LA ETERNA BÚSQUEDA
Cuando tenía seis años me aprendí un poema que se titulaba Una leyenda olvidada. Cuenta que tres niñitos fueron a ver a Jesús. Uno era ciego, otro mudo y el tercero cojo. Pese a sus limitaciones físicas, se ayudaron mutuamente para llegar hasta el pesebre donde estaba Jesús. Dios les hizo entonces un magnífico regalo: los sanó.
Me figuraba que esos tres chiquillos debían de tener más o menos la misma edad que yo, y me parecía fantástico que se hubieran curado esa noche tan singular. Ahora bien, hubo otras vidas que dieron un vuelco a raíz del nacimiento de Jesús.
Por ejemplo, la del hombre que caminó hasta Belén tirando de un burro que llevaba a su esposa embarazada. Nueve meses antes, su vida había sufrido una brusca transformación, diríase que para peor. Sin embargo, vio un rayito de esperanza: se le prometió en un sueño que todo saldría bien. Él se aferró a aquella promesa, no perdió la fe, rezó y aguardó pacientemente. Aquella noche todos sus temores se hicieron humo. Al ver al Niño recostado en el pesebre, José sintió que su alma agitada se inundaba de paz.
En los montes cercanos a Belén, un humilde pastor cuidaba sus ovejas por la noche. Para él la vida era dura. Tenía que pagar tributos y mantener a su numerosa familia. Esperaba con ansias el día en que su país, ocupado por un ejército extranjero, recuperara su independencia. Sentado bajo un firmamento estrellado, le pidió a Dios que aliviara sus cargas. Aquella misma noche sus oraciones hallaron respuesta. Al contemplar al Niño dormido en el pesebre supo que, por disposición del Cielo, a la larga todo saldría bien. Su vida se llenó de luz.
Un erudito, ávido de conocer la verdad y el sentido de la vida, llevaba mucho tiempo escudriñando los cielos nocturnos en busca de una señal. Pese a todos los conocimientos que poseía y a la vasta fortuna que había acumulado, anhelaba algo más. El misterio comenzó a desentrañarse cuando divisó una espléndida estrella nueva que anunciaba el nacimiento de su Salvador y que a la postre lo condujo hasta el lugar donde se hallaba el Niño prometido.
Hoy sigue habiendo mucha gente que busca la paz y la verdad. Para cada uno de esos buscadores la respuesta sigue siendo la misma que descubrieron los protagonistas de aquella noche, siglos atrás, en Belén. El mismo amor que transformó a esas personas hace dos mil años aún puede transformar a los buscadores de hoy.