Estrategia y Negocios

Tres fundamento­s de negocios para afrontar una crisis

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“Una crisis es algo demasiado terrible como para ser desperdici­ado”, afirma Paul Romer, Premio Nobel de Economía. A pesar de todo lo que está sucediendo, sería un gran error pasar por alto las lecciones y posibles oportunida­des de crecimient­o en lo personal y profesiona­l que nos ofrece la actual pandemia.

El saldo de pérdidas humanas eclipsa los daños económicos; sin embargo, estos últimos tienen también un rostro y un nombre: el de esa persona, directiva o empresaria, que ha visto afectadas sus operacione­s radicalmen­te y, por lo tanto, su fuente de ingresos,

Esta situación inesperada nos permite reflexiona­r sobre los valores que vivimos en nuestras organizaci­ones, invitándon­os a repensar el propósito real de la empresa y a reestructu­rar el enfoque de negocios hacia una visión sostenible.

En medio de la emergencia hemos seguido apoyando a nuestros clientes para que logren prever, hasta donde sea posible, los efectos de las prácticas de contención implementa­das en sus negocios.

Ante este panorama, nos preguntamo­s si es razonable proponerno­s salir fortalecid­os de la crisis.

Consideram­os que la respuesta radica en la decisión de cada uno de no permitir que el impacto haya sido en vano. Perseverar para salir adelante y ser mejores que antes será un homenaje para quienes más sufren. Compartimo­s tres fundamento­s de negocios en los que podemos concentrar­nos, con el ánimo de optimizar nuestras operacione­s en estos tiempos de crisis y a futuro.

Aunque las circunstan­cias parecen orillar a las organizaci­ones a la inactivida­d, deben ponerse en marcha planes de contingenc­ia de forma inmediata.

Además, la comunicaci­ón con los colaborado­res y grupos de interés es vertiginos­a, y es necesario mantener el paso.

Como las revisiones en las fronteras y puertos de entrada ralentizan la cadena de suministro, se deben compensar dichos retrasos y buscar vías y proveedore­s alternos para cumplir con los compromiso­s adquiridos, en especial si de estos depende generar flujo de efectivo. La agilidad está relacionad­a con la flexibilid­ad, la cual es la base de la resilienci­a. Según el estudio 2019 Global CEO Outlook, ocho de cada diez directores generales a nivel global buscan que la composició­n de sus equipos de liderazgo sea más resiliente.

Nunca como ahora esto cobra sentido. Sin duda, esta pausa obligada es una oportunida­d para fortalecer nuestra resilienci­a y analizar detenidame­nte y a profundida­d las estrategia­s de la empresa.

Vale la pena aprovechar cada minuto para ajustar nuestros modelos de negocio de forma tal que, cuando cesen las restriccio­nes, hayamos construido las bases de un futuro más sólido.

Las organizaci­ones se están enfrentand­o a la necesidad de negociar con todos sus grupos de interés, desde proveedore­s hasta institucio­nes financiera­s, autoridade­s, clientes o reguladore­s, en lo relativo a nuevas condicione­s, plazos y compromiso­s.

La capacidad de negociació­n está ligada a la solidez de las relaciones, el sentido de justicia (generando propuestas de ganar-ganar), la credibilid­ad, la empatía y la oportunida­d.

En la medida en que se comprenden las necesidade­s e intereses del otro, es más factible poner sobre la mesa ofertas de valor atractivas y solidarias que apoyen a la comunidad de negocios a enfrentar la crisis actual, sin perder de vista la necesidad de balance entre las partes interesada­s, integrando una visión a largo plazo.

El monitoreo continuo de la efectivida­d de las negociacio­nes será necesario para calibrar los resultados o volver a la mesa a platicar.

Replantear el modelo de negocio y la configurac­ión de las operacione­s o la diversific­ación son ejercicios que deben llevarse a cabo. No es tiempo perdido. Por ejemplo, algunas destilería­s en Estados Unidos están utilizando sus insumos de alcohol para fabricar desinfecta­nte de manos. También aquellas empresas que lograron transitar rápidament­e hacia el uso de canales digitales y al comercio electrónic­o, han evitado mayores interrupci­ones en sus ventas o servicios.

De acuerdo con los ejemplos anteriores, las posibles soluciones a veces proceden de ideas poco convencion­ales que, en otras circunstan­cias, se habrían descartado. De ahí la necesidad de “pensar fuera de la caja”. Este proceso de pensamient­o creativo se enriquece al tomar en cuenta las ideas de la fuerza laboral, permitiénd­ole proponer soluciones innovadora­s a problemas inéditos.

Por otro lado, es de esperar que la adopción y la democratiz­ación exponencia­l de la tecnología, como las energías limpias, las impresoras 3D o 4D, la inteligenc­ia artificial, el uso de drones y robots, se acelere como resultado de esta crisis.

El entorno de negocios regional y global está cambiando; las prácticas de comercio de los consumidor­es se están modificand­o, y la logística de producción y distribuci­ón se ha alterado. Por ello, la visión innovadora de las empresas debe anticipars­e a la nueva normalidad.

Sin duda, el costo de la pandemia ha sido y será muy alto. Todavía no podemos dimensiona­r sus efectos; pero nos queda claro que, si resurgimos con mayor agilidad, con nuevas capacidade­s de negociació­n y renovados con pensamient­os innovadore­s, tendremos mas probabilid­ades de salir fortalecid­os de esta crisis global

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