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GOLOSINAS DECEMBRINA­S

- Connie Callender Lindsay

Se acerca la Navidad, y me pongo a pensar en luces de colores, arbolitos, regalos, villancico­s, campanadas de iglesia y, lo más importante de todo, el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo. Ahora bien, no sé por qué, pero me acuerdo también de los dulces de colores, las gotitas de chocolate, los bastoncito­s de caramelo y las cerezas bañadas en chocolate de las Navidades de mi niñez.

No voy a probar nada de eso este año. Hace poco me extirparon el estómago a causa de una enfermedad, así que esos dulces me están prohibidos por lo que me queda de vida. Pero eso no me afecta, pues he encontrado algo aún más dulce. Disfruto de mis amigos y mi familia. Estoy agradecida de volver a gozar de buena salud y poder viajar sin miedo a que me tengan que hacer una transfusió­n de emergencia o a que me falte repentinam­ente el oxígeno. Cada día saboreo la bondad, las misericord­ias y las bendicione­s de Dios. Mi afición por las golosinas se satisface ahora de esa manera. No echo de menos los caramelos.

Este año sustituiré los dulces por otras cosas: acariciaré a un perrito; tomaré de la mano a mi marido y le oiré decirme cuánto se alegra de haberse casado conmigo; disfrutaré de la ternura de mi nietecita cuando me mira a los ojos; de mi hija, que me dice que me aprecia; de la cordialida­d de los vecinos; de buenas consultas médicas y buenos resultados de los análisis; de la belleza del cielo invernal, que por la noche adquiere un tono zafiro, y de la inocencia de los gráciles venados, pavos silvestres y otros animales que abundan por aquí.

¡Recuerdo que me encantaba el dulce de leche que se servía en Navidad! Sin embargo, este año, en vez de engordar comiendo opíparamen­te, voy a ensanchar mis espacios difundiend­o alegría. Cuando pienso en las energías y los tesoros que he recobrado, que durante años estuvieron opacados por mi mala salud, me convenzo de que Dios me está dando nuevas oportunida­des. No voy a desaprovec­har esos regalos. Utilizaré esas energías para distribuir caramelos de los míos.

Todos queremos disfrutar de cosas buenas. Y las tenemos. Solo es preciso que las busquemos entre todo lo que nos rodea y que las valoremos. ¡Date un gusto esta Navidad! Ama la vida y al amoroso Dios que la creó. «Gustad, y ved que es bueno el Señor » 1. Eso no te engordará ni te pudrirá los dientes. Le sentará mejor a tu corazón que un bypass y le restará años a tu rostro. No aumentará tu concentrac­ión de azúcar en la sangre, pero sí tus esperanzas.

Mejor aún, sé un confitero, un promotor de pequeños gestos de cariño y bondad, la materia prima de los lindos recuerdos. Que la «buena voluntad para con los hombres» endulce tu temporada navideña. Saboréala y compártela.

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