Hora de repensar en un agro menos global y más resiliente
Expertos de FAO, IICA y de la Escuela Zamorano abogan por políticas que incentiven la producción y comercialización de alimentos en la región, para reducir el riesgo inminente de desnutrición y hambre.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), advirtió en un reciente estudio que una reducción en las tasas de crecimiento económico de los países importadores de alimentos, entre -2% y -10% en su PIB, debido al impacto negativo del COVID-19, podría incrementar el hambre y la desnutrición desde 14.4 millones a 80.3 millones de personas a nivel global en 2020.
Por ello, el organismo instó a los organismos multilaterales y a los gobiernos de esos países a orientar los estímulos económicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de otros, así como a garantizar dos necesidades de corto plazo: que la cadena de suministro de alimentos se mantenga activa y no se interrumpa y asegurar alimentos a los sectores más pobres y vulnerables.
En un reciente webinar del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sobre Retos a la Seguridad Alimentaria en el contexto del COVID-19 en ALC, Máximo Torrero, Jefe Economista de FAO, confirmó que los países de Meosamérica, integrados por México, Belice y Centroamérica, son importadores netos de alimentos, al igual que las islas del Caribe, y agregó que han sufrido crisis alimentaria en otros años, poblaciones de Ecuador, Venezuela, Centroamérica y Colombia.
Ante la pandemia del COVID-19, abogó por la trilogía de Salud, Alimentos y Desarrollo, lo que implicaría establecer y respetar protocolos de salud en los puertos sobre todo, sin afectar la importación y transporte de alimentos. “Debemos poner la producción de alimentos como un sector esencial en las economías”, dijo Torrero.
El Jefe Economista de FAO abogó por los programas de alimentos para los sectores más vulnerables y, en ese sentido, buscar alternativas para aquellos que se ejecutaban a través de las escuelas y colegios, ya que hoy permanecen cerradas.
También propuso que las transferencias de emergencia se vinculen a la realización de trabajos productivos, suplir los bancos de alimentos, mejorar la productividad, reducir las pérdidas post cosechas de los productos alimenticios de alto valor (frutales, lácteos, carnes, café, etc), debido a una reducción de la demanda; y mejorar la infraestructura de almacenamiento de esos alimentos de alto valor.
Además, sugirió desarrollar el comercio electrónico de productos agrícolas y de alimentos, así como fortalecer los canales del comercio local e intrarregional, para minimizar la caída de demanda internacional.
los programas enfocados a brindar asistencia alimentaria podrían mejorar los resultados de seguridad alimentaria en los
meses .
Región de Contradicciones
Erick Quirós, Coordinador para Asuntos Especiales de la Región Central del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), valoró que Centroamérica continúa siendo una región que presenta enormes contradicciones que afectan el desarrollo de su población, ya que por una parte persisten el hambre y la desnutrición; y por otra parte produce y exporta alimentos en abundancia y tiene una gran riqueza agrícola
“Los países centroamericanos presentan condiciones heterogéneas en sus indicadores de seguridad alimentaria y nutricional, percibiéndose disparidades en los índices de desarrollo humano, sub alimentación, capacidad adquisitiva, y desnutrición, tanto entre países como entre regiones en su interior”, apuntó a E&N.
Indicó que el Informe Mundial de Crisis Alimentarias 2020, elaborado por la Red Mundial contra Crisis Alimentarias con el apoyo de la Red de Información de Seguridad Alimentaria (Food Security Information Network, FSIN), devela que durante el 2019, debido a la sequía, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, registraron un incremento de la inseguridad alimentaria y nutricional, que alcanzó a 4.4 millones de personas. Por tanto, como efecto de la pandemia de coronavirus, se estima que esta cifra podría duplicarse.
“A partir de febrero, la falta de reservas de granos básicos como resultado de la prolongada sequía del año pasado, y la caída de la demanda de mano de obra agrícola, limitó el acceso a los alimentos, ya que (laborar en el campo) es la principal fuente de ingresos para los hogares pobres”, agregó.
Estimó que la cantidad de personas en crisis alimentaria aumentará a 1,2 millones de personas en Honduras, a 1,3 millones en las zonas rurales de Guatemala, y a más de 100.000 personas en Nicaragua y también en El Salvador. Por tanto, la sequía de 2019 y los ingresos familiares deprimidos, particularmente para los caficultores, generan una inseguridad alimentaria aguda.
Por su parte, la doctora Adriana Hernández, Profesora asociada de la prestigiosa Escuela Zamorano, señaló -basándose en cifras oficiales de FAO - que en Mesoamérica (México, Belice y Centroamérica), la población sub alimentada alcanzó alrededor de 11 millones de personas, en el periodo 2000-2008.
“La menor prevalencia en sub alimentación, en las dos últimas décadas, se registró en 2014”, apuntó, sin embargo a continuación señaló que posteriormente la región de América Latina y el Caribe mostró aumentos continuos, de tal forma que la prevalencia
(Promedio 2017-2018) (miles toneladas métricas)