NOCHES DE PAZ
Agotadores. Así describía yo mis diciembres. Ya sé que el término no expresa lo maravillosa que es la temporada navideña. Pero es que mis días son largos y difíciles, y a esas alturas del año ya llevo más de 300 a cuestas. ¡Ojalá los años no pasaran volando dejándome una sensación de desgaste total, de que a pesar de todos mis esfuerzos, me he quedado corta!
Cada año comienza con una oportunidad y una promesa. Siempre empiezo con metas ambiciosas: voy a bajar 10 kilos, vamos a ahorrar equis cantidad de dinero, vamos a buscar tiempo para disfrutar en familia al aire libre, voy a conseguir un ascenso, etc. Pero a medida que el año se acelera, me siento como si estuviera corriendo una carrera de 3 piernas con los ojos vendados. Estrés, ocupaciones, familia… Se va acumulando.
Al llegar diciembre entro a rastras en la cocina para preparar todas los platos ricos que saben a Navidad. Voy a la tienda con mi esmirriada billetera a comprar cosas de Navidad. Decoramos la casa hasta tal punto que da la impresión de que está cayendo un aguacero navideño. Nuestra familia se apunta para hacer voluntariado comunitario con la intención de llevar la Navidad a otras personas. Vemos películas sobre la Navidad y escuchamos música navideña para sentir que estamos en Navidad.
¿Por qué siento, entonces, que la Navidad se me escapa?
Hace dos Navidades escuché una canción en la radio del auto que me hizo llorar:
Necesito una noche de paz, una noche de amor, para oír a un ángel en medio del ruido y el caos. Necesito una noche luminosa que me dé sosiego para terminar este día loco con una noche de paz1. Esa esquiva noche de paz era lo que anhelaba mi alma. Lo que aprendí en aquel momento de llanto contemplativo es que no puedo vivir la Navidad con el tanque vacío. No puedo derramar en abundancia si tengo el alma consumida y extenuada. No puedo engañarme pensando que la magia navideña me bastará como combustible.
Ahora agendo noches de paz a lo largo del año. Estoy aprendiendo a reconocer cuándo estoy agotada y vacía, y qué necesito para sentirme recargada. Felizmente son cosas bastante sencillas: 1) Ratos a solas leyendo la Palabra de Dios, orando y
adorándolo por medio de canciones. 2) Suficiente reposo. No puedo vivir permanente
mente cansada. 3) Un buen estado físico. Debo cuidar mi cuerpo. La
salud nos permite funcionar bien. 4) Trato humano. Tengo que sentirme conectada a mi marido y mis hijos. Asimismo me hace falta relacionarme con frecuencia y de forma significativa con personas ajenas a mi familia. 5) Una suerte de mapa mental con mi ubicación. No puedo sentirme totalmente extraviada.
Evaluar periódicamente esos aspectos me sirve para no llegar a Navidad en bancarrota espiritual y emocional. Es más, me ayuda todo el año.