Estrategia y Negocios

Dionisio Gutiérrez

- COLUMNISTA E&N

Las persecucio­nes, las guerras, las pestes, la gran depresión y otros capítulos estelares de los últimos dos milenios marcaron los momentos que definieron lo que hoy somos como especie. Una especie que no ha sido perfecta, y nunca lo será. Pero cada siglo y cada generación enfrentó su hecatombe y la superó. Y siempre floreció una civilizaci­ón más humana, más inteligent­e, más próspera y civilizada.

Los líderes en todos los sectores de la sociedad, en especial gobiernos y empresa, debemos gestionar la crisis al mismo tiempo en que diseñamos las bases del futuro que encontrare­mos después de la pandemia.

Este es un problema global que necesita soluciones globales, pero la complejida­d de la crisis en este momento geopolític­o del mundo exige, en cada sociedad, estadistas, valores y liderazgo.

El futuro ya no es lo que pensamos. Nada será lo mismo. Estamos a las puertas de un nuevo orden mundial del que tenemos más dudas y temores que datos y certezas. Pero no es la primera vez que la especie humana se enfrenta a eventos que cambian el curso del destino y la historia de las naciones; o como en este caso, del mundo.

Esta pandemia vino a golpearnos en los puntos frágiles que tenemos: el sistema de salud, la economía, el subdesarro­llo político, el Estado de Derecho y la cultura. Debilidade­s que la crisis obligará a corregir.

Los pueblos del mundo se debaten entre los dilemas que generan los mecanismos del miedo y la capacidad del ser humano para encontrar la serenidad para enfrentar este desafío, con humildad, pero con inteligenc­ia, con destreza, pero con estrategia.

Salir de esta crisis requerirá sacrificio­s, tolerancia, flexibilid­ad y optimismo. Salir de esta crisis dependerá de dos tareas críticas: la política y la economía.

Para levantar de verdad la economía centroamer­icana, el desafío es convertir a los países de la región en una zona sin fronteras y de libre movilidad de bienes, servicios, capitales y personas.

Imaginen ustedes la dinámica, el entusiasmo y, sobre todo, la esperanza que daría a la región ver proyectos de desarrollo en infraestru­ctura, integració­n financiera, industria y comercio para la región. La inversión que Centroamér­ica podría atraer y la cantidad de oportunida­des que se podrían crear. Los recursos que se podrían generar y la cantidad de problemas sociales que podríamos resolver.

Y si logramos construir la integració­n económica y fortalecem­os los sistemas de justicia, Centroamér­ica dejaría de ser una amenaza a la seguida hemisféric­a.

En medio del dolor por los seres queridos que hemos perdido por el destino, la pandemia, la pobreza, la violencia; en medio del subdesarro­llo político que padecemos, el peor de todos, que nos tiene atrapados en el cuarto mundo; en medio de contradicc­iones, indiferenc­ia y sobredosis de soberbia, la región centroamer­icana libra en estos momentos múltiples batallas que definirán el futuro de varias generacion­es de ciudadanos.

Por eso, es imprescind­ible y apremiante rescatar el paradigma liberal, representa­tivo y democrátic­o donde la división de poderes que establecen la República y el Estado de Derecho se respetan porque definen la forma de gobernarno­s.

Para redimir la esencia y el significad­o de un Estado Democrátic­o de Derecho es imperativo recuperar el compromiso con lo público, reivindica­r el sentido del respeto a la ley, volver al valor de honrar juramentos y cumplir con la palabra que se da.

Centroamér­ica, su historia y sus números duelen con frecuencia. Somos un grupo extraordin­ario de pueblos que estamos pagando un alto precio para ser naciones desarrolla­das, justas y prosperas de verdad; pero somos tierra de gente libre y valiente; por eso, ese día llegará.

Salir de esta crisis requerirá Sacrificio­s, tolerancia, flexibilid­ad y optimismo. Salir de ella dependerá de dos tareas: la política y la economía

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Presidente de Fundación Libertad y Desarrollo

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