PEDIR PERDÓN
Hace años me vi en una situación laboral complicada y desagradable con un compañero de trabajo. Las cosas no mejoraron y fue un alivio cuando finalmente él se trasladó a otro lado. Un tiempo después recibí un breve correo electrónico suyo con tres palabras: «Te pido disculpas».
¡Qué bien! —pensé yo—. Quiere disculparse. Así que busqué el fichero adjunto en el que expresaría sus disculpas en la debida forma. Pero no había tal cosa. Yo esperaba un reconocimiento detallado de todos los dolores de cabeza, tensiones y complicaciones que había causado. En cambio lo que recibí fueron apenas esas palabras: «Te pido disculpas».
Sabía que lo que Dios me pedía era que lo perdonara y que diera vuelta a la hoja. Él había hecho su parte al pedir perdón y lo correcto era concedérselo. Sin embargo, en el fondo me sentía un poco defraudada. ¿No podía haberle puesto un poco más de empeño a su pedido de disculpas?
No pasó mucho tiempo antes que yo tuviera que disculparme con alguien, y no sabía muy bien cómo hacerlo. Tratar de explicar los motivos de mis acciones hubiera dado la impresión de que intentaba crear una plataforma para justificarme y le hubiera restado sinceridad a mi disculpa. Además corría el riesgo de reiniciar la polémica. Al final terminé pidiendo disculpas del mismo modo que mi ex compañero me las había pedido a mí. Y pese a lo escuetas, igual eran sinceras.
Es que no es fácil pedir perdón. Es incómodo, y la mayoría no somos muy versados en esa práctica. Gary Chapman y Jennifer Thomas entregan algunos consejos muy útiles en su libro, When Sorry Isn’t Enough1 (Cuando no basta con disculparse) 2. Dicen que al procurar una reconciliación, la clave es [...] aprenderse el lenguaje con el que se disculpa la otra persona y estar uno dispuesto a expresarlo en esos términos. [...] Cuando no hablamos su mismo lenguaje, se hace más difícil, porque nuestro interlocutor no tiene certeza de que se trata de un sincero pedido de perdón.
Los autores clasifican ese lenguaje en cinco principales categorías:
—Expresar remordimiento. Para algunas personas basta con decir sinceramente: «Perdóname».
—Aceptar la responsabilidad. No poner excusas y admitir: «Me equivoqué».
—Compensar el daño. Ir más allá de una simple disculpa. Por ejemplo, preguntar: «¿Qué puedo hacer para remediarlo?»
—Arrepentimiento. Prometer: «Intentaré no volver a hacerlo».
—Pedir perdón. Demostrar vulnerabilidad preguntando humildemente: «¿Me perdonas, por favor?»
Estoy convencida de que la clave yace en la humildad y la sinceridad, mostrar un genuino interés por las necesidades de la persona ofendida y procurar entender su dolor. Si ambas partes están dispuestas, puede ocurrir algo fantástico al restaurarse la relación.