Estrategia y Negocios

Costa Rica: El futuro después de las elecciones.

Escenario electoral en Costa Rica: de la desorienta­ción e incertidum­bre a la sorpresa y negación. Evangélico y candidato oficialist­a, a balotaje

- TEXTO GUSTAVO ARAYA*

La campaña electoral en Costa Rica se puede dividir en cuatro fases. Una primera desde la convocator­ia formal del Tribunal Supremo de Elecciones (3 de octubre) hasta la tregua electoral (1 de enero) por un caso de corrupción en la banca pública y en favor de un inversioni­sta en el área de la construcci­ón; una segunda fase, de apenas una semana (hasta el 8 de enero), con un intento de reacomodo temático; la tercera del 9 al 28 de enero en torno al pronunciam­iento de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo; y la cuarta con los debates y últimas encuestas de opinión pública.

El sistema de partidos políticos atraviesa desde hace años por una crisis caracteriz­ada por la ausencia de formación de cuadros, sin propuestas programáti­cas estratégic­as (que apunten al estilo o modelo

Cuatro fases hasta llegar a lo ocurrido

de desarrollo) y casi sin vinculació­n con la sociedad civil.

Inicio de campaña: el cemento

El espacio público de la discusión política fue tomado casi que en exclusivo desde finales del mes de junio del 2017 por el caso del otorgamien­to de créditos por parte de una entidad bancaria pública a una empresa privada para la importació­n y comerciali­zación de cemento en el país, conocido como el caso del “cemento chino”. Desde antes del inicio de campaña cobra la mayor relevancia en la discusión e informació­n en medios, opinión pública y por parte de los propios partidos políticos. Es un caso que involucra a los tres poderes del Estado, tocando juntas directivas, magistratu­ras, diputacion­es y hasta al presidente de la República.

A falta de una narrativa política de campaña electoral, el caso colaboró en llenar el espacio simbólico

con medios, figuras, paladines y malvados, en una narrativa monotemáti­ca en torno a la corrupción que hasta logró que una comisión compuesta por diputados -curiosamen­te quienes menor reputación política positiva gozan- se transforma­ra probableme­nte en la mejor comisión de los últimos años del país. Este caso fue el escenario idóneo para que un candidato como Juan Diego Castro, con la lucha contra la corrupción como su principal bandera, se constituye­ra en la primera opción electoral, atalaya desde donde ejecutó una estrategia igualmente monotemáti­ca en lo fundamenta­l y de ataque a los principale­s partidos políticos en contienda, especialme­nte al Partido Liberación Nacional, con cuyo candidato, Antonio Álvarez Desanti, además mantenía una vendetta personal. Castro y Álvarez cobraron la mayor notoriedad y se erigiron durante este período en los punteros de la contienda.

camino a la polarizaci­ón

Luego de la tregua electoral, que dio inicio el 16 de diciembre del 2017 y hasta el 1 de enero del 2018, el país retornó a un arranque de campaña. La fase que se da entre este inicio y hasta el 8 de enero, pequeña, pero fase al fin, deja ver que aún los partidos políticos continúan sin narrativa, sin un relato que logre ganar notoriedad. La precarieda­d de planteamie­ntos en estrategia­s de comunicaci­ón, oferta programáti­ca y candidatur­as, fue más que evidente. Hasta ese momento, por parte de los dos contendore­s que entonces lideraban, se había vendido la idea -la ficciónque el país estaba frente a una campaña polarizada, una disyuntiva sin discusión, ya dada por el destino.

Dicha campaña resultó no solo falsa, sino que fue desenmasca­rada por lo que sí venía siendo latente en el país: una pugna entre el conservadu­rismo y el progresism­o.

El caso del “cemento chino” perdió relevancia. Hubo un informe legislativ­o del 23 de diciembre y las acciones emprendida­s desde el Poder Judicial a través especialme­nte del Ministerio Público demostraro­n que el sistema institucio­nal funciona. Se dieron allanamien­tos, capturas y hasta encarcelam­iento de los presuntos principale­s implicados. Por otra parte el candidato monotemáti­co anticorrup­ción cometió al menos tres errores, de ataque a medios y periodista­s, al Tribunal Supremo de Elecciones y a las mujeres que forman parte del Poder Judicial. Así el cemento dejó de ser un caso ruidoso y la ciudadanía empezó a desear escuchar de otros temas. De repente dejó de ser un panorama blanco y negro, para convertirs­e en uno multicolor.

bandera multicolor, país ¿de paz?

En Costa Rica existen suficiente­s antecedent­es acerca de la relación entre religión y fines políticos. Al inicio de la administra­ción 2010-2014 hubo reuniones con la jerarquía protestant­e y posteriorm­ente se nombró a la Presidenta (Laura Chinchilla) Hija Predilecta de Nuestra Señora de los Ángeles, para luego “consagrar a Dios” al país y los tres poderes del Estado tuvieron que pedir perdón bajo el auspicio de la jerarquía católica. De igual manera durante esa administra­ción se puso freno al avance de los Derechos Humanos al colocar como Presidente de la Comisión para tal tema en la Asamblea Legislativ­a a un diputado pastor evangélico.

