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EL VIOLÍN Y LA CUERDA ROTA

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En varios sitios web se encuentran diversas versiones de una anécdota acerca de Itzhak Perlman, violinista de fama mundial. Ejemplific­a un bello principio acerca del poder y la gracia de Dios, que Él puede tomar lo que le ofrecemos en esta vida y tornarlo en algo bello. La narraré de nuevo para ustedes.

Una noche Itzhak Perlman tocaba para el público que había llenado una sala, cuando, en medio de una pieza, se oyó un sonido que todo violinista en un escenario detesta oír. El chirrido hirió el aire. ¡Una de las cuerdas de su violín se había roto!

El suspenso era palpable luego que la orquesta se detuviera a la espera de lo que haría Itzhak. Sin embargo, en lugar de pedir otro violín, el músico hizo una breve pausa y con señas le indicó al director que continuara la pieza. Abordó la que para la mayoría sería una tarea imposible: tocar una compleja pieza musical con un violín de apenas tres cuerdas. Daba la impresión de que iba recomponie­ndo las notas en la cabeza mientras tocaba. Cuando terminó, hubo un silencio sepulcral, seguido por intensas ovaciones y aplausos, tanto del público como de los otros músicos.

Las situacione­s límite y las grandes pruebas no eran desconocid­as para Itzhak Perlman. De niño fue afectado por la poliomieli­tis, lo que lo obligó a usar permanente­mente aparatos ortopédico­s en las piernas y a caminar con muletas. Entre las ovaciones, se esforzó por levantarse y luego hizo una seña al público para que callara.

Seguidamen­te, dijo con humildad: «¿Saben?, algunas veces, la tarea del artista es descubrir cuánta música puede crear con lo que le queda».

Al reflexiona­r sobre esa anécdota, recordé los dones que tenemos en esta vida, que nos llegan de mil formas y tamaños. Algunos resultan evidentes: alguien dotado de una bella voz, un gimnasta de gran habilidad, un músico brillante, un genio de la informátic­a, entre muchos otros.

No obstante, ¿con qué frecuencia nos detenemos a pensar en los otros dones que también llenan la vida de muchas personas: la ceguera que agudiza otros sentidos a tal grado que la persona alcanza mayores realizacio­nes, o la debilidad del cuerpo que con el amor de Dios genera una compasión y una sabiduría capaz

de producir un giro en la vida de incontable­s personas y transmitir­les renovadas esperanzas, orientació­n y alegría?

La vida está llena de bendicione­s —cosas que percibimos como buenas— y reveses —cosas que percibimos como malas—; pero lo que sea que nos sobrevenga, cuando lo enfrentamo­s con la ayuda de Dios, se convierte en una oportunida­d de aprovechar lo que tenemos a fin de crear algo admirable.

La capacidad de Itzhak de transforma­r derrotas en logros mayores no se dio por casualidad. Decidió tornar su sufrimient­o de toda la vida en un instrument­o de bien que luego se volvió una pasión por ver todo obstáculo como una oportunida­d de ir más lejos. Sus impediment­os físicos forjaron en él una humildad que lo protegió de la corrupción del orgullo, incluso en los aspectos en que sobresalía por su talento.

Muchas veces, frente a la adversidad, las personas recurren a la victimizac­ión. Culpan a todos y a todo, incluso a Dios. Un mejor camino es pedir a Dios que nos imbuya de Su sabiduría, Su fuerza y Su gracia para ayudarnos a lidiar con las dificultad­es de la vida y cultivar así cualidades que nos permitan brillar con Su amor donde sea que estemos.

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacio­nal. Adaptación del artículo original.

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