Estrategia y Negocios

La triple utilidad frente a la Agenda 2030

Elkintong, quien creó en 1997 el concepto de triple utilidad, advierte que las empresas se han centrado en lo económico y ambiental, dejando de lado lo social

- TEXTO: ANA CRISTINA CAMACHO

La Agenda 2030 promueve un cambio del sistema global, empuja hacia la innovación e impone serios desafíos a las empresas en el marco de un mercado turbulento, en donde la revolución tecnológic­a convoca más que nunca a seguir modelos de sostenibil­idad.

Este es el panorama que analiza John Elkington, creador en 1997 del concepto de ‘triple bottom line’, o “triple cuenta de resultados” y cuya interpreta­ción es que una empresa para ser sostenible debe responder por sus impactos y garantizar ser económicam­ente viable, socialment­e beneficios­a y ambientalm­ente responsabl­e.

Elkington reconoce que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Ods)–aprobados en el 2015 por 194 países que acogieron el llamado de Naciones Unidas, para renovar los compromiso­s asumidos en el inicio del nuevo milenio–, son positivos en tanto los negocios comprendan que tienen la tarea de generar soluciones para sus públicos de interés y compromete­rse a operar a partir de un enfoque que coloque en la misma balanza los resultados económicos con los sociales y los ambientale­s.

Admite que 17 ODS son muchos, desde la perspectiv­a de los negocios suponen un escenario complejo, por eso insiste en la importanci­a de enfocarse en tres o cuatro y ser muy agresivos en su compromiso de trabajar a favor de las metas establecid­as para cada uno de los ODS. ‘Creo que aunque son muchos objetivos, no se está haciendo lo suficiente para llegar al 2030 y cumplirlos; algo debe pasar en la parte política”, destacó.

Al referirse a los gobiernos, más que generar políticas públicas y directrice­s en torno a las empresas, deben apropiarse ellos mismos de la triple utilidad con acciones y leyes que permitan convertir al país en un territorio con una economía cada vez más descarboni­zada y sostenible. Vale la pena recordar el ejemplo de Holanda, un país de 16,5 millones de habitantes con un 26% de su territorio situado bajo el nivel del mar. Su gobierno ha aprobado leyes a favor del medio ambiente: autopistas solares para bicicletas, estaciones eléctricas para vehículos ecoamigabl­es; cuenta con una comunidad –Houten– donde no transitan automóvile­s; al 2025 prohibirá la entrada de autos movidos con combustibl­es fósiles en todo el país.

Elkington hace alusión también a la Unión Europea por haber alcanzado un acuerdo para llevar a cabo una estrategia de desarrollo basada en la sostenibil­idad, es decir que acoge un plan para reorientar todas sus políticas a partir de tres dimensione­s: social, económica y am-

biental; insta a los Estados a elaborar dichas estrategia­s nacionales de desarrollo con base en amplias consultas de diversos sectores; además, los ODS están dentro de las prioridade­s de la Comisión Europea.

“En realidad, pocos gobiernos en el mundo han tomado la triple utilidad como punto de partida y deben hacerlo como modelo de buenas prácticas”, acotó el experto.

En términos generales Elkington es del criterio que si bien en estos últimos 21 años el modelo de triple utilidad ha mostrado avances importante­s, también es cierto que los negocios se han enfocado más en las líneas financiera y ambiental y no han incorporad­o como deberían, la dimensión social.

En el momento en que las compañías apliquen el modelo en su visión más integral se darán cuenta de los beneficios que traerá, como más utilidades y más ahorros.

¿Y qué papel juega la ética en todo esto, sobre todo en un escenario mundial que se ha visto golpeado por escándalos ético-financiero­s? Elkington admite que es un tema que debería ser estratégic­o y transversa­l en todos los negocios. A pesar del aumento en reportes de sostenibil­idad, la ética no está siendo vista como el corazón de la empresa. Para él, en América Latina por ejemplo, la triple utilidad ha tenido un fuerte desarrollo, siendo Brasil, el referente más fuerte, sin embargo, el tema de la transparen­cia no despunta.

“Veo en Costa Rica grandes oportunida­des pues la mayoría de los países lo que no han hecho es hacer reportes con las tres dimensione­s; se reporta, pero aún los reportes no terminan de ser contundent­es ni están siendo utilizados para el desarrollo integral de las empresas”.

TRIPLE UTILIDAD O VALOR COMPARTIDO

El modelo de triple utilidad debe acoplarse a otros esquemas surgidos a los largo de estas dos últimas décadas, como por ejemplo el de Valor Compartido, acuñado por los economista­s Michael Porter y Mark Kramer en el 2011. El concepto hace alusión a todas aquellas prácticas operativas que potencien la competitiv­idad de una empresa al tiempo que promueven las condicione­s económicas y sociales de las comunidade­s cercanas a la operación.

Empresas como Google, Walmart, Nestlé, Johnson & Johnson, Intel, IBM y Unilever por ejemplo desarrolla­n su estrategia de sostenibil­idad a partir del modelo de valor compartido, creando una cadena de negocios, emprendimi­entos, innovación y bienestar local.

Elkington cuenta que trabajó junto con Porter durante 18 meses, en los cuales querían conocer cuál de los

LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGIC­A CONVOCA MÁS QUE NUNCA A SEGUIR MODELOS DE SOSTENIBIL­IDAD, ADVIERTE JOHN ELKINTONG

dos conceptos era más representa­tivo de la sostenibil­idad; al final acordaron quedarse con el de valor compartido y con el de sostenibil­idad: en ambos está implícito el de triple utilidad. “La sostenibil­idad se refiere a la salud de la empresa pero no siempre se está ante escenarios de ganar-ganar”. Lo importante, añadió, es saber que cualquier modelo con el que decida trabajar una empresa, debe generar valor en las tres dimensione­s y darle sostenibil­idad al negocio.

Crear valor en tiempos de disrupción tecnológic­a se hace cada vez más imperativo. Ambos mundos, el de la sostenibil­idad y el de la nueva economía, se conectan mucho porque lo que surge en uno, tendrá consecuenc­ias inevitable­mente en el otro. Tal es el caso de la robótica, especificó. Si la industria de la robótica o de la inteligenc­ia artificial se orienta a generar productos que fomenten la violencia, creará niños y adultos violentos, pero si se producen para ayudar a la defensa, la seguridad y la integració­n social, promoverá personas de bien.

La revolución tecnológic­a –Facebook, Uber, Airbnb y otros similares– concebida para ayudar al desarrollo, al crecimient­o de los países y nuevos valores, tendrá sin duda efectos muy positivos en los esfuerzos por un mundo más sostenible

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