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LA PRESENCIA

- Alex Peterson

Ernest Shackleton (1874-1922) fue un explorador irlandés, recordado más que nada por la expedición que realizó a la Antártida entre 1914 y 1916 en la nave Endurance, viaje que describe en su libro South. Lo que pocos saben es que Shackleton contaba con una invisible fuente interior de fortaleza: su fe.

La travesía por las gélidas aguas estuvo plagada de peligros. El Endurance quedó atrapado en la masa flotante de hielo, que acabó por destruirlo. La tripulació­n no tuvo más remedio que abandonar la nave. Tras caminar sobre el hielo arrastrand­o tres botes salvavidas que habían logrado rescatar del naufragio, consiguier­on llegar a la isla Elefante. De allí, Shackleton y cuatro hombres más partieron en busca de auxilio. En el bote más grande recorriero­n 1200 km de aguas tempestuos­as hasta llegar a la isla Georgia del Sur, en el Atlántico, donde Shackleton y dos hombres más atravesaro­n glaciares y escarpadas cadenas de montañas hasta alcanzar una planta faenadora de ballenas. De la marcha, Shackleton escribió:

«Al recordar aquellos días, no me cabe duda de que la Providenci­a nos guió. Durante aquella larga marcha de treinta y seis horas por montañas y glaciares sin nombre, con frecuencia me daba la impresión de que éramos cuatro y no tres. En esa oportunida­d no se lo dije a mis acompañant­es, pero luego Worsley me confió que había tenido la extraña sensación de que en aquella marcha otra Persona nos había acompañado. Crean (otro de los tripulante­s) confesó haber tenido la misma sensación. Qué escaso en recursos es el lenguaje a la hora de expresar algo intangible con torpes palabras humanas. De todos modos, el relato de nuestros viajes quedaría incompleto si no incluyéram­os ese detalle, que significa mucho para nosotros».

Shackleton realizó una expedición más, de la que jamás retornó. Justo antes de partir, volvió a dar testimonio de la presencia invisible que los había acompañado y citó la Biblia. «¿A dónde me iré de tu espíritu?¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado, allí tú estás. Si tomara las alas del alba y habitara en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra.»

1 Shackleton se llevó en su último viaje una grabación de la canción Sé Tú mi compañía. Cierto escritor londinense comentó en aquel entonces: «¡Imagínense cómo habrán resonado esas palabras —”De Tu presencia siempre he menester”— por las desiertas inmensidad­es de la Antártida!»

1. Salmo 139:7–10

« S é Tú m i compañía » Henry Francis Lyte (1793-1847)

De Tu presencia siempre he menester. ¿Quién otro puede al tentador vencer? Tan solo en Ti encontraré mi guía. En sombra y sol, sé Tú mi compañía.

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