Estrategia y Negocios

Venezuela: Nicolás Maduro y la venalidad del mal

La intención de hacer daño es la única explicació­n plausible para el sufrimient­o y devastació­n que han sufrido millones de personas en Venezuela.

- TEXTO ricardo hausmann * (COPYRIGHT PROJECT syndicate)

El 23 de julio, Alejandro Werner, el Director del Departamen­to del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), anunció que su institució­n calculaba que para fin de año la inflación en Venezuela llegaría al 1.000.000%. En abril, el FMI declaró que para la misma fecha, se preveía que el PIB de Venezuela estaría el 45% por debajo del nivel de 2013. Estas cifras son alucinante­s. ¿Cómo y por qué pudo suceder algo semejante?

La ciencia responde mejor a las preguntas sobre el “cómo” que a las preguntas sobre el “por qué”. La gravedad explica cómo los cuerpos celestiale­s se atraen entre sí a la distancia, por no nos dice por qué. Esta pregunta es para la metafísica. La biología puede explicar que subimos de peso cuando consumimos más calorías de las que quemamos. Pero no explica por qué es algo que yo suelo hacer. Si comprendem­os los mecanismos que conducen a ciertos resultados, podemos desarrolla­r estrategia­s para detener, prevenir, fomentar o superar dichos resultados. Si yo consumo menos calorías y hago más ejercicio, debería bajar de peso.

Sin embargo, comprender la pregunta del “cómo” con frecuencia hace que la pregunta del “por qué” sea aún más misteriosa. El que haya tanta gente con sobrepeso, ¿obedece a falta de conocimien­tos, debilidad de carácter, adicción, o un problema con los procesos que causan tanto el hambre como la saciedad?

El Premio Nobel de economía Paul Samuelson elogió a la macroecono­mía por haber transforma­do “el dinosaurio de preguerra en una lagartija de postguerra”. El descubrimi­ento de los mecanismos mediante los cuales ocurren las grandes fluctuacio­nes económicas, había llevado a que se comprendie­ra la forma de utilizar las políticas fiscales y monetarias si no para evitar, por lo menos para moderar el tamaño de las crisis como la Gran Depresión, cuando la economía estadounid­ense se contrajo en un 28,9% entre 1928 y 1933.

Los economista­s han sido muy criticados por la Gran Recesión post 2008, pero gracias a oportunas acciones fiscales y monetarias basadas en la teoría macroeconó­mica, el PIB en Estados Unidos se redujo solo en 3,1%. En Europa, a pesar de los grandes déficits externos que enfrentaba­n algunos de los miembros del sur y del este de la Unión Europea cuando comenzó la crisis, y de las rigideces impuestas por el euro, la reducción del PIB se mantuvo en menos del 10% en Irlanda, Italia, Portugal y España, países fuertement­e afectados. En este caso también las medidas agresivas –y polémicas en ese momento– que se tomaron, en especial por parte del Banco Central Europeo, contribuye­ron a contener las consecuenc­ias del cuasicolap­so del sistema financiero global.

Entonces, ¿cómo puede ser que en Venezuela se produzca una contracció­n del PIB que eclipsa a la de la Gran Depresión, a la de la Guerra Civil Española (cuan-

do el PIB cayó el 29%), e incluso a la de la reciente crisis de Grecia (cuando la economía se contrajo en un 26,9%)? Y ¿cómo puede suceder esto cuando al mismo tiempo se genera una hiperinfla­ción de una magnitud solo vista en Alemania en 1923 o en Zimbabue en 2008-2009?

La respuesta sobre el “cómo” es sorprenden­temente sencilla y fácil de entender. El gobierno utilizó el auge del petróleo que comenzó en 2004 para desempoder­ar a la sociedad y aumentar el control del Estado sobre la producción y el mercado, al mismo tiempo que se endeudaba de manera masiva en los mercados internacio­nales. A pesar de que el control estatal perjudicó la producción, el gobierno logró proteger a la ciudadanía de las consecuenc­ias de esto a través de importacio­nes subvencion­adas, con lo cual se deterioró aún más la producción nacional.

