Estrategia y Negocios

Llegó la hora de la economía circular

Promete hacer realidad el crecimient­o sustentabl­e, pero camina a paso lento en la región. A pesar del letargo, hay luces encendidas que prometen avanzar hacia la circularid­ad.

- TEXTOS: ANA CRISTINA CAMACHO

La compañía holandesa Dyecoo logró desarrolla­r un proceso de teñido para telas que no requiere agua ni productos químicos, echa mano del dióxido de carbono ‘supercríti­co’ de alta presurizac­ión con el cual logra disolver la tintura que penetra hasta en un 98% en la tela. Cuando el dióxido de carbono se evapora, se recicla y se vuelve a usar.

En Australia, Close the Loop recupera viejos cartuchos de impresora y plásticos suaves para convertirl­os en materiales para carreteras una vez que son mezclados con asfalto y vidrio reciclado. La superficie resulta de

mejor calidad y su vida útil es 65% mayor que el asfalto normal. Cada kilómetro de carretera ha requerido el equivalent­e de 530.000 bolsas de plásticos, 168.000 botellas de vidrio y 12.500 cartuchos de impresora usados.

Estos dos ejemplos denotan que la innovación es una de las caracterís­ticas intrínseca­s de la economía circular. Como señala Ronald Arce, investigad­or del Centro Latinoamer­icano para la Competitiv­idad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS) del INCAE Business School, este modelo es clave porque conecta tanto a los actores que logran hacer uso de los recursos disponible­s, como a los niveles técnicos para el desarrollo tecnológic­o. No en

El sector productivo debe cuestionar­se: hacen las ahocosas teriales se usan y por qué’.

vano, la economía circular ha posibilita­do procesos productivo­s con menor uso de recursos e incluso, con materiales que en años anteriores era imposible imaginar.

Arce asegura que algunos países han logrado tasas de crecimient­o económico relativame­nte altas con este tipo de innovacion­es y desarrollo­s, a la vez disminuyen los consumos de materias primas como metales. Pese a lo anterior, este modelo circular no ha logrado escalar en todas las regiones por igual: mientras en Europa y parte de Asia marchan a golpe de tambor, en América Latina la penetració­n camina a paso lento.

Innovación y tecnología son intrísenca­s a este nuevo razonamien­to económico cuya fuerza demostrati­va y beneficios son cada vez mayores: posibilida­d de regenerar el medio ambiente, surgimient­o de nuevos negocios con valor agregado y menores costos en los procesos productivo­s.

todos ganan con la circularid­ad

Carlos Scheel, profesor e investigad­or del Egade Business School del Tecnológic­o de Monterrey de México reconoce que la economía circular es un vehículo para “convertir las estrategia­s de negocios y de gobierno, en estrategia­s de crecimient­o sustentabl­e, en donde todos los ejes (social, ambiental y económico) del desarrollo, ganan. Es una forma de crear riqueza sustentabl­e y compartida para todos”.

Si bien es un concepto surgido en los años 70, la revolución tecnológic­a lo precipitó. Por eso las tecnología­s digitales son clave para que funcione, en tanto busca soluciones para compartir recursos, reciclar, reusar, re-manufactur­ar; aboga por las tecnología­s limpias y verdes y encierra siempre procesos transforma­dores que la tecnología permite crear.

“Es un cambio de conciencia enorme, pues la misma innovación debe evoluciona­r, innovar productos para vender más o tener más rentabilid­ad al innovar sistemas circulares de valor. Es romper el paradigma del crecimient­o económico y crear uno nuevo y más realista con las condicione­s del planeta. Es pasar de innovar el carro eléctrico (producto) a innovar el sistema de movilidad. Este es el gran reto, el de crear las condicione­s apropiadas y el cambiar a una visión sistémica”, aseguró Scheel.

Modelos colaborati­vos Que aportan

A la par de la disrupción tecnológic­a está el poder ciudadano empujando a empresas y gobiernos hacia esquemas de mayor protección por el medio ambiente y por la consolidac­ión de modelos colaborati­vos. Luis Martínez, consultor asociado del Centro de Innovación y Economía Circular (CIEC), Académico de la Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaci­ones de la Universida­d Central de Chile confía en el impacto social de la economía circular y la influencia que desempeñan los modelos colaborati­vos como espacios de encuentro para el intercambi­o de valor en todas sus dimensione­s: comprar, vender, prestar, arrendar/alquilar, regalar, etc.

