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LA ETERNA BÚSQUEDA

- Ariana Keating Ariana Keating es profesora. Vive en Tailandia.

Cuando tenía seis años me aprendí un poema que se titulaba Una leyenda olvidada. Cuenta que tres niñitos fueron a ver a Jesús. Uno era ciego, otro mudo y el tercero cojo. Pese a sus limitacion­es físicas, se ayudaron mutuamente para llegar hasta el pesebre donde estaba Jesús. Dios les hizo entonces un magnífico regalo: los sanó.

Me figuraba que esos tres chiquillos debían de tener más o menos la misma edad que yo, y me parecía fantástico que se hubieran curado esa noche tan singular. Ahora bien, hubo otras vidas que dieron un vuelco a raíz del nacimiento de Jesús.

Por ejemplo, la del hombre que caminó hasta Belén tirando de un burro que llevaba a su esposa embarazada. Nueve meses antes, su vida había sufrido una brusca transforma­ción, diríase que para peor. Sin embargo, vio un rayito de esperanza: se le prometió en un sueño que todo saldría bien. Él se aferró a aquella promesa, no perdió la fe, rezó y aguardó pacienteme­nte. Aquella noche todos sus temores se hicieron humo. Al ver al Niño recostado en el pesebre, José sintió que su alma agitada se inundaba de paz.

En los montes cercanos a Belén, un humilde pastor cuidaba sus ovejas por la noche. Para él la vida era dura. Tenía que pagar tributos y mantener a su numerosa familia. Esperaba con ansias el día en que su país, ocupado por un ejército extranjero, recuperara su independen­cia. Sentado bajo un firmamento estrellado, le pidió a Dios que aliviara sus cargas. Aquella misma noche sus oraciones hallaron respuesta. Al contemplar al Niño dormido en el pesebre supo que, por disposició­n del Cielo, a la larga todo saldría bien. Su vida se llenó de luz.

Un erudito, ávido de conocer la verdad y el sentido de la vida, llevaba mucho tiempo escudriñan­do los cielos nocturnos en busca de una señal. Pese a todos los conocimien­tos que poseía y a la vasta fortuna que había acumulado, anhelaba algo más. El misterio comenzó a desentraña­rse cuando divisó una espléndida estrella nueva que anunciaba el nacimiento de su Salvador y que a la postre lo condujo hasta el lugar donde se hallaba el Niño prometido.

Hoy sigue habiendo mucha gente que busca la paz y la verdad. Para cada uno de esos buscadores la respuesta sigue siendo la misma que descubrier­on los protagonis­tas de aquella noche, siglos atrás, en Belén. El mismo amor que transformó a esas personas hace dos mil años aún puede transforma­r a los buscadores de hoy.

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