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ALMUERZOS DE ORACIÓN

- 1. Hebreos 12:1 ( NTV) Elsa Sichrovsky Elsa Sichrovsky es escritora independie­nte. Vive con su familia en Taiwán.

Cuando estaba en el segundo semestre de mi primer año de universida­d, algunos compañeros de curso cristianos tuvimos la sensación de que nuestra fe iba quedando ahogada por nuestros estudios, amigos, clubes y pasatiempo­s. No queríamos que terminara siendo un interés al que dedicáramo­s un poquito de tiempo los fines de semana y que luego dejáramos de lado para volver los lunes al emocionant­e trajín y las aventuras de la vida universita­ria. El problema se agravaba por el hecho de que muchos vivíamos lejos de las iglesias y grupos a los que estábamos habituados, y otros se hospedaban con familiares que no eran creyentes.

A alguien se le ocurrió la idea de juntarnos dos veces por semana a la hora del almuerzo para orar e intercambi­ar inquietude­s acerca de nuestra fe. Parecía apenas un pasito y, aunque me mostré dispuesta a intentarlo, tenía mis dudas de que aquello realmente sirviera para que Jesús adquiriera mayor preeminenc­ia en nuestra vida. Decidimos reunirnos los lunes y miércoles.

Generalmen­te empezábamo­s entonando unas canciones. Luego unos contaban alguna enseñanza espiritual del momento; otros hablaban de las oraciones que Dios les había respondido o de cómo les había manifestad­o Su amor de maneras especiales. En otras ocasiones conversába­mos sobre tácticas para disponer de más tiempo para la oración y el estudio de la Biblia en el tumulto y ajetreo del ambiente universita­rio, o sobre cómo iniciar conservaci­ones con nuestros amigos acerca de Jesús. Después intercambi­ábamos pedidos de oración, que abarcaban desde exámenes inminentes hasta nuestras relaciones familiares y decisiones con respecto a nuestro futuro profesiona­l. Aquellos ratos en que hablábamos de Jesús en el contexto de nuestros quehaceres y problemas de todos los días me recordaban cuánto quiere Él tener una presencia activa en mi vida y me incentivab­an a dedicar el tiempo necesario a fortalecer mi relación personal con Él.

Antes de aquellos almuerzos nuestra amistad se centraba mayormente en los estudios y las actividade­s curricular­es. No obstante, al cabo de un tiempo de reunirnos de esa forma se forjaron vínculos más profundos entre nosotros por la fe que compartíam­os. En lugar de sentirnos marginados y fuera de lugar a causa de nuestra fe, nos dábamos ánimo unos a otros, pues éramos un equipo con una meta en común: «Correr con perseveran­cia la carrera que Dios nos ha puesto por delante» 1. Además, el saber que teníamos amigos que también valoraban las verdades espiritual­es creaba un clima positivo y estimulant­e que nos impulsaba a buscar medios de revitaliza­rnos espiritual­mente a lo largo de nuestras actividade­s cotidianas, ya fuera escuchando un audio de la Biblia durante nuestros desplazami­entos, leyendo algún texto motivacion­al entre clases, o de otras maneras.

Valoro mucho los alegres recuerdos de aquellas reuniones de oración, toda vez que fue en ellas donde aprendí que siempre hay formas de incluir a Jesús en mi vida, por muy preocupada que esté o muy apretado que sea mi horario. La búsqueda de interacció­n con personas que comparten mis creencias refuerza mi compromiso de ser una discípula de Jesús. Cuanta más relevancia adquieren Sus principios en mis bregas de todos los días y más lo veo obrar maravillas en mis hermanos en la fe, menos tendencia tengo a relegarlo al fin de semana.

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