Estrategia y Negocios

EL CAFÉ MÁS HUMANO EN GT

Byron Vásquez Guatemala

- Texto: Christa Bollmann

La madera de la que está hecho Byron Vásquez no se quema. Ni un incendio ocurrido, el 11 de diciembre, en el local que alberga su café Rayuela, deshizo la estructura sólida que simula la fachada de un café antiguo en el centro de Guatemala, y desde donde en la pandemia se repartiero­n hasta 2.000 comidas diarias. Rayuela ardió en llamas justamente un día después de que los creadores de “La Olla Comunitari­a” recibieran un premio de derechos humanos, por tener la iniciativa de crear un movimiento de apoyo ante la crisis del 2020 que le dio de comer durante muchos meses a personas sin recursos, afectadas durante el confinamie­nto obligatori­o, sirviendo más de 150.000 platos de comida.

El café abrió sus puertas el 20 de octubre de 2016, una iniciativa de Byron, David, su hermano, el primer chef y Joel. “Nos propusimo hacer un café más humano”, cuenta Byron. “Empezamos a darnos cuenta de que en la mayoría de lugares se vende el agua. Decidimos que regalaríam­os el agua, porque según nosotros, no tiene precio”. También se sumaron a una campaña de lactancia materna. “Si una madre tiene que alimentar a su hijo y darle pecho, aquí podía hacerlo en un lugar seguro”. Un servicio importante es el sanitario. “En la ciudad de Guatemala no hay baños públicos. En todos los demás lugares, cobran su uso. Aquí es libre para quien lo necesite”. Quien ingresa es testigo de que es un lugar limpio en donde sus paredes cuentan historias. De amor y desamor.

Poco después surgió la iniciativa del “Café pendiente”. “Es una idea básica. Quien quiera puede comprar un café y pagar dos o tres. Con el dinero disponible le dábamos café a quien no podía pagarlo, pero nos dimos cuenta de que la gente también quería comer”, recuerda Vásquez. Así transcurri­eron los primeros cuatro años, aunque David dejó la sociedad y el sombrero de chef se lo puso Marlon. También se asoció a ellos, el músico Emilio Molina.

A los socios de Rayuela, la idea de invitar a comer a sus comensales, les había funcionado, aun cuando hicieran “eso que los empresario­s recomienda­n no hacer” A veces, cuenta Byron, había más gente comiendo gratis que lugar para los clientes. “Nos convertimo­s en un espacio que llegó a ser más de la gente que nuestro negocio”. Las ganancias empezaron a ser intangible­s, rememora. “Nos dimos cuenta que un negocio no puede reñir con lo humano. Que debe haber algo más importante que el dinero”.

En marzo de 2020 les sorprendió el COVID-19. Justo en el momento en que los socios querían expandir Rayuela, y los dos locales aledaños ya estaban alquilados, llegaron las medidas restrictiv­as que obligaron a todos los comercios a cerrar. Byron se vio con un préstamo en la mano, y sin negocio operando para poder pagar. “Empiezo a pensar que esto se acabó”, cuenta Byron. Aun así, decidieron seguir apoyando a quienes ya llegaban a Rayuela. Creyeron que serían si mucho, 20 personas diarias, pero no fue así. “Cuando decidimos abrir, solo el primer día atendimos 75 personas. Al día siguiente a 200 y al tercer día vimos que la gente hacía cola desde las 7 de la mañana para recibir un plato de comida a las 12 del medio día. Muchos piensan en las filas que se formaron allá afuera y creen que surgieron con la pandemia, pero estas necesidade­s existen desde hace años”, reflexiona Byron

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