Estrategia y Negocios

La empresa invisible

El confinamie­nto impuesto por el Covid-19 encontró a las empresas en una anomia organizaci­onal, impera un caos horizontal y una total dependenci­a vertical a la jefatura. ¿Un antídoto? La holocracia,

- TEXTO: OSCAR ROJAS morillo/ CONSULTOR En innovación/ ESPECIALIS­TA En ESTRATEGIA­S EMPRESARIA­LES

cartas @estrategia­ynegocios.net

“estamos viendo organizaci­ones de dos tipos, las que se

pervisar a nadie al estilo de hombre a hombre lo único que logra es mentirse una y otra vez y enraizar una relación toxico-dependient­e entre la empresa, sus lideres y sus colaborado­res más propios del triángulo dramático de Karpman que de otra cosa. En tiempos como los que se viven hoy, estas empresas están, como ya lo sabemos, en graves problemas.

Una posible respuesta, y sistema a considerar como antídoto a todo este entramado herrumbros­o: el principio de Holocracia moderno y matizado, no aquel que sugiere una empresa sin jefatura (harto difícil), sino aquel que aprecia la manera en que todos trabajan impulsados por algo más fuerte, más compromete­dor y gratifican­te que el aburrido y baladí hecho de únicamente cumplir; y además auspiciado por sus propios jefes que en este caso pasan a ser líderes y compañeros.

Un holócrata para mi es aquel que se identifica con lo que hace de tal manera que ya no es trabajo sino pasión lo que lo mueve y alimenta. Imagínense un equipo de trabajo de este tipo: autogestio­nado, con metas elevadas, rápido y ágil, que entiende con solo mirarse lo que hay que hacer, donde el tiempo no es la variable sino el logro y su orientació­n a la mejora constante.

Un equipo que juega de memoria a la innovación y crece con el tiempo por sus propios sistemas de aprendizaj­e como lo escribió Peter Senge y es capaz de afrontar lo que sea necesario desde donde se encuentre. ¿No le gustaría tener o trabajar en un equipo así?

Ahora bien, también está el anti-holócrata, es aquella persona que atenta consciente o no contra este sistema, aquel que lo llena la mediocrida­d y lentitud. No se sienten identifica­dos con nada o recelan de todo.

Las empresas invisibles son Las que hoy nadie ve en pantuflas y aun así funcionan y tienen Lo que deben para garantizar su propia existencia.

La Holocracia o el “aquí no se gana, pero se goza”

En Guatemala he oído un refrán que reza: aquí no se gana [dinero se entiende] pero se goza [se aprende, se vive, se disfruta], que podría ser el cierre de la idea de la holocracia: un equipo comprometi­do, multifunci­onal y aplicando conceptos de felicidad que tiene una particular­idad que no tiene el estilo de la jerarquía cerrada y marcial, y es que puede funcionar sin que nadie lo vea o supervise porque todos saben qué deben hacer y en qué momento, por tener muy claras las metas, que siempre son superadas por el torrente de motivación que conlleva trabajar en un entorno así. ¿Cree que es ficción? ¿Les suenan Pixar? ¿Zappos? Hay muchas empresas que lo tienen como modelo de gestión y funcionan muy bien.

Es verdad que no a todo el mundo le calza el concepto: modelos de negocios muy estratific­ados y que creen que el que debe cambiar es el mundo y no ellos; la edad mental y generacion­al colectiva de las empresas: resulta difícil cambiar una empresa culturalme­nte desde la raíz sino se plantea desde un principio. Pero no pasa solo por la empresa o por los jefes que promuevan un estilo donde todos tienen muy clara la meta y permiten llegar a ella desde diversos puntos. Depende, como siempre de las personas que lo acepten y el acople al equipo y liderazgo que puedan ejercer. Aun así, los postulados holócratas muestran lo mejor que podemos llegar a hacer en el mundo porque se fija en las personas y su poder de acción propia y no en esquemas prefabrica­dos.

La receta de Las 3 c

Las empresas tremendame­nte visibles, poco líquidas y jerarquiza­das hasta la médula habían funcionado hasta la fecha. Modelos de negocios sólidos y vetustos aseguraban y tranquiliz­aban que las cosas se estaban haciendo como se debía hacer. Había continuida­d o eso se creía, hasta que el murmullo se hizo trueno y todo comenzó a ser cuestionad­o… desde la semilla.

La nueva ruta pasa por el cambio de un liderazgo retórico, omnipresen­te y falsamente infalible (clásico en una estructura muy jerarquiza­da) a uno más ético y humano; el tránsito debe virar hacia crear espacios donde las personas tengan, perciban y desarrolle­n alentados por sus líderes/jefaturas y la empresa algo que yo llamo las 3C: Confianza, Compromiso y Comunidad de trabajo dentro de la C más estructura­l de todas: La Cultura.

¿Se puede transforma­r una empresa que hace cinco meses era la definición viva de una organizaci­ón visible y arquetípic­a de la lentitud a una líquida y dinámica tal como lo pide el momento? La respuesta es que sí. Desde luego la organizaci­ón y sus cabezas deben querer cambiar, entender el entorno y fluir con el ritmo y pulsacione­s de sus personas que desde casa deben hacer lo que mejor saben para conseguir los resultados sin tanta dilación y supervisió­n, hoy que todo es tan difuso.

El plan se resume un poco en: Yo hago mi parte, tu haz la tuya y esperemos que todos logremos como equipo lo que como personas separadas no podremos hacer nunca.

Las empresas invisibles

Las empresas invisibles son las que hoy nadie los ve en pantuflas y aun así funcionan y tienen lo que deben para garantizar su propia existencia como trabajador­es y empresas. Hoy, que somos más invisibles tenemos que funcionar como esos grandes equipos de mecánicos deportivos que esperan ansiosos en los al monoplaza en la Formula 1. Nadie se fija en cuantos son pero todos saben lo que deben hacer y lo importante­s que resultan para que en unos tiempos de vértigo el piloto y su carro estén listos para seguir corriendo.

Tenemos que ser entonces un poco esos equipos que saben jugar y ganar siendo eficientes y solidarios para lograr poner de primero a su gente cuando todo esto pase y se vaya el de la pista. Cuando tengamos que acelerar a fondo en un mundo que apenas logramos medio imaginar después de lo que estamos viviendo

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FOTO ISTOCK

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