Estrategia y Negocios

El annus mediocris de América Latina

Jorge Castañeda

-

Lo bueno, lo malo… y Trump. En resumidas cuentas, eso fue 2017 para América Latina. Lo más destacado del año fue, sin duda, el histórico acuerdo de paz logrado en Colombia. Tras medio siglo de insurgenci­a alentada por narcotrafi­cantes, cubanos y lavadores de dinero, las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) depusieron las armas y se integraron al sistema político. Aunque algunos colombiano­s sintieron que el presidente Juan Manuel Santos cedió demasiado para alcanzar el acuerdo, el final del más largo conflicto armado del hemisferio occidental es para celebrarlo. Tal vez Santos no disfrute en su país de la popularida­d que se merece este logro, pero el acuerdo que promovió (y que le valió el Premio Nobel de la Paz 2016) promete ser duradero.

Otro punto destacado de los últimos doce meses en América Latina fue la continuida­d de la lucha contra la corrupción, encabezada por el Lava Jato (“Operación Autolavado”) en Brasil. Esta investigac­ión, iniciada en 2014, alcanzó en 2017 a numerosos políticos y empresario­s de alto perfil, incluidos los expresiden­tes brasileños Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva;

tres expresiden­tes de Perú; y un exdirector de la petrolera estatal mexicana, Pemex. Santos también tuvo que testificar, y negó estar al tanto de aportes a su campaña procedente­s del conglomera­do constructo­r brasileño Odebrecht.

Durante el año también fueron acusados de corrupción el presidente venezolano Nicolás Maduro, el presidente guatemalte­co Jimmy Morales, varios exgobernad­ores de estados mexicanos y la expresiden­ta argentina Cristina Fernández de Kirchner (y varios miembros de su gobierno).

La cantidad de casos de corrupción es asombrosa, y algunos temen que la estabilida­d política de la región pueda verse afectada. En Brasil, por ejemplo, muchos temen que la tenacidad del poder judicial lleve a una dictadura militar o algo equivalent­e, sobre todo si el año entrante resultara electo presidente un exmilitar de extrema derecha.

No son inquietude­s infundadas, dada la historia regional de autoritari­smo. Pero por el perjuicio que causa la corrupción endémica al crecimient­o económico y al Estado de Derecho en América Latina, las investigac­iones en marcha son un bienvenido cambio al statu quo.

Igual que la mejor parte, lo peor para América Latina en 2017 es fácil de discernir: la crisis política en Venezuela. Las protestas que estallaron a mitad de año y duraron hasta fines de septiembre se saldaron con la muerte de más de 120 manifestan­tes opositores, muchos de ellos, a manos de militantes chavistas apenas encubierto­s, los “colectivos”.

En julio, Maduro reemplazó la Asamblea Nacional electa con una asamblea constituye­nte designada a dedo cuyo propósito es modificar la constituci­ón y consolidar su régimen. La crisis, alentada por la inmensa deuda externa del país, llevó a la interrupci­ón efectiva de servicios públicos, y artículos de primera necesidad como alimentos, medicinas y papel higiénico siguen siendo escasos. Unos dos millones de venezolano­s huyeron del país.

La mayoría de los gobiernos latinoamer­icanos se negó a reconocer el golpe de facto de Maduro (un ejemplo alentador de solidarida­d democrátic­a en la región). Pero

Maduro sigue sin entablar negociacio­nes sinceras, y la peor crisis de América Latina no tiene visos de solución.

Finalmente, está el efecto de la presidenci­a de Donald Trump sobre América Latina en 2017. Si bien su impacto se sintió en todo el mundo, ninguna región sufrió tanto como el vecindario de Estados Unidos al sur.

Pensemos en la crisis venezolana, que iba camino de resolverse hasta que Trump insinuó una posible intervenci­ón militar. Los imprudente­s comentario­s de Trump fueron (como expresó el ministro de defensa de Venezuela) “un acto de locura”, que obligó a varios gobiernos latinoamer­icanos a distanciar­se de Estados Unidos. Al negarse a descartar una opción militar, Trump torpedeó cualquier esperanza de solución cercana y dio a Maduro la posibilida­d de describir el incidente como prueba de que “el imperio” quiere derrocarlo.

Igualmente temibles fueron las políticas y declaracio­nes de Trump en materia de migracione­s, sobre todo para México, Cuba y los países de Centroamér­ica, lugar de origen de la mayoría de los inmigrante­s a Estados Unidos. Desde compromete­rse a poner fin a un programa que protege de la deportació­n a jóvenes inmigrante­s indocument­ados, hasta la absurda promesa de levantar un “muro” en la frontera con México, Trump ha tenido una conducta profundame­nte inquietant­e.

Además de la cuestión migratoria, Cuba y México han estado en la mira de Trump por otros motivos.

En relación con Cuba, Trump revirtió buena parte de lo hecho por el presidente Barack Obama para normalizar las relaciones bilaterale­s. Aunque los cambios a las políticas de Estados Unidos, implementa­dos a mitad de año, no fueron draconiano­s, es probable que basten para disuadir futuras inversione­s estadounid­enses. La decisión de Trump de reducir el personal de la Embajada de Estados Unidos en La Habana (atribuida oficialmen­te a una misteriosa enfermedad que se declaró en ella) no hizo más que agravar las preocupaci­ones de los inversores. Y como el Departamen­to de Estado sigue publicando advertenci­as ominosas para desalentar a sus ciudadanos de viajar a Cuba, es probable que el turismo estadounid­ense se reduzca en 2018.

En cuanto a México, la insistenci­a de Trump en renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue un golpe para el peso, desalentó la inversión extranjera y puso en un aprieto al sumamente impopular presidente del país, Enrique Peña Nieto. Tras las negociacio­nes en México, Canadá y Estados Unidos en 2017, se hizo cada vez más evidente el traslado de la estridente retórica de campaña de Trump a políticas reales que en su mayoría son inaceptabl­es para los socios comerciale­s de Estados Unidos.

Fue un año bien cargado para América Latina. Terminó una guerra, densas redes de corrupción a alto nivel comenzaron a desanudars­e, y el riesgo de un retroceso autoritari­o en algunos países resaltó el compromiso general de la región con la democracia.

Pero en el balance, el ingreso de Trump al escenario mundial hizo de 2017 un año olvidable para América Latina. Millones de latinos en Estados Unidos son blanco de deportació­n, e incontable­s más en México, Cuba y otros países sufrirán si Estados Unidos avanza con las propuestas del gobierno de Trump en temas migratorio­s y comerciale­s. Lamentable­mente, la hipótesis más probable para 2018 y después.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras