Corrupción, violencia y democracia, retos del Istmo
“Gobiernos centroamericanos han fracasado miserablemente” en materia de seguridad, pero no son únicos responsables, apunta Juan Carlos Hidalgo
Las palabras de Juan Carlos Hidalgo no suelen dejar indiferentes. El costarricense, analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute, no suele la morderse lengua a la hora de hablar; y eso le ha granjeado tantas simpatías, como antipatías, en estos tiempos casi distópicos de ‘Black Mirror’ y redes sociales.
Hidalgo, uno de los liberales más reconocibles del panorama tico, desgrana diversos temas de interés para la región. En un breve repaso en forma de entrevista, el especialista nos da sus claves sobre la (in) sostenibilidad fiscal de la región, las afecciones de las políticas de Donald Trump hacia Centroamérica, así como los principales retos que enfrentan nuestros países.
No deja de lado la controvertida agenda conservadora que se está imponiendo en todo el Istmo, hasta el punto que considera que “Centroamérica será una de las últimas regiones en el hemisferio en donde permee la agenda liberal en temas sociales”. Y también nos habla de su país y las elecciones de febrero. Costa Rica nunca había estado en un riesgo tan considerable de caer en las garras del populismo. Y lanza un aviso a navegantes: “La gente que apoya a (el candidato Juan Diego) Castro debe tener en cuenta que, si bien Costa Rica tiene muchos problemas, puede estar mucho peor si elige a un populista autoritario como presidente”.
¿Cuáles son los principales retos que enfrenta la región en 2018?
Los principales retos en Centroamérica son mayormente institucionales –corrupción endémica, niveles de violencia entre los más altos del planeta, marcado deterioro democrático–. A estos se suma un ritmo de crecimiento económico que, si bien está por encima del promedio latinoamericano, no alcanza para disminuir significativamente la pobreza y para poner a la región en la senda del progreso (con la excepción de Panamá, claro está). Los problemas institucionales son los principales obstáculos para que la región alcance un desempeño económico más robusto.
El Istmo vive una crisis fiscal ¿Quiénes tienen peores perspectivas?
El Salvador y Costa Rica son los países con las peores perspectivas fiscales, tanto por su elevado nivel de endeudamiento como por el ritmo de crecimiento de la deuda. En El Salvador el énfasis en los últimos años ha sido la aprobación de nuevos impuestos, lo cual no ha logrado estabilizar las finanzas estatales, más bien el país entró en una mora selectiva en el 2017 por el impago de bonos locales. Un default de mayor magnitud es cuestión de tiempo. En el caso de Costa Rica, se avizora una fuerte crisis fiscal con un gobierno que ya muestra señales de insolvencia. La interrogante es de qué manera se materializará la crisis: si a través de la monetización de la deuda –con una resultante elevada inflación–, la asfixia de la economía por el disparo de las tasas de interés, o el impago de obligaciones financieras.
EE.UU. acaba de realizar una gran reforma fiscal, con enormes incentivos para las empresas. ¿Puede afectar al empleo en la Centroamérica?
La política tributaria es uno de muchos factores que toman en cuenta las empresas a la hora de decidir invertir en un país. En el caso de Centroamérica, quizá el factor más importante es el costo de la mano de obra, lo cual no cambia con la reforma tributaria de EE.UU. Además, muchas de las multinacionales en la región se encuentran en regímenes de zonas francas, donde ya
La región debería aprender de La experiencia de otras naciones y apostar por tasas de impuesto corporativas en eL orden deL 15%’’, apunta juan carLos hidaLgo, deL cato institute
pagan tasas de impuestos corporativos preferenciales. De tal forma que no preveo deslocalizaciones importantes producto de la reforma tributaria de EE.UU. Pero sin lugar a duda, no ayuda a las perspectivas en el mediano y largo plazo de Centroamérica como foco de atracción de inversión –no solo extranjera sino también nacional– tener tasas corporativas que están por encima del promedio de la OCDE –que es del 24%–. La región debería aprender de la experiencia de otras naciones y apostar por tasas de impuesto corporativas en el orden del 15%.
Las políticas migratorias de Trump también son vistas como un riesgo ¿Puede afectar al envío de remesas?
Sin lugar a dudas lo afectará, la interrogante es qué tanto. En el último año fiscal hemos visto un aumento del 25% en los arrestos de inmigrantes indocumentados. La señal es clara de que EE.UU. es ahora un país más hostil para el inmigrante que no cuenta con papeles. Si este ambiente se traslada a los lugares de trabajo y empieza a afectar la empleabilidad de los inmigrantes, entonces sí podríamos ver un impacto discernible en los flujos de remesas. A esto se suma la posible cancelación del TPS para Honduras, como ya ocurrió con Haití, Nicaragua y El Salvador, lo cual compromete aún más la permanencia de decenas de miles de centroamericanos en EE.UU.
¿Es la seguridad pública el mayor debe en las políticas públicas del Istmo?
