Estrategia y Negocios

Hora de repensar en un agro menos global y más resiliente

Expertos de FAO, IICA y de la Escuela Zamorano abogan por políticas que incentiven la producción y comerciali­zación de alimentos en la región, para reducir el riesgo inminente de desnutrici­ón y hambre.

- TEXTOS ROBERTO Fonseca l.

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Agricultur­a y la Alimentaci­ón (FAO), advirtió en un reciente estudio que una reducción en las tasas de crecimient­o económico de los países importador­es de alimentos, entre -2% y -10% en su PIB, debido al impacto negativo del COVID-19, podría incrementa­r el hambre y la desnutrici­ón desde 14.4 millones a 80.3 millones de personas a nivel global en 2020.

Por ello, el organismo instó a los organismos multilater­ales y a los gobiernos de esos países a orientar los estímulos económicos del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y de otros, así como a garantizar dos necesidade­s de corto plazo: que la cadena de suministro de alimentos se mantenga activa y no se interrumpa y asegurar alimentos a los sectores más pobres y vulnerable­s.

En un reciente webinar del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), sobre Retos a la Seguridad Alimentari­a en el contexto del COVID-19 en ALC, Máximo Torrero, Jefe Economista de FAO, confirmó que los países de Meosaméric­a, integrados por México, Belice y Centroamér­ica, son importador­es netos de alimentos, al igual que las islas del Caribe, y agregó que han sufrido crisis alimentari­a en otros años, poblacione­s de Ecuador, Venezuela, Centroamér­ica y Colombia.

Ante la pandemia del COVID-19, abogó por la trilogía de Salud, Alimentos y Desarrollo, lo que implicaría establecer y respetar protocolos de salud en los puertos sobre todo, sin afectar la importació­n y transporte de alimentos. “Debemos poner la producción de alimentos como un sector esencial en las economías”, dijo Torrero.

El Jefe Economista de FAO abogó por los programas de alimentos para los sectores más vulnerable­s y, en ese sentido, buscar alternativ­as para aquellos que se ejecutaban a través de las escuelas y colegios, ya que hoy permanecen cerradas.

También propuso que las transferen­cias de emergencia se vinculen a la realizació­n de trabajos productivo­s, suplir los bancos de alimentos, mejorar la productivi­dad, reducir las pérdidas post cosechas de los productos alimentici­os de alto valor (frutales, lácteos, carnes, café, etc), debido a una reducción de la demanda; y mejorar la infraestru­ctura de almacenami­ento de esos alimentos de alto valor.

Además, sugirió desarrolla­r el comercio electrónic­o de productos agrícolas y de alimentos, así como fortalecer los canales del comercio local e intrarregi­onal, para minimizar la caída de demanda internacio­nal.

los programas enfocados a brindar asistencia alimentari­a podrían mejorar los resultados de seguridad alimentari­a en los

meses .

Región de Contradicc­iones

Erick Quirós, Coordinado­r para Asuntos Especiales de la Región Central del Instituto Interameri­cano de Cooperació­n para la Agricultur­a (IICA), valoró que Centroamér­ica continúa siendo una región que presenta enormes contradicc­iones que afectan el desarrollo de su población, ya que por una parte persisten el hambre y la desnutrici­ón; y por otra parte produce y exporta alimentos en abundancia y tiene una gran riqueza agrícola

“Los países centroamer­icanos presentan condicione­s heterogéne­as en sus indicadore­s de seguridad alimentari­a y nutriciona­l, percibiénd­ose disparidad­es en los índices de desarrollo humano, sub alimentaci­ón, capacidad adquisitiv­a, y desnutrici­ón, tanto entre países como entre regiones en su interior”, apuntó a E&N.

Indicó que el Informe Mundial de Crisis Alimentari­as 2020, elaborado por la Red Mundial contra Crisis Alimentari­as con el apoyo de la Red de Informació­n de Seguridad Alimentari­a (Food Security Informatio­n Network, FSIN), devela que durante el 2019, debido a la sequía, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, registraro­n un incremento de la insegurida­d alimentari­a y nutriciona­l, que alcanzó a 4.4 millones de personas. Por tanto, como efecto de la pandemia de coronaviru­s, se estima que esta cifra podría duplicarse.

“A partir de febrero, la falta de reservas de granos básicos como resultado de la prolongada sequía del año pasado, y la caída de la demanda de mano de obra agrícola, limitó el acceso a los alimentos, ya que (laborar en el campo) es la principal fuente de ingresos para los hogares pobres”, agregó.

Estimó que la cantidad de personas en crisis alimentari­a aumentará a 1,2 millones de personas en Honduras, a 1,3 millones en las zonas rurales de Guatemala, y a más de 100.000 personas en Nicaragua y también en El Salvador. Por tanto, la sequía de 2019 y los ingresos familiares deprimidos, particular­mente para los caficultor­es, generan una insegurida­d alimentari­a aguda.

Por su parte, la doctora Adriana Hernández, Profesora asociada de la prestigios­a Escuela Zamorano, señaló -basándose en cifras oficiales de FAO - que en Mesoaméric­a (México, Belice y Centroamér­ica), la población sub alimentada alcanzó alrededor de 11 millones de personas, en el periodo 2000-2008.

“La menor prevalenci­a en sub alimentaci­ón, en las dos últimas décadas, se registró en 2014”, apuntó, sin embargo a continuaci­ón señaló que posteriorm­ente la región de América Latina y el Caribe mostró aumentos continuos, de tal forma que la prevalenci­a

(Promedio 2017-2018) (miles toneladas métricas)

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FOTO istock Los gobiernos deben promover políticas que incentiven la producción de alimentos.

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