UNA VIDA ABNEGADA
La abnegación y la generosidad no solo consisten en dar dinero. A veces es más fácil entregar plata que entregarse uno mismo. Para brindar a otra persona nuestro tiempo, atención, compasión, comprensión y oraciones tenemos que ser auténticos. Es necesario dar el primer paso, entender, compadecerse y traducir en hechos nuestros sentimientos. A menudo son esos sacrificios de nuestro tiempo los que realmente cuentan, como cuando renunciamos a nuestro día libre para colaborar con una obra de beneficencia en nuestro barrio o cuando visitamos a un enfermo.
No se trata solo de dinero, sino de lo que damos de corazón movidos por amor.
Hay una anécdota muy buena acerca de un misionero que enseñaba en África. Antes de Navidad, les había contado a sus estudiantes nativos que los cristianos se intercambian regalos en el cumpleaños de Cristo como expresión de alegría.
En la mañana de Navidad uno de los lugareños le trajo al misionero una concha marina de deslumbrante belleza. Cuando este le preguntó dónde había hallado una concha tan extraordinaria, el nativo explicó que había caminado muchos kilómetros hasta cierta bahía, el único lugar donde se encuentran ese tipo de conchas.
—Me parece un gran gesto de tu parte ir tan lejos para traerme este hermoso regalo —exclamó el profesor.
Los ojos del nativo se iluminaron y dijo:
—La larga caminata ser parte del obsequio.
A todos se nos presentan muchas ocasiones de ayudar a los demás. La Biblia dice: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.» Busquemos medios
1 de ser generosos con quienes nos rodean. Adquiramos la costumbre. Que la entrega desinteresada de nuestro tiempo, servicio y dinero forme parte de nuestro código ético. Como consecuencia comprobaremos que no tendremos carencias, ya que Dios nos remunerará con creces y nuestra vida de abnegación será una de bendición. Nunca te arrepentirás de haber dado, ni en esta vida ni en la venidera.
Cuando tu amor cristiano pasa de ser un sermón a un ejemplo vivo de la generosidad, desvelo y compasión de Jesús, es como si acabaras de forrar tu amor con ropa de trabajo y te dispusieras a construir algo hermoso. Ese es el tipo de amor práctico y cotidiano que hace que la gente se ponga de pie y tome nota, pues encarna un ejemplo vivo del amor incondicional de Jesús. 1. 2 Corintios 9:7