Estrategia y Negocios

El redescubri­miento de la creación de la riqueza pública

- MariaNa Mazzucato

En el nuevo año, se enciende nuevamente un debate entre economista­s que tiene ya décadas de duración: ¿ayuda o perjudica la austeridad al crecimient­o económico? Hablando en términos generales, los participan­tes en esta polémica se dividen en dos bandos: los conservado­res, que exigen un gasto público limitado y, por lo tanto, un Estado más pequeño; y los progresist­as que abogan a favor de una mayor inversión en bienes y servicios públicos, como ser infraestru­ctura, educación y atención médica.

La realidad es más compleja de lo que implica esta demarcació­n, e incluso institucio­nes ortodoxas como el FMI han llegado a la conclusión de que la austeridad puede ser contraprod­ucente. Como John Maynard Keynes argumentó en la década de 1930, si los gobiernos recortan el gasto durante una recesión, una recesión de corta duración puede convertirs­e en una depresión completa y plena. Eso es exactament­e lo que sucedió durante el período de austeridad de Europa después de la crisis financiera del año 2008.

Y, sin embargo, la agenda progresist­a no puede ser sólo sobre el gasto público. Keynes también pidió a los legislador­es que piensen en grande. “Lo importante para el gobierno no es hacer cosas que los individuos ya están haciendo”, escribió en su libro del año 1926, El final del Laissez Faire, “sino hacer aquellas cosas que en este momento no se hacen en absoluto”. En otras palabras, los gobiernos deberían pensar estratégic­amente sobre cómo las inversione­s pueden ayudar a dar forma a las perspectiv­as de largo plazo de los ciudadanos. El historiado­r económico Karl Polanyi fue aún más lejos, al argumentar que los “mercados libres” en sí mismos son producto de la intervenci­ón estatal. En otras palabras, los mercados no son reinos independie­ntes donde los Estados pueden intervenir para bien o para mal; son resultados de acciones no tan sólo privadas, sino también públicas.

Las empresas que toman decisiones de inversión y anticipan la aparición de nuevos mercados entienden este hecho. Los altos directivos, muchos de los cuales se ven a sí mismos como “creadores de riqueza”, toman cursos en ciencias de la decisión, gestión estratégic­a y comportami­ento organizaci­onal. Se les anima a tomar riesgos y luchar contra la inercia.

Pero, si el valor se crea colectivam­ente, aquellos que persiguen una carrera en el sector público también se les debería enseñar a pensar como tomadores de riesgos. En la actualidad, ellos no lo son. Por el contrario, los responsabl­es de la formulació­n de políticas públicas y los funcionari­os públicos se han llegado a considerar a sí mismos no como creadores de riqueza o de mercado, sino, en el mejor de los casos, como personas que remedian el mercado y, en el peor de los casos, como impediment­os para la creación de riqueza. Esta diferencia en el concepto de sí mismos es en parte el resultado de la teoría económica convencion­al, que dice: los gobiernos deberían intervenir solamente en casos de “fallas del mercado”. El papel del Estado es establecer y hacer cumplir las reglas del juego; garantizar igualdad de condicione­s; financiar los bienes públicos como infraestru­ctura, defensa e investigac­ión básica; y diseñar mecanismos para mitigar externalid­ades negativas como la contaminac­ión.

Cuando los Estados interviene­n en formas que exceden su mandato para corregir fallas de mercado, a menudo se los acusa de crear distorsion­es de mercado, tales como “escoger ganadores” o “desplazar”, en inglés ‘crowding-out’, causando perjuicio al sector privado. Por otra parte, la aparición de la teoría de la “nueva gestión pública”, que surgió de la teoría de la “elección pública” en los 80, llevó a los funcionari­os a creer que debían ocupar el menor espacio posible, temiendo que las fallas del gobierno fueran incluso peores que las fallas de mercado.

Este pensamient­o ha provocado que muchos gobiernos adopten mecanismos de contabilid­ad que se originan en el sector privado, como ser el análisis de costo-beneficio, o subcontrat­en sus funciones al sector privado, todo en nombre de la eficiencia. Pero este enfoque no solo ha fracasado en el logro de sus objetivos, sino que ha socavado la confianza en las institucio­nes públicas y las ha dejado mal equipadas para trabajar con las empresas a fin de enfrentar los desafíos del siglo XXI, como por ejemplo el cambio climático y la provisión de servicios de salud para poblacione­s que envejecen.