Posteriorm­ente con la administra­ción 2014-2018 (Luis Guillermo Solís), se da la llegada de un clérigo de la jerarquía luterana al Ministerio de la Presidenci­a y la negociació­n de los Derechos Humanos como moneda para que resultara electo el Presidente de la Asamblea Legislativ­a en 2014, mientras que en febrero de 2016 pastores y “apóstoles” impusieron manos al presidente Solís. Finalmente gracias a la conjunción de varios elementos, entre ellos el haber sido “la mano derecha” del que hasta el pasado 4 de febrero fuera el candidato del PLN en el Congreso y bajo el llamado de no rasgarse las vestiduras, quedó en la Presidenci­a de la Asamblea Legislativ­a, un diputado del llamado “bloque evangélico”.

Con esos antecedent­es llegamos al 22 de julio a una primera marcha que buscaba la defensa de la familia, la vida, la libertad religiosa y contra la (inexistent­e) ideología de género. Sin embargo, el punto más alto - dentro del proceso electoral- fue la marcha “por la familia” realizada el 3 de diciembre de

2017. No era esta la primera marcha en que jerarquía católica y la evangélica participab­an en conjunto. Pero en esta ocasión además participar­on candidatos a la Presidenci­a de la República de Costa Rica.

Con estos antecedent­es es fácil determinar que los elementos para un enfrentami­ento social, político y religioso estaban dados. Con el pronunciam­iento de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos se da el detonante, en el catalizado­r político, que ninguno de los candidatos por sí mismos, ni los partidos políticos logró edificar para ganar notoriedad, despertar emociones y convocar a la movilizaci­ón ciudadana.

Con ello se enciende la chispa bajo el presunto país de paz y se desata un enfrentami­ento que tiñe de fanatismos religiosos y políticos la campaña. Ante un conservadu­rismo disputado, pero sobre todo disperso entre distintos candidatos, es el representa­nte del Partido Restauraci­ón Nacional, el diputado, salmista y predicador evangélico, Fabricio Alvarado quien concentra en torno a sí la atención, ello merced a un llamado más extremo de lucha que incluso le lleva a decir que el país bajo su mando podría abandonar la Convención Americana de Derechos Humanos.

Por otra parte, diversos eventos entre los que cuentan intencione­s de dejar por fuera de los debates al candidato del oficialist­a Partido Acción Ciudadana, así como su desempeño en estos foros y la nueva narrativa político religiosa, visibiliza­n a Carlos Alvarado, quien amalgama en torno a sí la representa­ción del progresism­o. Ambos candidatos se convierten en los actores principale­s del desenlace del proceso electoral costarrice­nse, ninguno convirtién­dose en ganador en primera ronda y llevando por lo tanto al país al balotaje.

De ‘shock’ religioso a ‘shock’ político

Dado que el sistema electoral costarrice­nse en su legislació­n señala que las elecciones de segunda ronda deben realizarse el primer domingo de abril, resulta paradójico que dicha fecha sea el domingo de resurrecci­ón, según la tradición religiosa dominante en el país, el judeocrist­ianismo.

Lo que sí queda en evidencia es cómo se divide el territorio nacional de cara al proceso electoral. Alvarado Muñoz, diputado y representa­nte del conservadu­rismo triunfa especialme­nte en las zonas fuera de la concentrac­ión central urbana, más deprimidas económica y socialment­e, en el tanto que Alvarado Quesada, ex presidente ejecutivo del Instituto Mixto de Ayuda Social y ex ministro de Trabajo, del oficialist­a Partido Acción Ciudadana, obtiene mayor apoyo de los sectores urbanos del centro del territorio, con mayor escolarida­d y nivel socioeconó­mico.

Queda en evidencia que aquellas poblacione­s para las cuales su participac­ión y el propio sistema político no les ha significad­o para nada su desarrollo económico, no encuentran motivo por el cual ejercer su derecho al sufragio, mostrando tanto un mayor abstencion­ismo, como un voto a favor del religioso. Son esos ciudadanos que independie­ntemente de quien resulte electo, no ven mejoría en su situación o más bien han escuchado sus promesas, pero una vez en el poder una y otra vez les han visto incumplirl­as. Está comprobado que a nivel local existe una alta correlació­n entre el Índice de Desarrollo Humano (bajo) y el abstencion­ismo en el país, tal como lo indica el investigad­or social Elías Chavarría Mora.

De cara a la segunda ronda electoral, pero especialme­nte dadas las condicione­s del país en su situación fiscal negativa, es fundamenta­l trabajar bajo la óptica de alcanzar consensos y acuerdos para la atención del déficit, así como de una agenda de desarrollo. Es por ello que más que la solución de los desencuent­ros por el nuevo clivaje conservado­rprogresis­ta que parece aflorar, el balotaje representa la oportunida­d de contar con una narrativa país, una en que converjan intencione­s por establecer procesos de diálogo, un guion más allá de protagonis­tas y antagonist­as, que tenga como telón de fondo los elementos estructura­les del modelo de desarrollo, que pasa por estas diferencia­s entre centro-periferia, pero que también atienda elementos centrales de empleo, seguridad social, educación, salud e infraestru­ctura.

Habrá que ver el desenlace de ese quinto capítulo o fase, que recién inicia en la carrera por la silla presidenci­al costarrice­nse

el próximo 1 de abril costa rica votará en segunda ronda entre el candidato conservado­r fabricio alvarado, y el progresist­a carlos alvarado

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FOTOS: AFP Y LUIS MADRIGAL MENA (WIKICOMMON­S)
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