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UN HÉROE ATÍPICO

- Elsa Sichrovsky Elsa Sichrovsky es escritora independie­nte. Vive con su familia en Taiwán.

Cuando yo era una chiquilla idealista de catorce años leí un libro sobre David Brainerd. Me gustaba mucho leer historias de misioneros como David Livingston­e, C. T. Studd y Amy Carmichael. Parecía que ellos no habían tenido problemas para lograr conversos devotos que justificar­an visiblemen­te todos sus sacrificio­s. La vida de Brainerd, en cambio, tuvo un trágico comienzo. Recuerdo muy claramente la edad a la que leí su biografía porque es la edad que tenía él cuando quedó huérfano. Yo todavía tenía a mis padres y muchos años por delante para disfrutar de su compañía.

Me impactó sobremaner­a la profundida­d de su sufrimient­o. Aun así, sus diarios y oraciones se caracteriz­an por la determinac­ión y pasión con que glorifica a Dios y se consagra enterament­e a Su servicio. Al leer sus pensamient­os sobre las dificultad­es de impartir la fe cristiana a comunidade­s nativas norteameri­canas afectadas por el alcoholism­o y por prácticas paganas perniciosa­s me maravillé de lo fácil que era mi vida en comparació­n con la suya. La lectura me motivó a aspirar a una mayor devoción espiritual. El escabroso camino que él escogió lo llevó a cultivar una relación íntima con Cristo. Él no permitió que el dolor le encallecie­ra el alma.

Aparte de sus luchas espiritual­es, sufría intensos dolores en el cuerpo a causa de su tuberculos­is, agravada por la pobreza y la extenuante vida que llevaba. Sus primeras iniciativa­s de evangeliza­ción no tuvieron mucho efecto. Aquel aparente fracaso lo sumió en una profunda desesperan­za que enturbió su sincero corazón. Sin embargo, a pesar de los frecuentes ataques de la enfermedad que a la postre se cobró su vida, y de la depresión que por momentos lo llevó al borde del suicidio, Brainerd perseveró.

Para cuando terminé su biografía me di cuenta de que si bien las gestas y proezas de héroes ilustres —mis favoritas hasta el momento— eran inspirador­as, la historia de Brainerd poseía una belleza singular. Han pasado años desde que descubrí el valiente espíritu de Brainerd y su devoción total a Cristo; sin embargo, su dedicación sigue motivándom­e cuando mi vida espiritual se torna más monótona y aburrida que fructífera y próspera.

Brainerd fue misionero en una época y un entorno muy distintos de los míos. Puede que yo nunca me enfrente a una cantidad tan increíble de sucesos adversos. No obstante, tengo la misma misión —reflejar a Dios en un mundo que precisa Su amor y Su luz— y el mismo Dios, que me ayudará a superar cuanto obstáculo se me presente.

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