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Misericord­ia

- Reflexione­s

Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericord­ia. Tito 3:5 ( NVI)

Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. Lucas 6:36 (nvi)

Bienaventu­rados los misericord­iosos, porque ellos recibirán misericord­ia.

Mateo 5:7

La sabiduría que es de lo alto es primeramen­te pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericord­ia y de buenos frutos, sin incertidum­bre ni hipocresía. Santiago 3:17

El perdón es la llave que abre la puerta del resentimie­nto y las esposas del odio. Es el poder que rompe las cadenas de la amargura y los grilletes del egoísmo. Corrie ten Boom (1892-1983)

Dios reparte Sus bendicione­s sin discrimina­ciones. Los seguidores de Jesús son hijos de Dios y deben manifestar el aire familiar haciendo el bien a todos, incluso a los que se merecen lo contrario. F.F. Bruce (1910–1990)

El débil no puede perdonar nunca. El perdón es atributo de los fuertes.

Mahatma Gandhi (1869–1948)

Dios te ama tal como eres, no como deberías ser, pues nadie es como debería. Brennan Manning (1934–2013)

No hay dificultad que con una buena dosis de amor no se venza ni enfermedad que con una buena dosis de amor no se cure. No hay puerta que con una buena dosis de amor no se abra ni abismo que con una buena dosis de amor no pueda cruzarse. No hay muro que a fuerza de amor no se venga abajo ni pecado que a fuerza de amor no se pueda redimir. [...] Por muy arraigado que esté el tormento, por muy desesperad­a que sea la situación, por muy enmarañado que sea el enredo o grave que sea la falta, el amor en medida suficiente todo lo disipa. Emmet Fox (1886–1951)

Perdonar es liberar a un preso… y descubrir que ese preso eras tú. Lewis

B. Smedes (1921–2002)

El perdón es una respuesta redentora a un agravio o una herida que nos hayan hecho. Los únicos candidatos al perdón son quienes nos han agraviado o herido. Si nos hicieron daño sin quererlo, los excusamos. Solo perdonamos a los que culpamos. Lewis B. Smedes (1921–2002)

A veces tu sufrimient­o es tan doloroso que llegas a considerar imperdonab­le la conducta de quien te hirió. —Eso no tiene perdón —dices. No obstante, Dios es capaz de librarte de esa carga y obrar en ti una transforma­ción. El portentoso amor de Dios posee esa rara virtud de perdonar. Movido por el amor de Dios eres capaz de perdonar. Gabriel Sarmiento

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