ENSEÑANZAS DE LOS FRUTALES
Hace poco me quedé fascinado al leer que los científicos aprendieron a crear productos más impermeables, tales como capotes y piezas de aviones, estudiando los surcos de las alas de las mariposas. Se me ocurrió que yo también podía aprender algo de la naturaleza y me puse a investigar los árboles frutales.
Descubrí que cada frutal tiene sus necesidades particulares en cuanto a suelo, humedad, sol y polinización. De la misma manera, cada proyecto debe estudiarse en función de sus propias características para descubrir qué da resultado en cada situación. Nos conviene averiguar cuál es la composición de la tierra y estudiar la situación de la zona en la que pensamos realizar nuestro proyecto. Por eso las empresas nuevas pagan grandes sumas a consultores que las ayuden a determinar qué dará resultado en la región en la que tienen planeado establecerse.
Obtener una cosecha requiere paciencia. A un árbol le toma de 2 a 5 años dar fruto, más o menos el mismo tiempo que se requiere para establecer un negocio. Mientras el arbolito crece, hay que protegerlo de peligros tales como insectos dañinos, fenómenos climáticos extremos, sequías, inundaciones y falta o exceso de sol. La etapa embrionaria de cualquier cosa es la más difícil. En las fases iniciales de cualquier emprendimiento es preciso prestarle atención y cuidados especiales. En todo caso es un aliento saber que a medida que el árbol crezca y eche raíces, las cosas se tornarán más fáciles.
Pasemos al tema sexy de la polinización, la reproducción de las plantas. Tiene que ver con dejar un legado, un beneficio, a la siguiente generación. La mayoría de los agricultores se valen de las abejas para diseminar el polen, aunque hay otros insectos y aves que también contribuyen. Nosotros, al igual que los botones de las flores, debemos abrirnos a nuevas oportunidades. Cuando la flor apenas se está abriendo, no tiene ninguna seguridad de que será polinizada. Sin embargo, está lista para cuando se presente la oportunidad. En primavera los frutales florecen, invitando a hacer picnics e inspirando poemas y canciones.
He descubierto que hay dos clases de frutales: los que se polinizan a sí mismos — como el albaricoquero (damasco)— y los que necesitan un polinizador externo
— como el manzano—. Pero aun entre los que se autopolinizan, se puede obtener un fruto más dulce y saludable cuando el polen procede de otra fuente. Eso podría aplicarse en el sentido de recabar la ayuda de otros para que nuestra empresa sea más fructífera. Los que tratan de hacerlo todo ellos solos se agotan pronto y se frustran. En la mayoría de los casos, para que un emprendimiento resulte eficaz es necesario trabajar en equipo.
Los productores de fruta prestan especial atención a ese aspecto plantando árboles compatibles cerca de aquellos que desean polinizar. Muchos plantan manzanos silvestres en las cercanías, pues la mayoría de las variedades cultivadas aceptan ese polen. Pese a que las manzanas silvestres son muy amargas para comer, los árboles silvestres endulzan el fruto de los árboles de las inmediaciones. La aplicación que tendría esto a nuestra realidad podría ser que las buenas ideas y los resultados productivos provienen en muchos casos de fuentes o personas inesperadas, a veces lo opuesto de lo que uno esperaría. Prepárate para unas cuantas sorpresas.
Un vecino japonés ya mayor me preguntó a mí y a varios amigos si podíamos ayudarlo con sus damascos. Estaban brotando y ya aparecían pequeños frutos.
—Donde vean que salen tres brotes de una misma rama —nos instruyó—, corten y desechen dos.
Lo que en ese momento parecía un desperdicio dio como resultado un solo fruto grande en lugar de tres pequeños. Aquel concepto se me quedó grabado. A veces diversificamos demasiado. No es mala idea concentrarnos en nuestro objetivo principal.
Para ser realmente fructíferos debemos emular a los árboles plantados junto a ríos, que dan su fruto en su tiempo1. Es preciso que obtengamos nuestro alimento espiritual de la fuente. Si fuéramos baterías de celulares, tendríamos que conectarnos a la corriente para recargarnos. Si fuéramos viñas, tendríamos que echar raíces en la tierra fértil. Como personas que somos, tenemos que extraer fuerzas y alimento espiritual de nuestra fuente, nuestro Creador. Para ello es necesario que dediquemos ratos a leer Su Palabra, meditar en ella y orar. Así comenzaremos a producir los frutos del Espíritu, que son amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio2, y seremos realmente fecundos en lo que emprendamos.