LA ALEGRÍA DE SERVIR
Desde hace unos años participo como voluntario en una iniciativa para dar clases a jóvenes de escasos recursos. Me crié en una típica familia india de clase media alta. La mayor parte de mi vida he residido en un vecindario de la ciudad donde vive gente pudiente y he disfrutado de una posición acomodada. Por eso, meterme en barrios marginales y experimentar la vida en un plano totalmente distinto fue un poco chocante para mí.
En la India, el contraste entre la gente adinerada, que es bien educada y hace gala de buenos modales, y las personas de clase baja es muy acentuado. Aunque enseñarles valores, cortesía y habilidades comunicativas es difícil, a mí me ha proporcionado mucha satisfacción, me ha ayudado a sentirme realizado y me ha llevado a entender la mentalidad y las angustias de personas a las que antes miraba con desdén. Su entusiasmo por aprender evidencia que tienen ganas de superarse. Sus rápidos progresos demuestran que tienen tanto potencial como los chicos de familias que pueden costear los mejores colegios.
La Biblia dice que las buenas obras en favor de los necesitados pueden ser una forma de dar testimonio ante el mundo y glorificar a Dios1. Jesús hizo mucho hincapié en atender las necesidades de la gente: sanó a los enfermos, dio de comer a los hambrientos, y recibió y consoló a los oprimidos, relegados y marginados. En todos reconocía grandes posibilidades. Aun a los que tenían debilidades les decía que eran la «sal de la tierra » y la «luz del mundo» 2. Todos —ricos y pobres— hemos sido creados a imagen de Dios y valemos mucho para Él.
Hacer voluntariado, ya sea en un programa que ofrece educación a los desfavorecidos o en una campaña
de limpieza del vecindario, es un magnífico medio de servir a la comunidad. Nos permite conocer a la gente en su lugar de residencia, entender sus problemas y pesares, y cultivar relaciones más estrechas. Cuando los otros se dan cuenta de que es el amor de Jesús lo que nos motiva a servir de esa forma, surge la oportunidad de dar un testimonio más profundo de Él.
Jesús dijo que no había venido a ser servido, sino a servir, a dar la vida en rescate por muchos3. Al atender las necesidades de los demás reflejamos el amor de Jesús — que se preocupó tanto de la parte física como de la parte espiritual de las personas— y glorificamos a Dios.