer”, declaró Elbaz en una entrevista mientras preparaba el esperado lanzamient­o de su proyecto AZ Factory
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Elbaz para el premio S perstar 2015 dijo, sus vestidos para Lanvin son los únicos que cuando los uso, me siento como yo, o incluso una mejor versión de mi misma”.
Junto a Yves Saint L urent, para quien trabajó a finales de los 90 ara relanzar las coleccione­s de pret à porte
Su pasarela SS 2010 para Lanvin, la firma que con su ingenio y percepción de la silueta fem nina revivió y convirtió en objeto de deseo
En octubre de 2003, Alber es aplaudido luego de p esentar la colección SS 2004 de Lanvin
En 2016, El az recibió la prestigios­a insignia de la Legión de Honor de Francia. Aquí junto a Demi
Moore, la ministra francesa de Cultura y Comun - cación, Audrey Azoulay y Kristin Scott Thomas
En 1999 junto a Catherine Deneuve, una de las tantas estrellas que apreciaban y admiraban su trabajo en YSL
Con su eterna sonr sa y alegría, Alber fue el primero en terminar con la agen de diseñador esq ivo y elitista qu imperaba en la industria
Elbaz hizo historia en Lanvin durante 14 años, convirtién­dose en uno de los diseñadore­s favoritos del mun
Más que sus gafas y su eterna pajarita, lo definía su e patía, “la vida no sólo Tinder, la vida es c render las n sidades de los demás e in tar ayudarles”, jo en una de
sus últimas entrevista­s
Cuando Meryl Streep presentó a Alber Elbaz para el premio S perstar 2015 dijo, sus vestidos para Lanvin son los únicos que cuando los uso, me siento como yo, o incluso una mejor versión de mi misma”. Junto a Yves Saint L urent, para quien trabajó a finales de los 90 ara relanzar las coleccione­s de pret à porte Su pasarela SS 2010 para Lanvin, la firma que con su ingenio y percepción de la silueta fem nina revivió y convirtió en objeto de deseo En octubre de 2003, Alber es aplaudido luego de p esentar la colección SS 2004 de Lanvin En 2016, El az recibió la prestigios­a insignia de la Legión de Honor de Francia. Aquí junto a Demi Moore, la ministra francesa de Cultura y Comun - cación, Audrey Azoulay y Kristin Scott Thomas En 1999 junto a Catherine Deneuve, una de las tantas estrellas que apreciaban y admiraban su trabajo en YSL Con su eterna sonr sa y alegría, Alber fue el primero en terminar con la agen de diseñador esq ivo y elitista qu imperaba en la industria Elbaz hizo historia en Lanvin durante 14 años, convirtién­dose en uno de los diseñadore­s favoritos del mun Más que sus gafas y su eterna pajarita, lo definía su e patía, “la vida no sólo Tinder, la vida es c render las n sidades de los demás e in tar ayudarles”, jo en una de sus últimas entrevista­s

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