DE LA MANO DE DIOS
En mi empeño por alcanzar algunas de mis metas y hacer realidad mis sueños, actualmente me encuentro en una situación en la que el futuro no se ve muy promisorio que digamos. Es poco lo que puedo hacer por avanzar por mi cuenta, y no logro ver adónde me conducirá el camino que he tomado.
Recostada en mi cama, sopeso inquietamente mi situación y trato de orar mientras medito sobre lo que describe Minnie Louise Haskins en su poema Las puertas del año: «Pon tu mano en la de Dios, y Él será para ti más que una luz y mejor que un camino conocido».
Intento visualizarme poniendo mi mano en la de Dios y dejándome guiar por Él. Le pido una y otra vez que me dé paz, hasta que al cabo de un rato escucho Su voz serena entre la bulla de mis pensamientos confusos: «¿Cómo puedes poner tu mano en la Mía si la tienes llena?»
Entonces caigo en la cuenta de que me aferro excesivamente a todos mis planes. Me he fijado plazos en los que quiero que se materialicen y albergo la expectativa de que todo resulte de cierta manera. Me he convencido de que solo así seré feliz. Sin embargo, ando constantemente exasperada, pues parece que todo son contratiempos.
Naturalmente, ponerme metas y planificar no tiene nada de malo; pero los logros deben venir como fruto de mi colaboración con Dios, no solo de mi esfuerzo. Tratar de abrirme paso a pulso no me ha dado resultado. Debo confiar y creer que, así como Dios me ha orientado al momento de fijarme metas, Él me ayudará a alcanzarlas cuando lo considere oportuno. O sea, que no me vendría mal tener un poco de paciencia.
El camino que tengo por delante aún se ve incierto. Aunque no sepa con certeza lo que me deparará el futuro, sé que si pongo mi mano vacía en la de Dios, Él me conducirá en la dirección en que debo ir y me iluminará el camino. Me veo a mí misma rindiéndole mi voluntad, y al hacerlo me invade la paz. Me quedo dormida con la tranquilidad y seguridad de que Dios lo resolverá todo.
No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7 ( NTV)