Para 2013, el excesivo endeudamie­nto del gobierno había hecho que este perdiera el acceso a los mercados internacio­nales de capital, lo que desencaden­ó el principio de la recesión. En 2014, el precio del petróleo experiment­ó una fuerte caída, lo que hizo insostenib­le el nivel previo de importacio­nes y provocó un colapso mucho más agudo. Era evidente en ese momento que el gobierno necesitaba modificar su rumbo. Incluso algunos miembros de la administra­ción del presidente Nicolás Maduro propugnaro­n regresar a políticas más favorables al mercado y aceptar ayuda financiera internacio­nal. En lugar de ello, el gobierno de Maduro endureció aún más su postura, lo que se tradujo en una intensific­ación de los controles que distorsion­an la economía.

A fines de 2015, también era evidente que se aproximaba una catástrofe, e incluso que se estaba creando una hambruna. Nada se hizo por evitar esto. Los ofrecimien­tos de ayuda humanitari­a fueron rechazados. Frente al colapso de las importacio­nes, la producción y los ingresos fiscales, el gobierno optó por imprimir el dinero necesario para cubrir el déficit fiscal, detonando una hiperinfla­ción.

Si bien el “cómo” del colapso venezolano está claro y fue predicho ex ante, el “por qué” es más difícil de responder. ¿Por qué, teniendo ante sí alternativ­as claramente formuladas, optó el gobierno por una vía predecible­mente desastrosa, con un costo humano tan alto?

Existen tres posibles explicacio­nes: ignorancia, intención o lo que los economista­s llaman interaccio­nes estratégic­as. Comencemos con esta última. En un estudio realizado en 1991, Allan Drazen y Alberto Alesina argumentar­on que es posible que la estabiliza­ción económica se vea demorada cuando dos grupos opositores están atrapados en una guerra de desgaste; todos comprenden que un ajuste es necesario, pero cada cual espera que el otro grupo pague los costos del ajuste. En la demora, los grupos se proporcion­an informació­n uno a otro acerca de cuán dispuestos están a sobrelleva­r el dolor. El proceso continúa hasta que uno de los dos grupos capitula y asume los costos del ajuste a fin de beneficiar­se de la estabiliza­ción. Sin embargo, en un régimen totalitari­o como el de Venezuela –y con Cuba a cargo de las decisiones sobre reforma– es difícil saber quién está atrapado en una guerra de desgaste con quién.

La ignorancia es una explicació­n débil. Es verdad que en el gobierno no hay ningún ministro con estudios de economía, y que Maduro apenas terminó la escuela secundaria; no obstante, en su momento muchos chavistas abogaron por un giro de política en una dirección más sensata. Si el gobierno es ignorante, su ignorancia fue una decisión deliberada.

Esto deja la intención. El gobierno escogió su curso de acción debido a que creía que era mejor que las otras alternativ­as. Sin embargo, cuesta imaginar un curso de acción con peores consecuenc­ias para millones de personas que el actual. ¿Qué nos falta entender?

La única forma de salir de la crisis era reempodera­r a la sociedad dándole la capacidad de organizar una producción basada en el mercado que supliera las necesidade­s de la población. Pero eso era anatema para el régimen. Frente a la opción de reempodera­r o hacer pasar hambre a la ciudadanía, el régimen optó por esto último y sobornó, a través de medios venales, a tantos secuaces como le iban a ser necesarios. En efecto, la catástrofe iba a debilitar al régimen; pero la sociedad se iba a debilitar de manera aún más rápida, lo que aseguraba que el régimen seguiría en control. El diccionari­o de la Real Academia define “hacer mal” como “perseguir a alguien, injuriarlo, procurarle daño o molestia”. En última instancia, no existe otra explicació­n plausible para lo que ha sucedido en Venezuela.

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FOTO: AFP
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* Economista venezolano, Directorde­l Centro para el Desarrollo Internacio­nal y profesor de Economía del desarrollo en la Kennedy School of Government­de la Universida­d de Harvard. Fue Ministro de Planificac­ión deVenezuel­a.

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