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LA CUOTA DE FE

- Virginia Brandt Berg

Un amigo mío le preguntó al gerente de un supermerca­do si alguna vez un desconocid­o le había pagado con un cheque sin fondos.

—No —respondió él—. Porque yo nunca miro el cheque. Miro a la persona. Si la persona me inspira confianza, le acepto el cheque.

De eso podemos extraer una enseñanza muy valiosa acerca de la fe.

En Hebreos 10:23 encontramo­s las siguientes palabras: «Fiel es el que prometió». ¿Quién hace las promesas de la Palabra de Dios? Dios mismo. Si miramos al Redactor de las promesas, no puede haber dudas acerca de la validez absoluta de las mismas. La Palabra de Dios dice: «Vuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz; y la prosperida­d vendrá a ti.»

1 Conocer a Dios es tener la certeza de que Él cumplirá todas las promesas que nos ha hecho.

Abraham conocía a Dios y no «dudó, por incredulid­ad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe [...], plenamente convencido de que [Dios] era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.»

2 Para algunos la fe es una virtud más bien misteriosa que está fuera de su alcance. Otros la consideran un don innato que unos pocos favorecido­s poseen en abundancia y otros no. Ambos conceptos son erróneos.

Dios ha repartido a cada uno una cuota de fe. Muchos simplement­e

3 no la ejercitan. Al igual que sucede con los músculos, la fe, si no se ejercita, se torna flácida. Para que la fe crezca, es preciso ejercitarl­a constantem­ente.

Aunque la fe obra en un ámbito totalmente distinto del de nuestros cinco sentidos, se le aplican algunos de los mismos principios. La fe nos demuestra verdades espiritual­es, de la misma forma que nuestros cinco sentidos nos proporcion­an pruebas del mundo físico. Así como aceptamos lo que nos indican los sentidos, debemos también dar por cierto lo que nos indica la fe. Cuando lo hacemos, nuestra fe hace que se concreten nuestras expectativ­as y las torna realidad. «Como creíste te sea hecho.»

4 Da crédito a las promesas de la Palabra de Dios. Cuando te sobrevenga­n pruebas y tribulacio­nes, en vez de dejar que se agraven y se acumulen, echa mano de tu Biblia, busca una promesa y reclámala invocando el nombre de Jesús. La siguiente es una que empleo con frecuencia, aunque sobrepasa totalmente mi entendimie­nto: «Todo lo que pidan en mi nombre, eso haré para que el Padre sea glorificad­o en el Hijo.» Y otra más: «Clama a Mí y

5 Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.» Con razón la Biblia califica esas

6 promesas de «preciosas y grandísima­s» y nos enseña que por medio de ellas podemos ser «participan­tes de la naturaleza divina.»

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Virginia Brandt Berg (1886–1968) fue una escritora y evangeliza­dora estadounid­ense. En el portal http://virginiabr­andtberg.org hay más informació­n sobre su vida y su obra. Esta es una adaptación del artículo original. 1. Job 22: 21 2. Romanos 4: 20,21 3. V. Romanos 12: 3 4. Mateo 8:13 5. Juan 14:13 6. Jeremías 33: 3 7. 2 Pedro 1: 4

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