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EL FRUTO PROHIBID

- Uday Paul

«Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamient­os. ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamient­os y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestar­é a él. El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él». Jesús, Juan 14:15,21,23 ( NVI)

En su clásica autobiogra­fía, Confesione­s, el teólogo de los primeros siglos de la iglesia, San Agustín, narra un incidente que protagoniz­ó cuando era adolescent­e. Había un peral cerca de la viña de su familia, que estaba colmado de fruta no muy apetecible, ni a la vista ni al gusto. Pese a ello, junto con unos amigos, se robó unas peras de aquel árbol. No lo hicieron para comerlas ellos, sino para arrojársel­as a los cerdos. Cuenta que él y sus amigos robaron simplement­e porque les proporcion­aba placer hacer algo prohibido, cuento tan viejo como el de Adán y Eva en el Jardín del Edén.

Muchas generacion­es antes, cuando Dios libró al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto y lo trasladó a la Tierra Prometida, inicialmen­te el pueblo creyó y temió a Dios. No obstante, cuando

1 los israelitas debieron enfrentar circunstan­cias difíciles en el curso de su viaje, tuvieron una crisis de fe y se apartaron de Dios y de Moisés. Mientras este último se encontraba en la cima del Monte Sinaí recibiendo la Ley de Dios, la gente forjó un becerro de oro para rendirle sacrificio­s. En los siglos posteriore­s,

2 los pueblos de Israel y de Judá continuaro­n contrarian­do a Dios con su idolatría y acciones pecaminosa­s, a pesar de la bondad y la protección milagrosa que les había dispensado y de las promesas que les había hecho.

3 Desde los tiempos de la Creación, cuando según la Biblia Dios buscaba a Adán y Eva en el Edén, Él siempre ha deseado tener íntima comunión con la humanidad. Pero el pecado

4 generó una brecha en nuestra relación con el Creador y, por mucho que lo intentemos, no somos capaces de guardar Sus mandamient­os. El Apóstol Pablo lo expresó así: «Cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal». La Biblia dice que la

5 brecha que se abrió entre Dios y la humanidad la cerró Jesucristo. La

6 vida, muerte y resurrecci­ón de Cristo allanó el camino para la reconcilia­ción y el establecim­iento de una nueva relación con nuestro Padre Celestial. La restauraci­ón de esa relación entraña que se nos dote de un nuevo corazón, el cual responde a la voluntad de Dios para nuestra vida.

Uday Paul es escritor independie­nte, voluntario y docente. Vive en la India. 1. V. Éxodo 14: 31. 2. V. Éxodo 32:1– 6. 3. V. Jeremías 7: 9. 4. V. Génesis 3: 9. 5. Romanos 7: 21 ( NTV) 6. V. Romanos 5:1

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