A NUESTROS AMIGOS
Hace unos años publicamos en Conéctate una serie especial sobre lo que Pablo llamó, en su Epístola a los Gálatas, «el fruto del Espíritu» 1. Dedicamos un número de la revista a cada fruto, a saber: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio2. Ahora bien, en ningún momento se exploró el concepto mismo de fruto. Eso es precisamente lo que haremos en el presente número.
La Biblia alude en numerosas ocasiones a los frutos de las plantas. Las referencias a aceitunas, uvas e higos son abundantísimas. Por otra parte, la palabra fruto se emplea alegóricamente para describir los actos externos de una persona, sus resultados y logros.
En la última noche que Jesús pasó en libertad con Sus discípulos, durante la Última Cena, les dejó el encargo de llevar fruto: «No me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca » 3. Pero ¿cómo da fruto un cristiano? En esencia, volviéndose más como Jesús — es decir, adquiriendo un mayor parecido con Él— y propagando Su reino por toda la Tierra, de palabra y obra.
Esa no es tarea fácil; sin embargo, Jesús no nos abandona a nuestra suerte ni espera que nos las arreglemos solos. Él es la vid; nosotros, los sarmientos o ramas. Un sarmiento saca su fuerza, alimento, protección y energía de la vid. Asimismo, cuando nosotros, los seguidores de Cristo, permanecemos unidos a Él, el fruto espiritual se hace manifiesto en nuestra vida, en nuestro carácter y en nuestro orden de prioridades. A medida que lo vamos conociendo mejor, nos asemejamos más a Él, Sus designios se convierten en los nuestros y nos sentimos motivados a poner nuestra fe en acción. Gabriel García V. Director