ESPERA en ÉL
Después de graduarme de la universidad estaba contenta de dejar atrás mis libros y estudios y no veía la hora de sumirme en todas las experiencias nuevas que me aguardaban en el campo laboral. Había sido buena estudiante. Estaba segura de que gracias a mi dominio de un idioma extranjero y mi buena ética profesional obtendría un trabajo que pusiera a prueba mis dotes en el campo que más me interesaba. Sin embargo, al no recibir ninguna oferta realmente interesante después de enviar mi primera tanda de currículos, me di cuenta de que aquel flamante y atractivo trabajo no me iba a salir tan pronto como esperaba.
A la larga me ofrecieron un empleo en una empresa con un buen horario y condiciones laborales adecuadas. Aunque los viajes me consumirían bastante tiempo y serían costosos, y la paga no era muy buena, no me hacía gracia la idea de seguir esperando. Así pues, aunque mi familia lo desaconsejó, envié un correo electrónico a mi nuevo empleador confirmando que estaría allí el lunes siguiente.
Al apretar el botón de enviar me di cuenta de que estaba cometiendo un craso error. Recordé las palabras de mis padres: «Hay un empleo mejor para ti en alguna parte. Trabajar en esas circunstancias no será más que una pérdida de tiempo y te alejará de tus objetivos». Luego de conversar y reflexionar sobre el asunto, terminé por rechazar aquel empleo unos pocos días antes de la fecha prevista para comenzar.
Un tiempo después se me presentó otra oportunidad laboral cerca de casa, con mejor sueldo y horario de trabajo. Si bien no era el empleo soñado, constituía un buen lugar para comenzar a adquirir experiencia laboral. Mis padres tenían razón. El viejo adagio cobró realidad: «Buenas cosas sobrevienen a quienes saben esperar». Cavilando más sobre aquello, me di cuenta de que mi aprensión a seguir esperando se debía a una falta de confianza en los designios divinos para mi vida y a mi insistencia en ejercer el control. Haber confiado más en el amor que Dios me tiene y en Su perfecta sincronización me habría ayudado a aguardar hasta que me llegara la mejor propuesta. En lugar de apresurarme para evitar un período de espera, debí haberlo aceptado de buen grado, sabiendo que Dios me puede transmitir una perspectiva singular en cada etapa de mi vida. Memoricé un versículo de la Biblia para recordarme esa enseñanza: «Espera con paciencia al Señor; sé valiente y esforzado; sí, espera al Señor con paciencia». 1
1. Salmo 27:14 ( NTV)