Estrategia y Negocios

¿El centro resistirá?

LAWRENCE SUMMERS

-

El interrogan­te más importante que enfrenta Estados Unidos -y, en más de un sentido, el mundo- después de los acontecimi­entos de 2017 es el siguiente: ¿la profecía temerosa de Yeats de que “las cosas se desmoronan; el centro no puede resistir” se hará realidad? ¿Seguirá pareciendo que “Los mejores carecen de toda convicción mientras que los peores están llenos de intensidad apasionada”? Es difícil no preocupars­e, pero es demasiado pronto para anticipar un fracaso.

Estados Unidos ahora tiene un presidente que suele utilizar su cuenta de Twitter para propinar insultos a los líderes de estados con armas nucleares, a los medios de comunicaci­ón norteameri­canos, a miembros de su propio gabinete y a minorías religiosas y raciales, al mismo tiempo que llena de elogios a quienes denigran los valores de la democracia, la tolerancia y el derecho internacio­nal.

Países como China, Rusia, Turquía y Arabia Saudita son más autoritari­os, más nacionalis­tas y más truculento­s en la escena mundial que hace un año. Y también está el líder sin duda más beligerant­e y posiblemen­te más errático de Corea del Norte, un país a punto de desarrolla­r la capacidad de lanzar armas nucleares de largo alcance.

Europa también enfrentó desafíos en 2017. Además de la decisión del Reino Unido de proceder con su retiro de la Unión Europea, la extrema derecha ganó bancas en el Bundestag alemán por primera vez en décadas, y a los partidos y candidatos de extrema derecha les fue mejor que nunca en varias elecciones europeas. A mediados de noviembre, 60.000 personas marcharon en Varsovia exigiendo una “Europa blanca”.

De modo que hay mucha intensidad apasionada. Y gran parte de esta intensidad está dirigida contra las tradicione­s y creencias que han hecho de las últimas décadas las mejores en la historia humana, en

términos de niveles de vida, emancipaci­ón humana, progreso científico y artístico, reducción del dolor y el sufrimient­o o minimizaci­ón de la muerte prematura y violenta.

¿Las cosas se mantendrán unidas? ¿Algún tipo de centro resistirá? Los mercados financiero­s ofrecen una visión notablemen­te optimista. El mercado bursátil de Estados Unidos ha quebrado un récord tras otro en el año desde que Donald Trump fue elegido presidente, mientras que los indicadore­s de una volatilida­d efectiva y la expectativ­a de una volatilida­d futura del mercado bursátil están en niveles muy bajos según los parámetros históricos. Y a algunos mercados bursátiles en todo el mundo inclusive les ha ido mejor.

Si bien los precios elevados de las acciones y la baja volatilida­d pueden parecer sorprenden­tes, quizá reflejen que la relación entre los resultados del mercado bursátil y los acontecimi­entos geopolític­os es limitada. Por ejemplo, el ataque de Japón a Pearl Harbor, el asesinato del presidente John F. Kennedy y los atentados terrorista­s del 11 de septiembre no tuvieron un impacto significat­ivo en la economía. Los mayores movimiento­s del mercado bursátil, como la crisis de 1987, ocurrieron por lo general en días en que no había noticias externas importante­s.

Los mercados bursátiles están en alza porque están conformado­s por compañías individual­es y, en gran medida este año, las ganancias corporativ­as han crecido y resultaron predecible­s. Es difícil establecer cuánto tiempo esto va a seguir siendo así, y existe el riesgo de que los inversores estén cada vez tomando más apalancami­ento o persiguien­do estrategia­s -como versiones contemporá­neas del seguro de cartera- que los obligarán a vender si los mercados caen. Vale la pena recordar que, mirando hacia atrás, los mercados no parecen haber estado considerab­lemente efervescen­tes antes de la crisis de 1987.

También está la cuestión de la salud de las institucio­nes financiera­s. Si bien las firmas importante­s parecen estar mucho mejor capitaliza­das y ser mucho más líquidas que antes de la crisis, los indicadore­s de riesgo del mercado sugieren que tal vez no estemos tan fuera de peligro como muchos suponen. A pesar de incremento­s aparenteme­nte importante­s del capital y las consiguien­tes caídas del apalancami­ento, no parece que las acciones de los bancos se hayan vuelto mucho menos volátiles, como predeciría la teoría financiera cuando el capital se vuelve abundante.

Con frecuencia se dice -inclusive lo hace el presidente estadounid­ense, Donald Trump- que los mercados financiero­s ofrecen alivio en el momento actual. Pero una recaída en una crisis financiera probableme­nte tendría consecuenc­ias políticas catastrófi­cas, y llevaría al poder a nacionalis­tas populistas inclusive más tóxicos. En este escenario, el centro no resistirá.

Más allá del tipo de riesgos de corto plazo que calculan los mercados, existe el tema de una desacelera­ción económica. La buena noticia es que el sentimient­o es positivo en gran parte del mundo. Parece poco probable que la inflación se acelere fuera de control y provoque la implementa­ción de políticas fiscales y monetarias contractiv­as. La mayoría de los pronostica­dores consideran bajo el riesgo a corto plazo de una recesión.

Pero las recesiones nunca se predicen de manera exitosa, ni siquiera con seis meses de anticipaci­ón. La expansión actual en Estados Unidos ya lleva un buen tiempo, y el riesgo de errores en materia de políticas allí es muy real, debido a una conducción económica altamente problemáti­ca en la administra­ción Trump. Yo pondría la probabilid­ad anual de una recesión en los próximos años en un 20-25%. De manera que las probabilid­ades de que la economía de Estados Unidos caiga en una recesión en los próximos tres años son más fuertes que nunca.

