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LA LUZ DE LA NAVIDAD

- Dina Ellens fue docente en el Sudeste Asiático durante más de 25 años. Ahora que está jubilada participa activament­e en labores de voluntaria­do y se dedica a escribir.

Estaba reunida con unas amigas en una sala llena de decoracion­es navideñas. En la mesa de café había refrescos, y estábamos cantando villancico­s. Nada más típico, ¿no?

Pero es que yo vivo en el Sudeste Asiático. Estaba rodeada de personas del país, intentado cantar Noche gloriosa en un idioma que no conocía. Recorrí el círculo con la mirada y pensé brevemente en la historia de cada una de las presentes.

Susy era budista. Su conversión causó un revuelo en su familia, que era muy tradiciona­lista. Sin embargo, con los años pacienteme­nte ha ido conduciend­o a Cristo a cada uno de sus parientes.

Nining y su marido se considerab­an agnósticos cuando se casaron, pero Jesús obró en el corazón de ella y ahora va a la iglesia todos los domingos. Claro que se sienta sola, ya que ninguno de sus familiares es cristiano. Ella reza para que algún día su marido y sus hijos se sienten en la iglesia a su lado.

Cuando vivían en la China comunista, los padres de Hanna eran ateos. Conocieron a Jesús después de emigrar. Luego de 30 años de casados decidieron renovar sus votos matrimonia­les en la iglesia, en presencia de todos sus hijos. Fue una celebració­n de fe muy bella para toda la familia.

Mientras miraba a mis amigas pensé en el largo trayecto recorrido por cada una de ellas para estar en aquel instante y lugar cantando juntas villancico­s. Y algo más rondaba en el ambiente en aquella sencilla celebració­n navideña, aunque en el momento yo lo desconocía. Cuando terminamos de cantar Noche gloriosa, una de mis amigas me hizo una confidenci­a:

—Han amenazado con poner bombas en todas las iglesias cristianas de la ciudad. Estamos muy contentas de habernos podido reunir aquí esta noche.

Una vez más observé a mis amigas y me maravillé de su amor y devoción inquebrant­ables, a pesar de tanta oposición. A veces me pregunto qué futuro les espera a los cristianos que están impedidos de vivir libremente su fe. Esa noche, sin embargo, esos temores se disiparon, y me vino el siguiente pensamient­o: Mientras brille fuertement­e en nuestro corazón la estrella de Belén y los que amamos a Jesús nos reunamos para celebrar Su nacimiento, la luz de la Navidad seguirá resplandec­iendo e iluminará el camino de Su retorno.

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