LOS MILAGROS DE LA NATURALEZA
Hoy vi una hoja suspendida en el aire, danzando en el viento, girando y remolineando, pero sin caer. Me detuve a observarla un momento, algo perpleja y confundida, hasta que miré más de cerca y alcancé a percibir un hilo de telaraña pequeñísimo —casi invisible— del que pendía aquella hoja de una rama. En ese momento todo cobró sentido y me di cuenta de que aquello —que un minúsculo hilo pudiera mantener suspendida una hoja agitada con furia por el viento— era una hazaña de la naturaleza.
Muchas cosas que nos suceden en la vida tienen explicación. Alguien se cura de una enfermedad grave y los médicos lo atribuyen a alguna técnica clínica o medicamento novedoso. Alguien sobrevive a una avalancha y sale ileso porque estaba preparado con el equipamiento adecuado. Una de dos, o buscamos explicaciones para aclarar algún fenómeno, o buscamos la intervención divina a modo de milagros.
La verdad es que hoy me di cuenta de que hago ambas cosas. Creo en las explicaciones científicas de fenómenos cotidianos y las aprecio. Sobre todo me interesa la meteorología y cómo funciona el clima. No obstante, también creo en milagros.
Creo en un Dios que escucha y responde a la oración. Tal vez no rece para que caiga nieve en el sur de Texas, pero si el informe meteorológico me dice que hay una ventisca en el norte, rezo por la protección de quienes viven allí. Si me entero de un posible tornado en nuestra zona, oro para que amaine o pase de largo sin causar daños graves ni pérdidas humanas.
Considero que es una maravilla de la creación de Dios que mi jazmín vuelva a florecer después de un crudo invierno. A veces pensé que la planta no sobreviviría; sin embargo, después de las primeras lluvias primaverales y el alza de la temperatura, veo abrirse los pequeños capullos y estoy segura de que es parte del milagro divino de la creación. Un horticultor podría plantear que se trata de las diversas especies de plantas y sus períodos de crecimiento, y contentarse con esa explicación científica. Yo creo que ambos tenemos razón: hay una explicación, pero eso no altera mi capacidad de asombro. Me encanta enterarme de datos y hechos del mundo que me rodea, pues no hacen más que afianzar mi admiración por la infinidad de indicios de la huella de Dios que la naturaleza nos presenta todos los días.