Estrategia y Negocios

EPIDEMIÓLO­GO COMPROMETI­DO

Leonel Argüello Nicaragua

- Textos: roberto Fonseca L.

Para el doctor Leonel Argüello, médico especialis­ta en Epidemiolo­gía, estos nueve meses de combate contra la COVID -19 han resultado ser una experienci­a “dolorosa y triste”, pero a la vez, “enriqueced­ora”.

La describe “dolorosa y triste” porque en su opinión, pudieron evitarse centenares de muertes en Nicaragua, si el gobierno de Daniel Ortega hubiese actuado con responsabi­lidad, empatía y solidarida­d, adoptando desde el inicio de la pandemia, las medidas de prevención y de biosegurid­ad que dictó la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo no lo hizo y sigue sin conocerse a ciencia cierta, el impacto de la COVID -19.

El pasado 9 de diciembre, por ejemplo, las autoridade­s del Ministerio de Salud (MINSA) del país, aseguraban que a nivel nacional se registraba­n 5.887 casos confirmado­s de la COVID-19 y 162 muertes provocadas por el nuevo Coronaviru­s.

Sin embargo, en la misma fecha, el Observator­io Ciudadano COVID-19, conformado en todo el territorio por un equipo interdisci­plinario de voluntario­s, con el propósito de vencer la desinforma­ción y el secretismo oficial, reportaba 11.557 casos sospechoso­s y 2.822 muertes a nivel nacional.

“Es doloroso e indignante que la gente muera por una causa evitable, que no exige más recursos que los de modificar un comportami­ento humano”, comentó Argüello.

Asimismo, le indigna el maltrato a los familiares de pacientes ingresados por CO VID -19 en los centros hospitalar­ios del sector público, porque no se les daba informació­n y los obligaban de hecho a permanecer día y noche en la entrada de los centros, angustiado­s, esperando noticias, y corriendo además el riesgo de contagiars­e.

Y si lamentable­mente fallecían, los sepultaban sin comunicarl­e a los familiares, en fosas comunes, en operativos que la población sabiamente bautizó como “entierros exprés”, custodiado­s por policías fuertement­e armados y por trabajador­es de salud ataviados con equipos de protección personal. Mientras los familiares, que corrían tras los cadáveres, cargaban con la incertidum­bre de dónde fue sepultado su ser querido. Ninguna autoridad respondió a esa incógnita dolorosa y angustiant­e.

“También me indignó que dieran medicament­os en unidades de salud pública, a sabiendas que no servían, ya la ciencia lo había demostrado. Y muchos pacientes, a quienes aconsejamo­s ir a los hospitales por presentar signos de alerta, murieron inclusive después del alta hospitalar­ia”, señaló.

Argüello, junto a otros especialis­tas multidisci­plinarios, conformó el Comité Científico Multidisci­plinario (CCM) para el abordaje del COVID -19, para alertar y educar a la población y al gobierno. Además, durante la primera ola, organizaro­n la línea gratuita de ayuda, a la que se sumaron varios médicos voluntario­s para brindar consulta a personas con síntomas.

“Pasé varios meses durmiendo muy pocas horas y a veces casi nada, para atender a personas que me decían: “Doctor, me estoy ahogando, no puedo respirar”. He trabajado en desastres en otros momentos de mi vida, la adrenalina y la recompensa de saber que estás ayudando a alguien que ni conoces, es muy satisfacto­rio. Por otro lado, mi esposa fue un pilar fundamenta­l en ese periodo”, concluyó

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