SEMILLAS EN TIERRA FÉRTIL
Fred tenía 19 años cuando nuestros caminos se cruzaron. Por aquel tiempo él era un joven desorientado, ambicioso, en busca del sentido de la vida. Se había ido de casa siendo todavía un adolescente, y había intentado de todo para ganarse la vida. Lamentablemente también tomó algunas decisiones desacertadas. Con todo, tenía muchas posibilidades de cambiar, muchas aptitudes y buena disposición para aprender.
En aquella época yo dirigía un programa cristiano de formación, asesoramiento espiritual y liderazgo, al cual Fred se apuntó. Durante el año siguiente de idas y venidas en su vida, asistió sin falta a sus clases semanales y terminó el curso con excelencia. Luego de eso, consiguió un empleo y perdimos contacto durante algunos años.
Otra de mis alumnas fue Jackie. Tenía 30 años y poco antes había experimentado un gran quebranto con el fallecimiento de su bebé recién nacido. Nos conocimos al trabar conversación durante un viaje en tren. Ella también se apuntó a nuestro programa de formación y lo siguió con gran interés. Aquella infusión de fe la ayudó a recuperarse de la pena de haber perdido a su bebé. Así, cuando se vio ante un nuevo revés, la entereza espiritual que había adquirido le dio las fuerzas para superarlo.
Numerosas personas de muy diversos ámbitos y edades pasaron por el programa. Muchos terminaron el curso en mejores condiciones para hacer frente a los retos de la vida; otros tomaron lo que habían aprendido y lo llevaron un paso más allá, aplicando al menos algunos de los principios. Lamentablemente, la mayoría le sacó escaso provecho, y a la larga su vida y sus acciones no cambiaron mucho.
La parábola de Jesús sobre el sembrador describe una situación similar: Un agricultor salió a sembrar. Algunas de las semillas cayeron a la vera del camino y fueron pisoteadas; otras cayeron sobre las piedras y no encontraron tierra donde echar raíz y crecer; a otras más se las comieron las aves; algunas, no obstante, cayeron en buena tierra, crecieron con fuerza y dieron abundante fruto1.
Las ocasiones en que veo ocurrir esto último son las más gratificantes. Al cabo de unos años sin tener noticias de Fred, se comunicó conmigo y me contó que había aprovechado su formación como trampolín para lograr una carrera exitosa en el campo de la medicina. Cuando volví a saber de Jackie me enteré de que se había convertido en terapeuta especializada en asesorar a personas con VIH.
Nuestro grupo —y tal vez cualquiera que esté inclinado a descorazonarse ante magros resultados en proporción con el esfuerzo invertido— puede sacar una valiosa enseñanza de aquel sembrador, que no esperó que el 100% de sus semillas dieran fruto, sino que confió en que las que caían en buena tierra le darían la cosecha necesaria.