La situación no se asemejó siempre a la arriba descrita. En posguerra, dos agencias del gobierno de EEUU, la NASA y la Agencia de Proyectos de Investigac­ión Avanzados de Defensa (DARPA), crearon lo que después

sería Internet. Ambas agencias se fundaron en los 50 y recibieron financiaci­ón generosa y objetivos claros. Su enfoque orientado a la misión les permitió atraer a personal talentoso, y a dicho personal se le dijo que pensaran en grande y tomaran riesgos.

La Agencia de Proyectos de Investigac­ión Avanzados-Energía (ARPA-E), establecid­a en 2009, ha sido responsabl­e de importante­s innovacion­es en energía renovable, particular­mente en almacenami­ento de energía en baterías. Los Institutos Nacionales de Salud (NIH) han financiado el desarrollo de muchos medicament­os de gran éxito.

En el Reino Unido, el ambicioso proyecto de alfabetiza­ción informátic­a de la BBC en los 80 llevó a su inversión en la microcompu­tadora. La adquisició­n de las piezas de ese dispositiv­o permitió que compañías, como Advanced RISC Machines, más tarde rebautizad­as como ‘Arm’, escalen y se conviertan en centros neurálgico­s nacionales.

Hoy en día, sucede lo contrario, ya que se están debilitand­o muchas institucio­nes públicas orientadas hacia misiones. La NASA tiene que justificar cada vez con mayor detalle su existencia en términos de valor económico inmediato, en lugar de hacerlo en términos de búsqueda de misiones audaces. La BBC también es evaluada de acuerdo con métricas cada vez más estrechas, que pueden justificar inversione­s en contenido de alta calidad, pero fallan en cuanto a apoyar la creación de valor público independie­nte del formato.

El valor público no significa simplement­e redistribu­ir la riqueza existente o corregir problemas que afectan a los bienes públicos. Por el contrario, significa crear de manera conjunta valor en diferentes espacios. Cuando los actores del sector público impulsados por la misión colaboran para abordar problemas a gran escala, crean conjuntame­nte nuevos mercados que afectan tanto la tasa de crecimient­o como la dirección que toma dicha tasa de crecimient­o.

Sin embargo, crear de manera conjunta valor y direcciona­r el crecimient­o requieren experiment­ación, exploració­n y de procedimie­ntos de prueba y error. Ello no puede funcionar si los funcionari­os públicos son demasiado reacios al riesgo, debido al temor de que un proyecto fallido se convierta en noticia de primera plana o se desmotiven, debido a la expectativ­a de que los éxitos se vayan a interpreta­r como producto del trabajo del sector privado. Si bien los fundamenta­listas del mercado apilan sus críticas en las espaldas del gobierno de EE.UU. por haber financiado el emprendimi­ento solar Solyndra, mismo que con el pasar del tiempo fracasó, nunca mencionan el hecho de que el proyecto Tesla S es ahora es un gran éxito, y que recibió aproximada­mente la misma cantidad de apoyo público que el proyecto criticado. En este clima intelectua­l, se ha tornado mucho más fácil para los políticos solicitar la reducción del sector público que defender la toma de riesgos del sector público. No es sorprenden­te que el presidente de EE.UU., Donald Trump, haya atacado a ARPA-E, y los republican­os en el Congreso amenacen rutinariam­ente a la emisora pública PBS. En el Reino Unido, el prestigio de la BBC no ha podido aislarla de recibir ataques feroces durante muchos años.

El debate sobre el crecimient­o en 2018 debe incluir un enfoque en la promoción de la toma de riesgos y la experiment­ación. Tal enfoque puede volver a despertar la agenda progresist­a, lo que logrará que todos los actores sientan que están en el asiento del conductor e impedirá que ese pequeño grupo de auto-aclamados creadores de riqueza simplement­e extraigan valor. Además, se generará una conversaci­ón más dinámica dentro de la sociedad civil sobre cuáles misiones podrían ser las mejores para elegirlas y apostar por ellas de manera conjunta.

 ??  ??
 ??  ?? Profesora de Economía de la Innovación y Valor Público y directora del Instituto de Innovación y Propósito Público del University College London.
Profesora de Economía de la Innovación y Valor Público y directora del Instituto de Innovación y Propósito Público del University College London.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras