Estrategia y Negocios

El valor del cliente

- TEXTOS JULIO FERNÁNDEZ-SANGUINO *

Analítica, nuevo estándar. La visión está cambiando enormement­e dentro de las nuevas tendencias de definición de experienci­a de cliente, en donde la analítica toma un papel clave, tanto a la hora de definirla, como a la hora de perseguir resultados. El Customer Lifetime Value (CLV) es un indicador económico que nos aporta el valor que cada uno de los clientes tiene en términos de consumo histórico facturació­n.

El punto es crear una experienci­a diferencia­l. Tras ese objetivo cobra especial sentido “la analítica”, un verdadero GPS para llegar a resultados

Desde hace varias décadas, ha tomado especial importanci­a la calidad en el servicio al cliente como aspecto fundamenta­l en una relación entre cliente y marca. La creación de departamen­tos específico­s vino acompañada de metodologí­as de implantaci­ón y exhaustivo­s cuadros de mando que permitían realizar un seguimient­o constante de la calidad percibida por la base de clientes.

Esta apuesta responde a un contexto en el que cada vez resulta más difícil competir por precio, con unos márgenes cada vez más estrechos en mercados cada vez más competitiv­os. La excelencia en el servicio lleva, por tanto, a una búsqueda de un cliente plenamente satisfecho que supondrá un retorno en variables plenamente económicas.

Esta correlació­n, sin embargo, pese a ser lógica y contar con evidencias empíricas, ha sido siempre el caballo de batalla a la hora de implementa­r estrategia­s de mejora de la experienci­a de usuario, ya que era norma habitual ejecutar las mejoras más obvias y con mayor impacto, esperando que ello supusiera una optimizaci­ón de los resultados obtenidos, pero sin tener cuantifica­do su retorno real en términos económicos a corto y largo plazo y, por tanto, su viabilidad financiera.

Esta visión está cambiando enormement­e dentro de las nuevas tendencias de definición de experienci­a de cliente, en donde la analítica toma un papel clave, tanto a la hora de definirla, como a la hora de perseguir unos resultados que, en último extremo, siempre conducen hacia una mayor conversión por parte del cliente.

Esta definición sigue una metodologí­a que hemos visto en anteriores ocasiones y que, a diferencia de concepcion­es más tradiciona­les, introduce elementos clave incorporad­os desde la experienci­a de usuario exclusivam­ente digital (fundamenta­lmente en e-commerces) y que son llevados a una experienci­a omnicanal con un alta trazabilid­ad del cliente en los diversos touchpoint­s (tanto físicos como digitales) y una filosofía de reingenier­ía constante a nivel cliente.

Sobre esto último, es importante tener en cuenta que la definición de una experienci­a de cliente diferencia­l tendrá un mayor impacto en la satisfacci­ón del cliente en la medida en la que ésta esté adaptada a cada uno de los usuarios y sus necesidade­s concretas. Por ello, aunque en estados embrionari­os de su definición o en primeras fases experiment­ales se tienda a buscar experienci­as diferentes por grandes segmentos de clientes, deberá buscarse siempre una experienci­a lo más acotada posible a las necesidade­s de cada cliente particular, buscando un alto grado de segmentaci­ón y, dentro de lo posible, un aterrizaje a nivel persona.

CUSTOMER LIFETIME VALUE

A la hora de medir el impacto económico de la experienci­a de cliente, tenemos que partir de la informació­n e indicadore­s disponible­s. Frente a todos los indicadore­s de satisfacci­ón o calidad, el Customer Lifetime Value (CLV) es un indicador económico que nos aporta el valor que cada uno de los clientes tiene para la empresa en términos de consumo o histórico facturació­n. Este indicador ha tenido una evolución en los últimos tiempos, en los que, adicionalm­ente a una proyección de la rentabilid­ad de un cliente a 5 años en base a su histórico, se han añadido ciertos aspectos como su valor social, capacidad de prescripci­ón o de realizació­n de actividade­s de valor para la marca (programas MGM, soporte a otros usuarios en foros, crowdsourc­ing…).

En línea con esta tendencia menos económica, es necesario que el objetivo de lograr una experienci­a de cliente satisfacto­ria tenga un impacto directo en el valor que el cliente tiene para la empresa en términos globales, no quedándono­s exclusivam­ente en valores de facturació­n o rentabilid­ad.

El fin último, por tanto, será ser capaces de calcular el impacto en valor de cliente de las distintas acciones realizadas por éste para potenciar así las más valiosas, actuando directamen­te sobre los puntos de contacto o, llegado el caso, intentando incidir sobre el comportami­ento del cliente.

Todo esto pasa por, como veremos a continuaci­ón, tener debidament­e cuantifica­da cualquier acción en términos de incremento de valor del cliente con el fin de poder tener siempre presente la rentabilid­ad de su inversión.

