MI BEETHOVEN INOLVIDABLE
Cuando mi padre me hizo escuchar por primera vez la Sinfonía n.º 6 de Beethoven1 — algo que repitió muchas veces— sin duda su intención era contagiarme su entusiasmo por la música clásica.
Si bien yo era pequeña en aquella época, guardo un vivo recuerdo de esa pieza. La música empezaba suavemente, como si describiera una escena pastoril, mientras yo jugaba feliz a los pies de mi padre. Aparecía luego una nubecita que me producía cierta inquietud y me hacía arrimarme más a él. Al rato retumbaba un trueno y había rayos, y la música seguía in crescendo hasta que la tormenta cobraba tal fuerza y magnitud que daba miedo. Yo me lanzaba a los brazos de mi padre, y él me reconfortaba en voz baja: 1. Escúchala en línea aquí: https://www.
youtube.com/watc h?v=LHmWoAj4al0. 2. http://www.perunmondomigliore.org/
— No te preocupes, hija. La tormenta amainará. ¿No ves? Ya se está calmando. La música está cambiando.
Cada tanto la volvíamos a escuchar. Con el tiempo era yo la que le pedía que la pusiera. Cuando la melodía recobraba su tono apacible luego del clímax, cuando volvían la calma y el sosiego después de la tormenta, nos reíamos juntos.
Muchos años han pasado desde entonces. La niñita creció, y la Sexta de Beethoven quedó en el olvido, desplazada por muchas otras bandas sonoras.
Con el tiempo, sin embargo, llegaron las verdaderas tormentas. Durante un período particularmente angustioso, alguien me dio un CD de esa sinfonía, y reviví todas las sensaciones de mi infancia. Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando caí en la cuenta de que mi padre en todo momento sabía lo que me depararía la vida: días apacibles seguidos de otros tempestuosos que nuevamente derivarían en períodos de tranquilidad. Como si hubiera querido prepararme de antemano.
Los brazos de mi Padre celestial siempre han estado presentes para reconfortarme y sosegarme, aun cuando dejé de contar con la compañía de mi padre terrenal. Me han ayudado a resistir y a no perder la esperanza cuando a mi alrededor reinan el caos y la agitación, porque a la postre toda tormenta cede, la calma se restablece, y con frecuencia todo queda más hermoso y radiante que antes.
Hasta el día de hoy, cada vez que oigo esa composición derramo algunas lágrimas. Francamente no me puedo contener. Es el tema musical de mi vida.
Hay un solo fundamento seguro: una relación profunda y genuina con Jesucristo, la cual nos sostiene en toda turbulencia. Cualesquiera que sean las tormentas que arrecien a nuestro alrededor, si nos apoyamos en Su amor nos mantendremos firmes. Charles Stanley (n. 1932)