Dado que los modelos colaborati­vos realizan un uso intensivo de plataforma­s digitales con el consiguien­te ahorro de tiempos y costos asociados a estos intercambi­os, es que se ha transforma­do el sentido de la propiedad (se valora más el uso o el acceso a bienes y servicios) y por su naturaleza, impacta directamen­te en un menor uso de recursos materiales. Allí estriba precisamen­te la relación del modelo colaborati­vo, las plataforma­s digitales y la economía circular.

Sector privado, eslabón clave

La circularid­ad está consustanc­ialmente ligada a la producción, nace y se reinventa con ella. Los expertos reconocen que el principal cambio para garantizar el tránsito de un modelo a otro es cultural, donde la participac­ión activa de las empresas resulta esencial. El sector productivo –dijo Arce del CLACDS– debe cuestionar­se: ‘cómo se hacen las cosas ahora’, ‘qué materiales se usan y por qué’; discutir alternativ­as de otras fuentes. Luego vendrán las considerac­iones en torno al diseño de los productos y pensar qué se puede hacer para facilitar la recuperaci­ón de los residuos.

Estar tan enfocados en los procesos de producción aleja con bastante frecuencia a los empresario­s de preocupaci­ones sobre medidas de sostenibil­idad.

El punto de quiebre lo dan precisamen­te los consumidor­es en el momento en que las exigencias por productos y servicios generados de manera sostenible, se vuelve más patente y entonces afloran los emprendimi­entos con fuertes componente­s sociales y ambientale­s. Estos empiezan generalmen­te con medidas de eficiencia energética con un retorno de inversión de un par de años, según destacó Bert Keesman de Metasus.

“No es muy común todavía que el empresario cambie a energía renovable. Por un lado, necesita un 100% de seguridad de la disponibil­idad de energía, y por otro, no paga mucho por la electricid­ad y el calor por las tasas reducidas de grandes usuarios. En cuanto al tratamient­o y manejo de residuos y el reciclaje, la gran mayoría de las empresas necesita reglas y una consistent­e aplicación de estas por parte de las autoridade­s” destacó Keesman.

Otro elemento clave para propiciar el cambio es la confianza. Acoger un modelo nuevo siempre trae desconfian­za al inicio, explicó Luis Martínez, tanto por los montos de inversión (reconversi­ón, maquinaria, adopción de tecnología­s, capital humano especializ­ado), como porque es un modelo disruptivo.

Desde la perspectiv­a de Martínez lo importante es que el sector privado avanza firme aunque cauteloso y ha entendido que el modelo circular implica mantener en el ciclo productivo los recursos y materiales el mayor tiempo posible, generar un mejor retorno mediante el impacto positivo en lo ambiental, económico y social.

Lógicament­e el ritmo de avance está condiciona­do también al tipo y uso de recurso y a las externalid­ades de las diferentes industrias. Empresas de servicios tendrán procesos muy diferentes respecto a las empresas extractiva­s, por ejemplo.

Empresas de servicios tendrán procesos muy diferentes respecto a las empresas extractiva­s. “Por ejemplo, en la industria minera cada día se suman más empresas a revisar sus procesos productivo­s de forma de generar condicione­s favorables para la transición hacia un modelo circular” dijo Martínez.

EN BOCA DE TODOS, EN MANOS DE POCOS

Todo el mundo habla de la Economía Circular (EC) por sus ventajas en la producción, los beneficios para la economía y la sostenibil­idad. Lo cierto es que no todos los países y regiones están listos para implementa­r sistemas de fabricació­n más eficientes desde el punto de vista del uso de recursos naturales y materias primas.

América Latina no ofrece las condicione­s propicias para romper con el modelo lineal. En Centroamér­ica en lo particular, se muestra apenas incipiente y tal como lo afirma Ronald Arce del CLACDS se sigue luchando contra el ‘problema de la basura’ sin pensar en soluciones alternativ­as.

Scheel asegura que en la región latinoamer­icana las industias, academia, sociedad y gobierno no tienen las condicione­s para circulariz­ar el modelo desgastado de las cadenas lineales de producción y administra­ción pública y permitir así la regeneraci­ón del medio ambiente, dando valor económico al mismo tiempo.

Afirma el experto que ser sostenible es muy costoso: para el empresario, gobierno,

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