JESÚS NOS ENSEÑÓ A ORAR
«Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de Sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”» 1.
La oración fue parte integral de la vida y el ministerio de Jesús. Los evangelios mencionan numerosas ocasiones en que Jesús oró. Enseñó a orar a Sus discípulos, que lo vieron orar, lo oyeron rezar por ellos y escucharon Sus consejos sobre la oración. Antes de muchos de los acontecimientos, milagros y decisiones relevantes de la vida de Jesús, hasta el momento mismo de Su muerte, Él se entregó a la oración. El hecho de que se preocupara de rezar y enseñara a Sus discípulos a hacerlo es señal de que la oración constituye una parte importante de la vida de un discípulo.
Jesús solía retirarse a solas para orar. Se apartaba de las multitudes y a veces de Sus seguidores más cercanos con el objeto de orar2. También rezaba en presencia de Sus discípulos.
El ejemplo de Jesús en ese sentido tuvo un impacto innegable en los discípulos. Ello se hace evidente a lo largo del libro de los Hechos, el cual alude a menudo a las oraciones de los discípulos. Jesús también dio a Sus discípulos consejos prácticos para orar. Les dijo: «Vosotros, pues, oraréis así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”» 3.
También indicó a Sus discípulos qué prácticas desaconsejaba: «Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan» 4.
Jesús les enseñó a ser persistentes en la oración, como narra el Evangelio de Lucas: «Jesús les contó una parábola en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse» 5.
Les enseñó también el poder que tiene la oración, que las oraciones obtienen respuesta y se deben hacer con fe y confianza, sabiendo que Dios es todopoderoso y que no hay nada que Él no pueda llevar a cabo en respuesta a nuestras peticiones. En el libro de Mateo, Él dice: «Si tienen fe y no dudan, pueden hacer
cosas como esa y mucho más. Hasta pueden decirle a esta montaña: “Levántate y échate al mar”, y sucederá. Ustedes pueden orar por cualquier cosa, y si tienen fe la recibirán» 6.
Exhortó a Sus discípulos a velar y orar para no caer en tentación y pecado. «Velad y orad, para que no entréis en tentación» 7.
Jesús también oró por los demás, como narra Mateo en su evangelio: «Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Jesús dijo: “Dejen que los niños vengan a Mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos”. Después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí» 8.
Es evidente, por lo que describen los evangelios, que Jesús oró con enorme fervor antes de Su detención. El Evangelio de Lucas dice: «Él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: “Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya”. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era Su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra » 9. La oración es importante. Es parte de nuestra comunicación con Dios. Nos sirve para relacionarnos con Él, para permanecer en Él. Es un medio de conectarnos con Su poder. Es útil para amar y ayudar a los demás al suplicar por ellos. Es una forma de proteger nuestra vida y salud espiritual. Tiene un efecto palpable en las personas por quienes rezamos. Nos da la oportunidad de presentarnos humildemente ante Dios para implorar Su ayuda y pedirle que nos perdone.