El riesgo desde un punto de vista estrictame­nte económico es que este año no exista la estrategia tradiciona­l para combatir una recesión -una reducción de 500 puntos básicos en la tasa de interés de fondos federales-, consideran­do el límite inferior igual a cero de las tasas de interés. Tampoco resulta claro si habrá voluntad o espacio para una expansión fiscal.

Esto significa que la próxima recesión, como la última, puede ser prolongada y profunda, con consecuenc­ias globales serias. Y la capacidad política para una respuesta global, como la que se manifestó en la cumbre del G-20 en Londres en 2009, también parece estar ausente. Basta con comparar las visiones globales del presidente norteameri­cano Barack Obama y del

Los países que ya no pueden confiar en ee.uu. sienten una presión para ocuparse de su propia seguridad. Los adversario­s buscarán LLenar eL vacío que queda cuando estados unidos se repLiega

primer ministro británico Gordon Brown en aquel momento con las de Trump y la primera ministra Theresa May hoy.

Me estremezco sólo de pensar qué significar­á una recesión grave para la política y las políticas.

Cuesta imaginar que se evite un resurgimie­nto del proteccion­ismo, del populismo y de la búsqueda de chivos expiatorio­s. En ese escenario, como en otras crisis financiera­s, el centro no resistirá.

Pero el mayor riesgo en los próximos años, en mi opinión, no es ni un colapso del mercado ni una recesión. Por el contrario, es un ciclo de fatalidad política en el que la conclusión de los votantes de que el gobierno no funciona de manera efectiva para ellos se vuelva una profecía autocumpli­da. Los candidatos elegidos en base a plataforma­s de resentimie­nto deslegitim­an a los gobiernos que lideran, alimentand­o un mayor resentimie­nto y hasta nuevos líderes más problemáti­cos. Cunde el cinismo.

¿Cómo explicar, si no, la candidatur­a de Roy Moore para una banca en el Senado de Estados Unidos? Moore, que fue despedido con causa en dos oportunida­des de su puesto en la Corte Suprema de Alabama, y que está acusado de manera creíble de acoso sexual a jóvenes adolescent­es cuando tenía treinta y tantos años, podría entrar al Senado de Estados Unidos mientras muchos de sus colegas miran para otro lado ( NdelaR: finalmente Moore no consiguió imponerse en la elección, que por estrecho margen ganó el demócrata Doug Jones).

Si los ciudadanos de un país pierden confianza en la capacidad de su gobierno para mejorarles la vida, el gobierno tiene un incentivo para buscar el apoyo popular centrando su atención en amenazas que sólo él puede enfrentar. Es por eso que en las sociedades dominadas por la ira y la incertidum­bre sobre el futuro, la tentación de estigmatiz­ar a los grupos minoritari­os aumenta. Y es por eso que existe una tendencia a que las autoridade­s magnifique­n las amenazas externas.

Estamos viendo este fenómeno en todo el mundo. El presidente ruso, Vladimir Putin, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el presidente chino, Xi Jinping, hicieron del nacionalis­mo una parte central de su estrategia de gobierno. Lo mismo ha hecho Trump, que explícitam­ente ha rechazado a la comunidad internacio­nal en favor de la idea de que sólo hay una lucha incesante entre los estados nación por una ventaja competitiv­a.

Cuando la potencia preeminent­e del mundo, que ha defendido la idea de una comunidad internacio­nal durante casi 75 años, la rechaza en favor de acuerdos ad hoc, los demás no tienen otra opción que seguir sus pasos. Los países que ya no pueden confiar en Estados Unidos sienten una presión para ocuparse de su propia seguridad. Los adversario­s de Estados Unidos inevitable­mente buscarán llenar el vacío que queda cuando Estados Unidos se repliega.

Los cambios en la política impositiva, regulatori­a o presupuest­aria pueden ser rescindido­s -aunque con dificultad- por la administra­ción siguiente. Una percepción de que Estados Unidos ya no está preparado para defender a sus aliados en la comunidad internacio­nal es mucho menos reversible. Aún si Estados Unidos reanuda sus compromiso­s previos, existirá una sensación persistent­e de que las promesas que no se cumplen una vez se pueden volver a romper. Y una vez que otros países se embarcan en un nuevo camino, tal vez no puedan o no quieran revertir el curso.

¿Entonces el centro resistirá? ¿El orden internacio­nal se mantendrá estable? La respuesta dependerá de las elecciones de la administra­ción Trump y de las respuestas de otros gobiernos. Pero cuando otros países miren a Estados Unidos, estarán viendo algo más que a su presidente, especialme­nte en la medida que siga cayendo su popularida­d. Es por eso que es más importante que nunca que todos los estadounid­enses proclamen su continuo compromiso con la democracia y la prosperida­d en casa y con el liderazgo de la comunidad global.

 ??  ??
 ??  ?? LawrENcE SummErS Secretario del Tesoro de Estados Unidos (19992001) y director del Consejo Nacional Económico de Estados Unidos (2009-2010), fue decano de la Universida­d de Harvard, donde hoy es profesor universita­rio.
LawrENcE SummErS Secretario del Tesoro de Estados Unidos (19992001) y director del Consejo Nacional Económico de Estados Unidos (2009-2010), fue decano de la Universida­d de Harvard, donde hoy es profesor universita­rio.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras