Molestos CAMIONES
¿Te has quedado alguna vez atascado detrás de un camión en la hora de mayor tráfico? En África ver un camión sucio, cargado de metales oxidados y vomitando humo negro por el tubo de escape es bastante común. A nadie le gusta quedarse atrapado detrás de uno en medio de un atasco.
En cierta ocasión escuché a dos conductores hablando justamente de eso. El primero afirmaba que cuando se veía en ese aprieto hacía hasta lo indecible con tal de salir de ahí, aunque implicara el riesgo de andar cruzándose de un carril a otro entre el tráfico.
El otro conductor veía el asunto desde una perspectiva muy distinta. Cuando se encontraba detrás de un camión de esos — decía—, cerraba las ventanillas y se quedaba detrás del mamotreto, porque la experiencia le había enseñado que cuando el semáforo pasaba a luz verde y estallaba el coro de bocinas y motores de vehículos, el camión hacía sonar su potente bocina y se abría paso entre el tráfico y la confusión gracias a su imponente tamaño y fuerza. Lo único que tenía que hacer él entonces era pegarse detrás de él y seguirlo.
Me di cuenta de que a veces veo mis problemas como si fueran uno de esos horribles camiones. Me obstaculizan la visión y contaminan el ambiente. Estoy en medio del atasco de mis dificultades cotidianas y encima se aparece ese monstruo para agravar el caos. Pero estoy aprendiendo a valorar más la perspectiva del segundo conductor.
Aunque todos estamos de acuerdo en que es exasperante y desagradable quedarse atascado en un problema, quizá sea justamente esa dificultad la que nos marque un nuevo derrotero que nos lleve con mayor celeridad por el camino de la vida.
Eso dice Romanos 5:3: «También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia ».
Dicho sea de paso, el camino de la vida nunca se queda atascado para siempre. Dios infaliblemente nos da la oportunidad de sobrepasar al molesto camión una vez que ha cumplido su finalidad y nos ha ayudado a sortear las vicisitudes del tráfico de la vida.