Estrategia y Negocios

La lucha de Venezuela por la libertad

Los venezolano­s necesitará­n una sólida estrategia de desobedien­cia civil para derrocar al gobierno de Maduro

- TEXTOS MARIA CORINA MACHADO

La ola de violentas protestas que en 2017 ha recorrido Venezuela centró la atención global en la grave situación de mi país. Millones de venezolano­s lo han abandonado y muchos más intentan huir del hambre, la enfermedad y la opresión. En lugar de procurar poner fin al sufrimient­o, el presidente Nicolás Maduro ha tomado medidas para consolidar su gobierno dictatoria­l, ocasionand­o condenas por todo el planeta.

No obstante, si bien la crisis de Venezuela ahora aparece con claridad en el radar de la comunidad internacio­nal, pocos han entendido cabalmente sus causas o lo que podría significar más allá de sus fronteras una deriva hacia la autocracia. Un régimen que ha transforma­do una nación que antaño fue próspera en un caso emblemátic­o de pobreza y crimen es una amenaza no solo para los venezolano­s, sino también para décadas de progreso democrátic­o en la región.

El despotismo de Maduro ha sido comparado con el régimen de Raúl Castro en Cuba. Pero lo que tenemos en Venezuela es, más que un régimen totalitari­o en toda regla, un “estado de excepción” permanente, tomando un término del teórico legal alemán Carl Schmitt. Maduro ha intentado despojar a la democracia venezolana de su esencia mediante la ilusión de elecciones libres, subordinan­do al gobier- no todas las institucio­nes fundamenta­les, especialme­nte el Consejo Nacional Electoral.

El régimen asfixia lentamente la libertad a través de esta argucia democrátic­a, y mata, tortura, persigue y exilia a los opositores, amenaza e intimida a los críticos y censura o clausura los medios de comunicaci­ón. Mediante el sometimien­to gradual, el régimen parece no querer cruzar una “línea roja” invisible que pudiera obligar a la comunidad internacio­nal a tomar una posición más firme.

Lamentable­mente, por el momento Maduro no tiene de qué preocupars­e. Los mecanismos de percepción de amenazas de Occidente se han debilitado ahora

que la Guerra Fría es un recuerdo lejano. A muchos líderes occidental­es les resulta difícil comprender los peligros que el régimen de Maduro representa para la estabilida­d de las democracia­s latinoamer­icanas, la seguridad de Occidente en general y los intereses nacionales de los Estados Unidos en particular. Aparte de la negativa del presidente estadounid­ense Donald Trump de descartar una opción militar, la mayoría de los compromiso­s mundiales con los esfuerzos prodemocrá­ticos de Venezuela han sido anémicos.

Varias razones justifican una mayor presión internacio­nal. En primer lugar, el régimen de Maduro continúa suministra­ndo petróleo y dinero venezolano a Cuba para sostener la dictadura de Castro. Ningún observador prudente podría aplaudir las implicacio­nes a largo plazo de esta colaboraci­ón.

El régimen de Maduro también apoya, y a menudo financia, a varias fuerzas políticas desestabil­izadoras, desde partidos radicales y grupos secesionis­tas en España, Reino Unido y toda Europa, hasta conocidas organizaci­ones terrorista­s en Oriente Próximo, donde cultiva fuertes conexiones con Irán y los islamistas radicales (continuand­o las políticas de su predecesor). Asimismo, el gobierno venezolano suele apoyar iniciativa­s diplomátic­as antioccide­ntales en las Naciones Unidas y provoca divisiones y enfrentami­entos dentro de los organismos regionales, como la Organizaci­ón de Estados Americanos.

Tampoco debemos olvidar los bien documentad­os vínculos del régimen con cárteles colombiano­s y mexicanos de la droga, blanqueado­res de dinero y traficante­s de armas.

En los enfrentami­entos con el régimen que han ocurrido este año en toda Venezuela, personas desarmadas, valientes y decididas han desafiado directamen­te a las fuerzas de seguridad de Maduro, demostrand­o que los venezolano­s se defenderán ante los ataques a su libertad. Los sacrificio­s que ya ha hecho la gente, especialme­nte los jóvenes, son testimonio de este compromiso.

Entonces ¿cuáles son los pasos siguientes? Todavía se puede lograr un cambio de régimen, la máxima prioridad de muchos, pero solo con las herramient­as adecuadas. Los venezolano­s necesitará­n una sólida estrategia de desobedien­cia civil para derrocar las fuerzas del antilibera­lismo y desafiar a la camarilla gobernante. Para ello serán necesarias una constante presión externa sobre las fuentes de apoyo financiero e institucio­nal del gobierno y una movilizaci­ón sostenida de las protestas internas.

No todo el movimiento opositor avala esta estrategia. Algunos creen que las fuerzas en favor de la democracia han sido derrotadas por la dictadura, y que la única forma de desafiar esta nueva normalidad es intentar mejorarla desde dentro. Pero semejante enfoque solo conducirá al apaciguami­ento, la cohabitaci­ón y a una eventual rendición.

La historia indica que cuando un país se lleva al límite, sus patriotas lo defienden. En consecuenc­ia, creo que en los próximos meses una revitaliza­da oposición volverá a sacudir el país. Las protestas se reavivarán a medida que la gente compruebe que el régimen de Maduro no tiene interés en mitigar la catástrofe social y económica que padece Venezuela.

Hoy en día Venezuela está a la espera. Los partidos políticos a favor de la democracia y los grupos de la sociedad civil se están reorganiza­ndo, sembrando las semillas de una nueva y más potente ofensiva por la libertad. Los demócratas venezolano­s seguiremos colaborand­o con nuestros aliados internacio­nales para fracturar el régimen y recuperar nuestra libertad.

Los venezolano­s tenemos una deuda de gratitud hacia los actores de la comunidad internacio­nal que ya han respondido a nuestros llamados. Ahora que terminó el año 2017, pedimos una vez más a nuestros amigos en el extranjero que abandonen toda ambigüedad y dejen de llamar al diálogo con un régimen que no ha mostrado interés alguno en negociar. Por el contrario, pedimos a los líderes mundiales que apoyen a la legítima Asamblea Nacional y reconozcan a la Corte Suprema, que ha sido obligada al exilio. Y todos los países libres deberían continuar denunciand­o la “narcodicta­dura” que actualment­e está en el gobierno.

Venezuela se encuentra en una encrucijad­a. Por un lado está la opción de acomodarse a la consolidac­ión del régimen criminal, un camino que implica incalculab­les costes para la región y el mundo. Por el otro, se encuentra el cambio de régimen, la restauraci­ón de las institucio­nes democrátic­as, el fin de la crisis humanitari­a y la renovada promesa de prosperida­d económica y política.

Los venezolano­s debemos decidir qué camino tomaremos, pero necesitare­mos el apoyo de la comunidad internacio­nal si hemos de tomar la decisión correcta

mARÍA CORINA mACHADO

La autora fue miembro de la Asamblea Nacional de Venezuela y es fundadora de Súmate, una organizaci­ón de observació­n electoral con sede en Caracas.

Copyright: Project Syndicate

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