HÉROES ANÓNIMOS
Sabe Dios la enorme cantidad de actos de heroísmo que se realizan todos los días. Si se premiara cada uno de ellos con una placa, habría suficientes para cubrir todos los muros del mundo. Tal vez en eso pensaba mi marido, Michael, cuando escribió esta canción en honor de muchos héroes anónimos. Te vi cuando nadie te prestaba
atención, te observé día a día, noté tu espíritu humilde, admiré la sencillez de tus actos. Me pregunté cuánto te habría
costado tu firme disposición para
representar tu papel, hasta que ya no pude contener las palabras que me llenaban el
alma: Eres un héroe anónimo que posterga sus esperanzas y sueños para que otros encuentren lo que
sueñan; que se entrega plenamente; que aguanta cueste lo que cueste. No hay en el mundo mayor amor. Mucho he querido decírtelo, aunque no acierto a encontrar las
palabras para expresarte la admiración profunda que siento. Con todas esas labores invisibles que nadie parece advertir se labra tu corona en el Cielo, que eternamente relucirá. No podría hacer lo que hago sin tu presencia y apoyo
perseverante. En nuestra vida habría un vacío sin tu amor y compromiso.
La otra noche estaba leyendo un libro sobre John Wesley con mi hijo. Descubrimos que cuando era niño quedó atrapado en una casa en llamas. Alguien se dio cuenta, trepó hasta donde él estaba y lo rescató. No sabemos su nombre ni tenemos más información sobre ese rescatista anónimo; pero si no hubiera sido por él incontables personas no habrían tenido ocasión de conocer a Jesús en las décadas que dedicó Wesley a la evangelización y el servicio activo a Dios.
Aunque permanezcamos toda la vida en el anonimato, como asistentes invisibles de producción de una magnífica obra teatral, cumplamos bien nuestro deber y tratemos a los demás con cariño y respeto. Puede que algún día nuestro nombre brille públicamente. ¿Quién sabe? Lo más importante, no obstante, es la satisfacción de ver el efecto que ha tenido nuestra vida en los demás.