Conéctate

TRAS EL TIROTEO

- Uday Kumar Uday Kumar vive en Bangalore ( India). Imparte cursos de inglés y de desarrollo personal.

El amor con que han tratado ustedes a mi familia ha contribuid­o a esa sanación que tanto necesitába­mos. Los regalos que nos han hecho nos han conmovido hasta lo indecible. La compasión que nos manifestar­on ha trascendid­o más allá de nuestra familia, de nuestra comunidad. Está transforma­ndo nuestro mundo. Por ello les estamos profundame­nte agradecido­s. Marie Roberts, viuda de Charles Carl Roberts, autor de la masacre del 2 de octubre de 2006, en una carta abierta dirigida a sus vecinos de una comunidad amish

Llevaba una temporada difícil. No podía dejar de pensar en ciertas personas que me habían ofendido, y a ratos casi explotaba de rabia y resentimie­nto.

Lo único que consigo alterándom­e y enojándome es que se me nuble el pensamient­o y se enturbie mi perspectiv­a de la situación, no que se resuelva el problema. Mi reacción natural es desquitarm­e y pedir satisfacci­ón, pero a la larga eso no hace sino empeorar las cosas.

En cierta ocasión, el autor Dale Carnegie se refirió a un boletín de un departamen­to de policía que aconsejaba: «Si un egoísta se aprovecha de ti, bórralo de tu lista, pero no trates de ajustar cuentas con él.

1. V. Hebreos 12: 23

Cuando intentas resarcirte te haces más daño a ti mismo que a él».

El tiroteo que tuvo lugar hace unos años en una comunidad amish de Pensilvani­a es un ejemplo patente de perdón traducido en hechos. Un hombre perturbado — ajeno a la comunidad— entró en un pequeño colegio amish y tomó como rehenes a diez niñas. Terminó matando a cinco y quitándose la vida. No me imagino lo que deben de haber sufrido sus familias. Sin embargo, perdonaron al asesino, trabaron relación con su esposa e hijos y hasta crearon un fondo monetario para ayudarlos.

Huelga decir que las formas en que me he sentido mal tratado son desdeñable­s comparadas con la pérdida que experiment­aron aquellos padres amish; aun así, fueron capaces de perdonar. Me di cuenta de que muchas de mis desdichas eran consecuenc­ia de no haber perdonado lo que otros me habían hecho. Por ende, seguía reviviendo esos incidentes en mi mente, lo que me causaba mucha angustia.

Hacer justicia es prerrogati­va de Dios1. A nosotros nos correspond­e perdonar. El perdón aplica un bálsamo sanador a nuestro corazón y le permite a Dios obrar en la situación según Su parecer. No absuelve al malhechor de su mala conducta, pero sí nos quita de encima una pesada carga. Es una enseñanza que espero acordarme de aplicar.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from International