El arte de velar por los demás
Ruego que en medio del ajetreo de la vida, por muchas necesidades urgentes y prioritarias que surjan, no perdamos de vista la importancia del amor, así en las decisiones cotidianas como en las cuestiones de mayor trascendencia. A veces se nos olvida que nuestros logros no son nada sin amor. «Si tuviera el don de profecía y entendiera todos los planes secretos de Dios y contara con todo el conocimiento, y si tuviera una fe que me hiciera capaz de mover montañas, pero no amara a otros, yo no sería nada. Si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo, podría jactarme de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado nada » 1. Si no amamos, ni nuestros sacrificios ni nuestro trabajo tendrán mucho valor ni llevarán el fruto deseado.
Velar por los demás es todo un arte, en el cual siempre hay espacio para perfeccionarse. Es, por ejemplo, manifestarles amor con actos que agradezcan y necesiten; cuidarlos cuando se enferman o tienen algún achaque; animarlos cuando se deprimen; brindarles apoyo cuando su carga de trabajo se hace pesada; expresarles nuestra amistad cuando se sienten solos; custodiarlos en los momentos de debilidad, y sostenerlos espiritualmente con una fe y una esperanza que miren más allá de sus faltas.
Una de las maravillas del amor es que se adapta a la necesidad. Según la ocasión, puede significar no hacer ruido y respetar el deseo de silencio de una persona, o ser más extrovertido y conversar con ella. No se rige por ninguna fórmula. De ahí que parte de la tarea de amar consista en averiguar la necesidad y cómo satisfacerla.
Es motivador pensar en lo que puede ocurrir si nos comprometemos a amar a nuestros semejantes, y en los beneficios para nosotros mismos, toda vez que nosotros también salimos favorecidos al canalizar el amor del Señor. Es fortalecedor para nuestro espíritu y nos reporta satisfacción de nuevas maneras. Además, atrae las bendiciones y milagros del Señor.
Que el amor de Dios te acompañe hoy y siempre.