La seguridad pública es la principal responsabilidad de cualquier gobierno en cualquier parte del mundo. En este sentido, los gobiernos centroamericanos han fracasado miserablemente. Sin embargo, la responsabilidad por este fracaso no recae solamente en ellos. El de las maras es quizás el fenómeno social más complejo del Hemisferio Occidental. Se han intentado diferentes estrategias para lidiar con este flagelo, sin mayores resultados. A esto hay que sumarle la creciente infiltración del narcotráfico, resultado de una fallida guerra contra las drogas impulsada por Washington. Es difícil contemplar un escenario donde países tan débiles institucionalmente puedan hacerle frente exitosamente a esta combinación de amenazas.
¿Qué tan positiva es la actuación de EE.UU., la UE y la ayuda internacional en general al desarrollo de la región?
En última instancia, el futuro de la región depende de los centroamericanos. EE.UU. y la UE pueden ayudar –y lo han hecho– abriendo sus fronteras a nuestros productos mediante acuerdos comerciales, facilitando la inversión y permitiendo que emigrantes de la región se establezcan en esos países y envíen remesas. Pero también pueden tener un impacto altamente negativo a través de políticas como la guerra contra las drogas, que tiene un elevadísimo costo en términos de violencia y corrupción en nuestros países. De igual forma, la estrategia de intentar asistir a la región mediante ayuda externa es contraproducente, incluso cuando ha sido supuestamente condicionada. La evidencia empírica muestra que, cuando se brinda ayuda externa a países con serios problemas institucionales, estos más bien pueden agravarse. El Salvador y Honduras han recibido cientos de millones de dólares en asistencia de la Corporación Reto del Milenio de EE.UU. por supuestamente cumplir metas contra la corrupción y en mejora de la institucionalidad. Durante este lapso, las calificaciones de estos países en indicadores de gobernanza y corrupción se han deteriorado.
¿Por dónde considera que pasa la eficiencia del gasto público?
Basta con repasar las posiciones de los países centroamericanos en el apartado de “eficiencia del gasto gubernamental” del Índice de Competitividad Global para caer en cuenta cuán mal estamos: Nicaragua (86), Costa Rica (101), Honduras (102), Guatemala (125), El Salvador (135) –entre 136 países–. Organismos multilaterales como el FMI y el BID insisten mucho en la supuesta necesidad de aumentar las cargas tributarias en la región. Pero cuando nuestros países tienen un récord tan magro en la eficiencia del gasto, darles más recursos a los gobiernos es un legítimo despropósito. Es más, en Costa Rica está documentado cómo la calidad de la justicia, educación y salud pública ha caído en la última década a pesar de que ahora se gasta muchos más recursos en esos rubros. De ahí que la pregunta es pertinente: en lugar de seguir obsesionados con el tamaño de las cargas tributarias, deberíamos empezar a cuestionarnos en qué se está yendo el dinero de los contribuyentes centroamericanos.
SOBRE ELECCIONES EN COSTA RICA
¿Se desplomaron definitivamente los partidos tradicionales en Costa Rica?
Los partidos siguen siendo vehículos electorales importantes, pero ya no determinan cómo vota la mayoría de los electores. Vemos que solo un 20% de los votantes dice simpatizar por el Partido Liberación Nacional (PLN), que históricamente ha sido el partido más importante. Las lealtades partidarias se han disipado. Ahora la mayoría de votantes se identifica primero con el candidato. Esto no quiere decir que Costa Rica está a las puertas de la desaparición del sistema de partidos políticos, pero sí que la mayoría de los votantes ya no se guía por mera intuición partidista a la hora de votar.
¿Cómo valora la irrupción de un candidato como el abogado Juan Diego Castro, que sube en las encuestas?
Juan Diego Castro es un demagogo populista con una clara propensión autoritaria. Él representa una amenaza para la institucionalidad democrática costarricense. El país reúne varias condiciones que han sido caldo de cultivo para el fenómeno populista en otras latitudes: un sector nada despreciable de la población siente un tremendo hartazgo hacia la clase política, a la que percibe como corrupta e inútil. Esto ha sido magnificado por el escándalo de corrupción conocido como “el cementazo”. El desencanto afecta también a los medios de comunicación, empresarios y el Poder Judicial. El aumento de la violencia y la percepción de que las autoridades son blandas con los criminales atizan el descontento. La gente que apoya a Castro debe caer en cuenta que, si bien Costa Rica tiene muchos problemas, puede estar mucho peor si elige a un populista autoritario como presidente.
¿Qué papel va a jugar la corrupción en la elección de 2018?
El caso del “cementazo” ha succionado la atención de los votantes, dejando poco espacio para la discusión de los grandes temas que el país debe priorizar para el 2018: la grave situación fiscal, la insostenibilidad de los sistemas de pensiones, la alta criminalidad, el alto desempleo y el colapso de la infraestructura vial y el transporte público. El hecho de que el caso del “cementazo” haya salpicado a los tres principales partidos políticos sin duda explica el fenómeno de Juan Diego Castro y que éste encabece las encuestas en este momento
Juan Diego Castro (CanDiDato a la presiDenCia De Costa riCa) es un Demagogo populista Con una Clara propensión autoritaria. Él representa una amenaza para la i ns ti tu C ion ali Da D DemoCrátiCa CostarriCense”