CUESTIÓN DE TIEMPO
Imagínate por un instante que pudieras retroceder en el tiempo y revivir cualquier momento que quisieras de tu vida. ¿Qué decisiones no volverías a tomar de la misma manera? ¿Qué momentos específicos querrías disfrutar de nuevo? ¿Con qué personas pasarías más tiempo?
Hace poco vi una película llamada Cuestión de tiempo1, en la que los hombres de cierta familia tenían la facultad de viajar hacia atrás en el tiempo para corregir sus errores o revivir ciertos momentos de su vida. Estoy segura de que a veces a todos nos gustaría tener esa habilidad. Corregiríamos nuestros errores, cambiaríamos decisiones desacertadas y no meteríamos la pata diciendo o haciendo cosas inoportunas. También podríamos aprender más sobre personas y temas interesantes y hacer numerosos intentos para descubrir lo que resulta y lo que no.
Por desgracia, no vivimos cada día sino una vez, y a veces olvidamos lo inmensamente importante que es cada jornada. Permitimos que las dificultades y el estrés cotidiano opaquen las espléndidas bendiciones que hemos recibido: amigos, familiares, experiencias y la posibilidad de crear recuerdos que atesoraremos por siempre.
Con frecuencia, lo que valoramos depende de nuestra perspectiva. El lago Victoria, en Uganda, es una enorme y hermosa masa de agua dulce que drena hacia el río Nilo. En él mis familiares, amigos y yo hemos nadado, paseado en barco y practicado el esquí acuático. Como en Uganda abunda el agua, la tierra es muy fértil, y las frutas y verduras crecen espontáneamente. Unos amigos de Libia, donde la gasolina cuesta menos que el agua, nos contaron que en su país, en aquel entonces, si uno iba en vespa le llenaban el depósito gratis, pues esa cantidad despreciable de combustible valía menos que la tinta y el papel del recibo. En cambio, el volumen de agua dulce del lago Victoria los dejó atónitos. ¡El agua para ellos era mucho más valiosa que el petróleo!
Les intrigaba que Uganda no fuera un país más rico, con una robusta industria de exportaciones agrícolas. La verdad es que los ugandeses tienen sus necesidades satisfechas, y no sienten el menor interés en buscar formas de incrementar su producción agrícola para
exportar. Ni siquiera necesitan acopiar alimentos para un largo invierno, puesto que gozan todo el año de un clima tropical.
A menudo uno no valora lo que tiene siempre a su disposición o en abundancia. Para muchos de nosotros, la electricidad y el agua corriente son tan comunes que nos resulta difícil imaginarnos siquiera lo que sería estar unas horas sin esos servicios, mucho menos períodos más largos de tiempo.
Esta reflexión me llevó a pensar en el tiempo, algo que por lo general no apreciamos hasta que se nos acaba. Cuando el trabajo o la vida cotidiana ocupan todo nuestro tiempo, o cuando una enfermedad o un accidente amenazan con quitarnos totalmente la vida, por fin nos damos cuenta de lo precioso que es nuestro tiempo en la Tierra.
En la película Cuestión de tiempo, el padre le recomienda a su hijo que viva cada día dos veces: la primera, con todas las tensiones y preocupaciones que le impiden darse cuenta de lo lindo que puede ser el mundo; la segunda, deteniéndose a prestar atención y a amar a las personas que lo rodean y disfrutar de todo lo hermoso.
Obviamente no podemos darnos el lujo de viajar al pasado, pero sí podemos vivir cada día como si hubiéramos elegido volver a vivirlo para disfrutar de todas las cosas maravillosas que nos ofrece.
No sé a quién se le ocurrió la siguiente analogía, pero es un buen recordatorio del enorme valor de nuestro tiempo en la Tierra. Supongamos que todos los días te consignaran 86.400 dólares en tu cuenta bancaria, pero con una salvedad: que no pudieras ahorrar ni un centavo de ese dinero. Todas las noches el banco te retiraría el saldo de esa cantidad que no hubieras gastado en el curso del día.
Pues la verdad es que cada mañana nos dan 86.400 segundos, equivalentes a 1.440 minutos o 24 horas. Todas las noches el banco del tiempo da por perdida cualquier fracción de tiempo que no hayamos invertido. No guarda ningún saldo. Tampoco permite sobregiros. Cada día el banco del tiempo te abre una nueva cuenta, y cada noche elimina los registros del día. Si no aprovechas la consignación de ese día debes hacerte cargo de la pérdida.
Puede que pienses: «Más que en segundos, prefiero que me den los 86.400 en dinero contante y sonante». Sin embargo, ¿qué valor tendrá esa plata si no dispones de tiempo para disfrutarla?
Jesús contó la parábola del rico insensato, que almacenó todos sus bienes en graneros y, una vez que se llenaron, decidió construir bodegas aún mayores para acapararlo todo. Pero se dio la circunstancia de que esa misma noche murió: ahí tomó conciencia de que nada podía llevarse consigo2.
Ya lo dijo la madre Teresa: «El día de ayer se esfumó. Mañana aún no ha llegado. No tenemos sino el día de hoy. Empecemos».