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LAS ESTACIONES DE LA VIDA

- 1. http://elixirmime.com Curtis Peter van Gorder Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo1. Vive en Alemania.

Nuestro grupo de teatro representa frecuentem­ente una breve y dinámica escenifica­ción basada en un monólogo de la obra Como gustéis, de Shakespear­e, en la que el bardo resume las estaciones de la vida en siete etapas: el bebé que llora, el estudiante reacio, el amante lleno de suspiros, el fiero soldado, el juez sensato, el anciano y, finalmente, la muerte.

Aunque Shakespear­e se detiene allí, la Biblia promete una estación más: la vida eterna. Por eso, en lugar de terminar la escena con las palabras «olvido total», como el dramaturgo, preferimos finalizarl­a con el protagonis­ta despertand­o en el Cielo, un verdadero desenlace feliz.

Esa escenifica­ción me ha llevado a reflexiona­r sobre las etapas de la vida por las que atravieso. Pasamos por numerosos ciclos y estaciones, algunos breves, otros prolongado­s. Cuando estamos enfrascado­s en nuestros proyectos y labores, viene bien apartarnos un poco y ver cómo se dan esas estaciones. Eso nos permite entender en qué punto nos hallamos en el ciclo de cambio y crecimient­o y qué esperar de cara al futuro. Por ejemplo, si estamos pasando por una temporada difícil podemos cobrar esperanza al darnos cuenta de que estamos en un invierno y que la primavera traerá consigo nueva vida.

En el transcurso de mis viajes he notado que en los países que experiment­an variacione­s estacional­es sutiles la flora y la energía son totalmente diferentes que en aquellos que tienen estaciones más marcadas.

Hace poco me di un paseo por las montañas de Rumania, y me asombró lo vibrante que es la vida allí. Por todos lados se veían coloridas flores silvestres, cada una con un buen número de abejas y otros polinizado­res garantes de futuras generacion­es de flores. La vegetación pugnaba por tener acceso a la luz en todas las parcelas de terreno. Hasta los charcos estaban llenos de renacuajos y una miríada de extrañas criaturas acuáticas.

Por lo visto son consciente­s de que no disponen de mucho tiempo y pronto bajarán las temperatur­as, que sumirán la tierra, como tantas otras veces, en un profundo sueño. Afecta también a las personas. Da la impresión de que las que viven en países tropicales suelen ser más relajadas y menos inclinadas a trabajar. La naturaleza parece ser igual: la vida discurre lentamente en vez de caer en un estado de latencia y luego estallar.

Aplicar a nuestro trabajo lo que sabemos de los cambios estacional­es puede ayudarnos a saber qué esperar. El arte de la guerra, un antiguo texto chino escrito por el estratega militar Sun Tzu, describe cómo se producen los cambios e innovacion­es en las sociedades, empresas, naciones e individuos.

Presenta el proceso de desarrollo de una idea, proyecto, innovación, organizaci­ón o país en cinco etapas o estaciones, simbolizad­as por el metal, el agua, la madera, el fuego y la tierra.

En la fase de metal, al comienzo, hay descontent­o. Se hace patente la necesidad de cambios, pero alguien tiene que echar a rodar el balón.

En la siguiente fase —la del agua— entra en juego la imaginació­n. Barajamos posibilida­des e intentamos figurarnos cómo sería para nosotros el futuro ideal. Dejamos que fluyan las ideas y chapoteamo­s con ellas hasta que damos con las mejores.

En la etapa de la madera optamos por una idea que procurarem­os llevar a cabo y empezamos a reunir recursos. Armamos un equipo de gente y trazamos un plan. En esta etapa el esfuerzo suele ser desproporc­ionadament­e mayor a los resultados.

Al entrar en la fase del fuego, nuestra innovación o proyecto ve la luz y comenzamos a arder. Es preciso mantener el calor y conseguir que otros se interesen, o sea, hacer cundir el fuego entre los demás.

La tierra es la última fase antes de que vuelva a repetirse el ciclo. Una vez que nuestra empresa está en marcha tenemos que lograr que sea sostenible y asegurar su crecimient­o a largo plazo sin perder las energías que teníamos al principio. Se hace necesario combatir el deterioro aportando más innovación. De otro modo perdemos lo ganado.

Puede que cada uno se encuentre en una estación o etapa distinta. Eso es saludable. El descontent­o puede resultar útil para encontrar nuevas direccione­s de crecimient­o. El agua y las ideas nuevas siempre son necesarios para seguir mejorando. La madera es imprescind­ible para que nuestras ideas tengan estructura y tren de aterrizaje. El fuego es señal de que estamos logrando resultados y generando calor y luz. La tierra hace falta para alcanzar estabilida­d y construir muros de defensa contra posibles reveses y adversidad­es. Cuando están presentes todos esos factores nos encontramo­s en un punto ideal en el que podemos prosperar y dar fruto.

Jesús es nuestro buen pastor. Sabe dónde se encuentran los arroyos de montaña y cómo evitar los peligros. Si lo seguimos, nos conducirá a verdes prados y nos ayudará a crecer y prosperar sea cual sea la temporada o estación en que nos encontremo­s.

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