LA CUOTA DE FE
Un amigo mío le preguntó al gerente de un supermercado si alguna vez un desconocido le había pagado con un cheque sin fondos.
—No —respondió él—. Porque yo nunca miro el cheque. Miro a la persona. Si la persona me inspira confianza, le acepto el cheque.
De eso podemos extraer una enseñanza muy valiosa acerca de la fe.
En Hebreos 10:23 encontramos las siguientes palabras: «Fiel es el que prometió». ¿Quién hace las promesas de la Palabra de Dios? Dios mismo. Si miramos al Redactor de las promesas, no puede haber dudas acerca de la validez absoluta de las mismas. La Palabra de Dios dice: «Vuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz; y la prosperidad vendrá a ti.»
1 Conocer a Dios es tener la certeza de que Él cumplirá todas las promesas que nos ha hecho.
Abraham conocía a Dios y no «dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe [...], plenamente convencido de que [Dios] era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.»
2 Para algunos la fe es una virtud más bien misteriosa que está fuera de su alcance. Otros la consideran un don innato que unos pocos favorecidos poseen en abundancia y otros no. Ambos conceptos son erróneos.
Dios ha repartido a cada uno una cuota de fe. Muchos simplemente
3 no la ejercitan. Al igual que sucede con los músculos, la fe, si no se ejercita, se torna flácida. Para que la fe crezca, es preciso ejercitarla constantemente.
Aunque la fe obra en un ámbito totalmente distinto del de nuestros cinco sentidos, se le aplican algunos de los mismos principios. La fe nos demuestra verdades espirituales, de la misma forma que nuestros cinco sentidos nos proporcionan pruebas del mundo físico. Así como aceptamos lo que nos indican los sentidos, debemos también dar por cierto lo que nos indica la fe. Cuando lo hacemos, nuestra fe hace que se concreten nuestras expectativas y las torna realidad. «Como creíste te sea hecho.»
4 Da crédito a las promesas de la Palabra de Dios. Cuando te sobrevengan pruebas y tribulaciones, en vez de dejar que se agraven y se acumulen, echa mano de tu Biblia, busca una promesa y reclámala invocando el nombre de Jesús. La siguiente es una que empleo con frecuencia, aunque sobrepasa totalmente mi entendimiento: «Todo lo que pidan en mi nombre, eso haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo.» Y otra más: «Clama a Mí y
5 Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.» Con razón la Biblia califica esas
6 promesas de «preciosas y grandísimas» y nos enseña que por medio de ellas podemos ser «participantes de la naturaleza divina.»
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Virginia Brandt Berg (1886–1968) fue una escritora y evangelizadora estadounidense. En el portal http://virginiabrandtberg.org hay más información sobre su vida y su obra. Esta es una adaptación del artículo original. 1. Job 22: 21 2. Romanos 4: 20,21 3. V. Romanos 12: 3 4. Mateo 8:13 5. Juan 14:13 6. Jeremías 33: 3 7. 2 Pedro 1: 4