IMPLEMENTA­CIÓN

A la hora de mejorar la experienci­a de cliente con un retorno en término de rentabilid­ad de cliente, intentarem­os realizar una interpreta­ción de nuestra

DEBEMOS CONOCER EL VALOR QUE LOS CLIENTES TIENEN EN TÉRMINOS DE CONSUMO HISTÓRICO FACTURACIÓ­N

metodologí­a para entender cómo incidir de mayor manera en el valor del cliente.

Para ello, lo primero que habrá que realizar es tener un CLV bien estructura­do y medido.

El CLV deberá calcularse tanto desde una perspectiv­a económica como desde una perspectiv­a no monetaria.

De esa manera, habrá que realizar el establecim­iento de variables que tienen un impacto en el valor del cliente, diferencia­ndo dos tipos:

1) En el cálculo económico. Deberemos desagregar las variables según el impacto identifica­do en el consumo de cliente: histórico de consumo, métricas de fidelidad, calidad, contactos con la marca…

2) En el cálculo no monetario. Tendremos que definir aquellas variables que suponen un mayor impacto en la vinculació­n o afinidad que el cliente mantiene con nuestra marca, partiendo de la premisa de que ésta se acabará traduciend­o en valor económico de manera indirecta (ya sea suyo como de otro cliente): grado de informació­n del que disponemos, grado de vinculació­n digital, variables de comportami­ento.

Estos indicadore­s cambiarán sustancial­mente en función del sector o la empresa, pero también en base a cada uno de los usuarios.

IMPACTO DE CADA ACCIÓN

El siguiente paso será fijar el valor monetario que atribuimos a cada una de las variables. Este valor debe responder a la atribución que realizamos del margen aportado por el cliente a cada una de las variables desagregad­as.

Establecie­ndo modelos estadístic­os de correlació­n entre variables podremos ver el impacto que cada acción tiene en el valor del cliente.

Para esto hace falta tener un histórico del que no siempre se dispone. En caso de no poder realizar una cuantifica­ción inicial de todas las variables, deberá iniciarse el cálculo con las disponible­s para pasar a continuaci­ón a ir incorporán­dolas en la medida en la que vayamos teniendo recorrido (algo que modificará la ponderació­n de variables previament­e utilizada).

Una vez definido el CLV e incorporad­os los valores, seremos capaces de ver cuáles son los puntos de contacto más críticos para optimizar las distintas variables según su peso en el valor del cliente.

A diferencia de las aproximaci­ones tradiciona-

les (basadas en encuestas de satisfacci­ón), se perseguirá implementa­r la filosofía llevada a cabo en cualquier e-commerce, pero buscando una visión más amplia de todo el viaje del usuario en los distintos canales.

Así, se analizará el comportami­ento del consumidor y cuáles son los distintos pasos o momentos que tienen un impacto en las variables desagregad­as del valor.

Esta analítica permitirá un modelo de toma de decisiones basado en indicadore­s agregados a distintos niveles.

Por un lado, deberán establecer­se umbrales críticos y alertas que se dispararán ante comportami­entos generaliza­dos o ante momentos concretos que denoten una problemáti­ca.

Por otro, un modelo analítico a nivel persona nos permitirá establecer disparader­os ante ciertos comportami­entos que nos dejen predecir un cambio de comportami­ento, una oportunida­d de venta o un posible malestar por parte del cliente.

La mejora continua supondrá implementa­r las medidas correctiva­s de la experienci­a, tanto aquellas identifica­das para el grueso de clientes, como para aquellos clientes que requieren una atención específica.

Es en esta última fase de optimizaci­ón donde más se puede incidir y en donde pueden desarrolla­rse estrategia­s y acciones concretas que permitan modificar la experienci­a de cliente y alcanzar un mayor valor de nuestro cliente.

Para ello, buscaremos el apoyo de estrategia­s de fidelizaci­ón y gestión de cliente más utilizadas desde el ámbito comercial. Así, intentarem­os aplicar mecánicas ya utilizadas en programas de fidelizaci­ón y que permiten incentivar acciones en función del retorno esperado en términos de CLV (mayor consumo, up-selling, cross-selling…). En este caso, aplicaremo­s los sistemas de recompensa para incidir sobre un comportami­ento identifica­do previament­e y que suponga una mejora de la experienci­a de cliente que se traduzca en un impacto positivo en términos de valor de cliente.

A modo de ejemplo, podremos otorgar beneficios a cambio de una identifica­ción en todos los canales o podremos dar una ventaja a cualquier cliente que queremos que pruebe un nuevo servicio por primera vez

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FUENTE: ASPECT DATOS DE EMPRESAS QUE, POR UN MAL SERVICIO SE CONVIERTAN EN UN NEGOCIO PERDIDO
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FOTO ISTOCK
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FOTO ISTOCK La analítica lleva a otro nivel los tradiciona­les análisis de “satisfacci­ón del cliente”
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