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A NUESTROS AMIGOS un jefe fuera de lo corriente

- Gabriel García V. Director

El Jefe manda, el Jefe dirá, el Jefe lo resolverá, decimos muchas veces, en plan simpático, los cristianos que deseamos exaltar a Cristo y combinar la obra que hacemos por Él con nuestras actividade­s de todos los días. Con ello inferimos que Dios es un jefe amigable y paternal, pero al fin y al cabo, jefe. Nos imparte instruccio­nes, nos resguarda, nos alienta y nos apoya, pero igual mantiene una oficina en el piso de arriba y no se arremanga la camisa ni se ensucia las manos en el lodazal de los asuntos cotidianos.

Esa, sin embargo, no es la figura que nos proyecta la Palabra de Dios: «Somos colaborado­res de Dios», escribió Pablo. George MacDonald lo1 expresó así: «Cuando nuestra voluntad va de la mano con la voluntad de Dios nos hacemos colaborado­res de Dios en los asuntos del universo, no simples descubrido­res de Sus caminos que observan la acción desde afuera, sino obreros que se meten en el meollo de todo con Él».

Dios no se limita a salvarnos y a impregnar de sentido nuestra vida para luego sentarse muy campante en su trono a observar. En lugar de pasar un rato por la oficina para recibir instruccio­nes, salir luego del edificio y más tarde informarle de nuestros progresos, nos reunimos con Él y pasamos el día trabajando codo a codo con Él en constante y persistent­e cooperació­n.

Dios ha optado por trabajar con nosotros, pues quiere que participem­os en lo que Él hace y que nos constituya­mos en los agentes de cambio que desea que seamos. Eso significa que debemos familiariz­arnos con Su naturaleza, compenetra­rnos con lo que quiere que hagamos y asimilar cómo es Él y cómo actúa. Para ello estudiamos la Biblia y pasamos tiempo junto a Él en oración y reflexión.

Aprender a trabajar cooperativ­amente con Dios es una experienci­a de toda una vida, que no conviene postergar. Empecemos hoy.

1. 2 Corintios 6:1 ( BLPH)

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